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Al despertar para ir a la escuela me siento inesperadamente feliz. No sé si es por lo que pasó ayer pero no me siento hastiada de ir al colegio a comparación de otros días. Tal vez, pienso mientras miro por la ventana la calle, es porque está lloviendo a las cuatro de la mañana lo que significa que probablemente el día sea fabuloso.

Mi mamá y yo estamos mejor que antes, tanto así que creo que no está tan molestosa como siempre. Creo que no le gusta del todo lo que he decidido, pero lo ha aceptado porque sabe que es lo mejor para mí. Me alegra que para ella sea más importante el cómo me sienta que el lugar en donde esté.

Sin embargo, durante todo el camino me pregunto si mi decisión ha sido correcta. Sé que he hablado de esto durante muchas veces en estas últimas semanas, pero es algo que me sigo preguntando. Tengo miedo a equivocarme y aunque estoy segura de lo que he hecho, siento que siempre hay probabilidades de que falle inevitablemente.

—No, Andra, todo estará bien. Lo has hecho bien —me digo a mí misma mientras estoy en el bus. Me importa muy poco si la señora del costado piensa que estoy loca.

Además, me siento libre ahora. Al fin puedo sentir y pensar libremente. Estiro los brazos mientras camino por la estación del metropolitano y veo a Alberto junto a su hermana caminar hacia donde yo estoy. Inmediatamente, salto de pánico y me obligo a mí misma a tranquilizarme. Sabía que Alberto tomaba este bus, pero no creí que me encontraría aquí de todos los lugares de Lima.

¿Me notará? No soy una persona que sobresale mucho, a menos que notes a una chica más o menos más alta que la mayoría de peruanas con un uniforme color militar horrible y sobrepeso fácilmente. ¿Ven? Es imposible que se dé cuenta.

—¿Andra? —pregunta él cuando me ve y yo lo saludo rápidamente.

—¡Qué sorpresa verte, Alberto! —digo intentando huir de ahí.

—¿Vas por ese lado? —me pregunta ya que estoy yendo por la dirección opuesta.

—Sí —respondo con una risa nerviosa—. Lo hago todo el tiempo, adiós.

Inmediatamente, camino muy lejos de ese lugar hasta que al fin llego al paradero y tomo mi carro. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué hoy? No siquiera me peiné bien al salir de casa y aún tengo sueño.

Cuando llego al colegio, siento que el corazón me ha dado un vuelco. No esperaba encontrarme con alguien del colegio en mi ruta diaria pese a que había posibilidades. Aunque es preferible que sea Alberto al trío de arpías o alguna otra persona que me desagrade.

—Andra, ¿qué tal? —pregunta Marquito, quien ha aparecido de repente.

—¡Adivina con quién me encontré! —le digo sin poder contener la emoción.

Él parece algo interesado, aunque sigue pensando en una respuesta. Es entonces que se me ocurre una idea malévola. Puedo usar este incidente para mi beneficio.

—No sé, no se me ocurre alguien en particular.

Yo muevo mis manos para crear un efecto dramático y hago como si tocara un redoble de tambores para decir lo que tengo que decir.

—¡Alberto! —digo como si fuera lo más inesperado del mundo y Marco solo me mira confundido—. ¿Te lo imaginas? Él y yo en un mismo bus en camino al colegio. Es algo romántico, ¿no? ¿Será una señal del destino?

Sé que estoy exagerando mucho, pero quiero ver la reacción de Marco. Veo que hace una mueca con su boca, como si aplastara sus labios y eso formara una sonrisa incómoda. Además, sus ojos miran al techo como si suplicara que esta tortura acabara.

—Creo que alguien despertó con muchas ideas en la cabeza —me dice él y toca mi cabeza con su mano—. Yo creo que solo fue coincidencia.

—Es porque te encanta destruir mis sueños —le digo haciendo berrinche—. Sé que es imposible, pero creo que no encontraré a alguien tan perfecto como a él.

Él pone los ojos en blanco y habla por lo bajo.

—Suponiendo que es tan perfecto como tú crees.

No sé si considerar esto una victoria, pero siento que poco a poco me estoy acercando a su corazón, aunque tal vez este usando todas las cosas a mi alrededor a mi favor.

***

Los siguientes dos días paso el tiempo intentando estudiar para las prácticas y también intentando poner celoso a Marco. Sé que él no siente nada por mí, pero noto que su comportamiento cambia ligeramente cuando estoy muy cerca de Delfín o cuando hablo demasiado de las cualidades de Alberto. Es especialmente con Alberto cuando noto que Marco cree que yo exagero mucho y que no veo al chico tal como es.

La verdad es que sí sé cómo es y sé que es un chico figureti, que siempre quiere llamar la atención, y tal vez algo demasiado confiado en sí mismo para mi gusto. Pero por mucho tiempo me ha gustado, o tal vez "gustó" sea más apropiado ahora, y acepté esas partes de él, aunque esto no sea importante para Alberto.

No obstante, Marco no sabe nada de esto y cree que estoy cegada por el amor lo cual me da risa. Yo soy de las personas que se fijan en los defectos apenas conoce a una persona por lo que no podría divinizar a un chico cualquiera.

—Es alto y tiene buen cuerpo, ¿has visto sus piernas? —le comento a Marco y él me mira asqueado—. Son tan perfectas que me dan ganas de tocarlas.

—Creo que el sol te ha afectado o tal vez es la droga —responde él mirándome como si estuviera loca.

—Solo hablas porque tienes envidia —le digo para provocarlo un poco más.

—No, hablo porque tengo ojos —me responde él y yo pongo los ojos en blanco.

Así que eso es básicamente lo que pasa cuando le hablo a Marco de Alberto. No sé si ver eso como un avance, pero creo que la situación va mejor de lo que me propuse. Eso no significa que no esté nerviosa o preocupada, sobre todo por el baile de promoción.

Aún no tengo con quién ir y sé que ambos, Alberto y Marco, van a ir con una chica. Me siento fatal por eso, pero creo que puedo encontrar a alguien. El problema es que no sé cómo.

Tendré que esperar que pase un milagro, aunque yo no creo en milagros.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora