Hoy es martes siete de junio y es un día muy especial y triste para mí. Mi abuelita murió este día hace muchos años y no puedo evitar sentirme triste cada vez que recuerdo lo que ocurrió. Me enteré de alguna manera cuando estaba en la escuela ya que de la nada empecé a llorar. No entendía lo que ocurría en ese momento, pero al llegar a casa no pude hacer más que arreglarme e ir al velorio.
Ella estaba muy enferma pero la forma en que nos dejó fue muy repentina. Aún recuerdo su sonrisa y la ternura con la que me trataba. Soy la nieta mayor y siempre viví con ella por lo que era como una madre para mí. En realidad, por eso es que intento no recordarla mucho, porque sé que lloraré si lo hago.
Decidí faltar hoy al colegio porque quiero ir al cementerio con mi abuelito y mi tía. Creo que es el momento de nuevamente ir a verla por lo que me siento muy nerviosa y un tanto asustada. Ha pasado un largo tiempo desde que estuve en este cementerio.
Es un hermoso cementerio en realidad, está lleno de vegetación y sé que mi abuelita está muy feliz de estar en un lugar así. A ella le encantaban las plantas y la naturaleza en general por lo que debe de estar muy contenta.
Al llegar a su tumba, me siento sobre ella y le hablo en mi mente. Le digo que la extraño mucho y que desearía que estuviera a mi lado para guiarme. Le digo que he cometido muchos errores durante este tiempo y que quisiera que me dé fuerzas para poder hacerlo. En el fondo, sé que ella me escucha y que me está sonriendo dulcemente.
Mi abuelito está con el rostro fijo en las flores que decoran la tumba. Él la extraña tanto como yo y sé que muchas veces se culpa por haberla hecho pasar por malos ratos. Sé que mi abuelita en el fondo lo ha perdonado, pero no sé si mi abuelito se haya perdonado a sí mismo.
Escucho la melodía de un ave en el cielo y mi mirada captaba a aquel pajarito en un árbol. Me mira como si de alguna manera quisiera decirme algo y se va. Sonrío y le digo que en el fondo de mi corazón he podido comprender el mensaje.
***
Los últimos dos días he intentado olvidar la tristeza que me causa el mes de junio y me he concentrado tanto como puedo en mis exámenes. He recibido algunas notas y he salido bien por lo que, pese a que este último mes no ha sido muy bueno que digamos, me siento satisfecha. Todos perdemos y ganamos, es la ley de la vida.
En este momento estoy en la escuela, a mi lado están Alana y Lola, pero no les hago caso. No sé de qué estarán hablando y creo que tampoco me importa. Deben ser tonterías, como siempre.
Frente a mí veo a Vania al lado de Marquito. Ella lo mira como si estuviera admirando a un dios y le sonríe, dejando ver sus blancos dientes. Ella mueve sus pestañas coquetamente e intenta acercarse más a Marquito. Pero él no parece darse cuenta de sus intenciones.
Aunque una parte de mi se siente incómoda mirando este espectáculo, creo que realmente puedo imaginarlos juntos. Ella es inteligente y bonita, una buena chica, y podría hacerlo feliz. Pero sé que él no la mira con esos ojos, ya me lo ha dicho antes. Y creo que sucede lo mismo conmigo.
Aparto la mirada porque no puedo soportar ver lo que pasa frente a mí.
—¿No te parece que harían buena pareja? —pregunta Ignacio y su cercanía me hace sobresaltar.
—Demonios, no sabía que estabas acá —le digo intentando calmarme—. Bueno, es cierto, se ven bellos juntos.
—Yo también lo creo. Pero el imbécil de Marco no ve eso. Ella estaría dispuesta a bajar su calzón con tal de tenerlo entre sus piernas, pero él no hace nada —dice Ignacio como si estuviera lamentándose.
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Hilo rojo del destino
Jugendliteratur¿Alguna vez han oído hablar de él? Cuentan las historias que es un hilo invisible que conecta a las personas que están destinadas a estar juntas y que pase lo que pase no puede romperse. Interesante, ¿verdad? Lamentablemente, no creo en tales cosas...