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El tan ansiado día martes no fue como yo planeé pero sí fue tan malo como esperaba. Era obvio que algo arruinaría mi paz pero no creí que un simple chico borde e insoportable iba a ser la razón. Pase toda esa tarde escuchando música para calmar mi furia e intenté crear historias en mi mente para intentar volcar todo ese sentimiento negativo en algo productivo.

Como verán por mi humor, nada de eso funcionó. Lo único que pudo devolverme mi ansiada paz fue llegar a casa y e ir directamente a la cama a dormir. Por suerte no tuve pesadillas esta noche sino un simple sueño del que no recuerdo más que unas risas.

En estos momentos me encuentro en la escuela, esperando inútilmente que mis amigas dejen de corretearse la una a la otra. Para resumir, Lola estaba en el piso echada por razones que no entiendo y Alana aprovecho en pisarla, literalmente, por lo que, hecha una furia, la pobre Lola decidió vengarse y, para su mala suerte, Alana es tan veloz que aún no puede atraparla.

Que no sorprenda esto a nadie, siempre hacemos estas cosas. Los otros nos miran como raras, infantiles y demás cosas. Me he acostumbrado a ello y no me importa. Somos libres de hacer lo que queramos y si les gusta bien, y si no, también.

Aunque a veces llega a ser un poco tedioso el hacer las mismas tonterías de siempre. Vamos, estamos en quinto año y aún seguimos comportándonos como niñas. En parte me molesta pero un lado de mí quiere seguir jugando y riendo como antes mientras que el otro quiere tan solo ser mayor de edad e irse.

Tengo problemas.

—Eh, Andra. ¿Qué tal? —pregunta Marco sentándose frente a mí.

No sé por qué cada vez que veo su rostro me dan unas ganas de reírme a morir. Oh, sí sé la razón. En verano, Lola fue a mi casa y digamos que me "coloqué" la cara de Marco sobre mi rostro y terminé tomando unas muy ridículas fotos que lo avergonzarían pero que están para morirse de risa.

Claro, como buena chica, le mandé las fotos antes que a otros y él se terminó enojando conmigo. No hablamos durante unas semanas hasta que surgió la oportunidad de vernos gracias a que nuestras mamás son amigas. Ahí le aclaré también que nunca le mandé las fotos a Alana, quien seguramente las hubiera publicado, y así nos amistamos.

—Bien, todo bien -—le respondo con una sonrisa a medias. No le estoy mintiendo aunque tampoco diciendo la verdad—. Y tú, ¿qué tal todo con Alana?

Tal vez aún no he revelado mi obsesión con shippear, o mejor dicho, emparejar a dos personas reales o ficticias. Tengo una fascinación con emparejar a mis amigos pese a que a ellos no les gusta esto y, ¿adivinen quiénes son parte de una de mis parejas favoritas? ¡Marco y Alana!

Claro, a Marco esto realmente le asquea ya que ni siquiera le cae bien Alana y a ella le parece algo estúpido y sin sentido. Aunque en fondo, pese a que lo nieguen, creo que sí se quieren. Mentira, pero no tiene nada de malo creer en imposibles.

—Puta madre, Andra —dice Marco en voz baja—. Ya te he dicho cuántas veces que no.

—Aunque lo niegues sé que la amas en el fondo de tu corazón —le digo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡No, asco! —dice él espantado y me susurra al oído—. Además, tú sabes quién me gusta.

Eso es verdad, yo lo sé. No tengo intención de revelar quién es pero la conozco y creo que si él no hubiese metido la pata podría haber pasado algo. ¿A quién engaño? No, él no es su tipo y ella, no sé, siento que es muy superficial para él, pero, en fin, a los chicos lo único que les importa son los rostros bonitos y los cuerpos bellos.

Por ese motivo no creo que alguien se fije en mí. No tengo un buen cuerpo, aunque estoy en una dieta estricta por mi nutricionista, pero ese es otro tema, y soy muy descuidada con mi rostro y mi cuerpo en general. A las justas logro bañarme como para estar dos horas arreglándome el rostro y el cabello todas las mañanas. No, solo me hago una cola de caballo y me pongo algo de colonia, nada más.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora