75

36 1 0
                                    

Las cosas han sido horribles últimamente, ¿no? A veces siento que me desmorono, que estoy cayendo lenta pero seguramente a un inmenso vacío. Siento que no hay esperanza, que tan solo debería rendirme. Pero... ¿realmente eso es lo que quiero? En verdad, lo único que puedo hacer es continuar.

He decidido que voy a faltar el lunes. Lo he pensado bien y lo he discutido con mi mamá así que no hay problema. Voy a matricularme para dar el examen en noviembre. Tengo miedo porque no creo ser capaz de ingresar. Mi mente está en otro lado y no puedo concentrarme al estudiar. Necesito ayuda, pero no sé cómo ayudarme.

No me importa faltar el lunes. Tan solo me perderé unas pocas clases. No tengo trabajos pendientes ni exámenes que tomar. Será un día cualquiera en el que solo mis amigas notarán mi ausencia. Ni siquiera Marco lo hará, de eso estoy segura.

Y ahora que estoy nuevamente atrapada en el salón de clases, sé que es verdad. Miro por la ventana el cielo gris y es una de las pocas veces en las que no me siento molesta por esto. Es familiar esta sensación, me siento en casa al ver el cielo de esta manera. Representa mi espíritu, mis ganas de seguir.

Las cosas están como siempre, nada ha cambiado, la única que se siente diferente soy yo. ¿Por qué no puedo simplemente ignorar lo que siento y ser como los demás? ¿Por qué dejo que estas cosas me afecten? ¿Por qué no puedo ser fuerte? Me han dicho tantas veces que soy fuerte, pero esa es una mentira. Si tuviera tal fortaleza, no me sentiría así.

Aun así, intento simular que estoy bien. Hablo con mis amigas e intento sonreír, aunque sea una sonrisa falsa. A veces me siento más irritada que de costumbre y tan solo quiero estar sola. Sé que parezco una loca y sé que mis amigas se deben de preguntar qué me pasa. No quiero molestarlas con mis tonterías por lo que simplemente miento y digo que estoy bien.

Como siempre lo hago. Es la misma mentira de siempre.

A veces veo a Marco sonreír desde otro lado del salón. Esta junto a sus amigos, todos en grupo riendo a carcajadas. Él se ve tan tranquilo, tan feliz que no puedo evitar sentir amargura. Cada vez que lo veo siento que la cólera en mi aumenta. Cuando lo veo sonreír solo quiero que deje de hacerlo.

¿Por qué yo estoy así y él no? ¿Por qué todos son felices y yo no? ¿Por qué? Él continúa sonriendo junto a sus amigos o a veces junto a sus amigas. Bella es la que usualmente está a su lado. Ella le sonríe coquetamente y pasa una mano por su cabello cada vez que lo ve. Se acerca a él y pone su mano en el pecho de Marco. Él le responde con una sonrisa y veo que le gusta lo que ve.

Odio ver eso.

Tengo que voltear la mirada para no sentir más esa sensación tan horrible. Siento que estoy enloqueciendo. Necesito dejar de verlo o voy a empeorar. Necesito simplemente olvidar, pero no puedo hacerlo. ¿Cómo podría si es que lo veo todos los días? ¿Cómo podría si es que a veces cruzamos miradas y siento que me duele profundamente el estar así?

Quiero que sufra, que sufra tanto como yo estoy sufriendo. No quiero ser la única así. Él debe sentir algo porque no quiero creer que le importe un pepino lo que pasó. Después de tantos años... ¿acaso realmente nunca le importé? ¿Soy tan poca cosa?

Eso me hace recordar cuando una vez escuché sin querer a Karly hablando con Marco. Ella le dijo que yo era poca cosa para él y él no dijo nada. Recuerdo cuán molesta me sentí por eso y cuándo hablamos le grité en la cara lo que sentía.

—¿Sabes? Ella tiene razón, como siempre —le dije mientras que mis manos temblaban. Sentía que su silencio era más cruel que las palabras que escuché—. Tal vez es porque no soy lo suficientemente buena para ti, ¿verdad? Soy poca cosa, ¿verdad? Sí, es verdad. ¡Qué todos se enteren!

Recuerdo que dije eso fuerte con la intención de que todos me escucharan. Estaba muy molesta pero aún más triste. Quería gritar y decirle que me lastimó mucho el que no me haya defendido. Con sus otras amigas él era diferente. Cuando alguien las insultaba, él las defendía inmediatamente. Pero a mí... a mí nunca me defendió.

Eso fue lo que más me dolió.

—Andra —dice Delfín, quien acaba de aparecer de la nada. Me sorprende su presencia, pero me da igual—. ¿Por qué aún no hablas con Marco?

En estos momentos tengo ganas de darle un puñetazo. ¿Cómo se atreve?

—¿Por qué tengo que hacerlo? Él no me importa —le digo secamente.

—Vamos, pero si son buenos amigos.

Mi paciencia tiene un límite y ya ha pasado ese límite.

—Un bueno para nada como Marco no tiene nada que ver conmigo —le digo amargamente—. Una basura como él no me interesa para nada.

Después de esto, él al fin me deja tranquila y se va. Y tengo que admitir que me siento mucho mejor después de decir eso. Se siente bien darle un poco de lo que merece.

Durante los siguientes días los otros chicos se acercan a mí para preguntarme sobre mi situación con Marco. A todos les respondo de la misma manera, con rudeza y sin importarme lo que piensen de mí. Estoy harta de aguantar todo y de callar lo que pienso.

—Es un maldito imbécil —le digo a uno de los chicos.

—¿Cómo puedo llevarme bien con alguien tan poca cosa? ¿Es que no lo has visto? —le digo a otro.

—No pienso hablarle. No hablo con escorias como él. No me quites mi valioso tiempo con tonterías —le digo a otro más.

Digo todo esto en voz alta para que Marco me escuche. Yo no soy como otras chicas en ese aspecto. Si hablo mal de él quiero que él lo sepa. Quiero que lo escuche y que sienta un poco de lo que yo siento. Solo necesito eso, necesito saber que también le afecta.

Pero él no reacciona, no le importa. No me responde, solo lo deja pasar. Eso es lo peor que podía esperar. Nuevamente soy ignorada y vista como algo insignificante.

El viernes me encuentro con Ignacio. A él también le he dicho lo que pienso de Marco. Él me suele mirar con tristeza y me repite que hable con Marco y que le diga qué sucede. Yo me niego porque él tiene que hacer eso. Si yo le importara, lo habría hecho hace rato.

—Deberían solucionar su problema, su amistad era increíble —me dice Ignacio y me parece irónico porque si supiera lo que siento por Marco entonces no querría eso.

¿O tal vez sí? No tengo idea.

—Esa es una mierda —le digo y me pregunto si lo que está pasando por mi cabeza es correcto. Veo que él toma mi mano nuevamente y es entonces que me siento más segura—. Bueno, hablemos de otra cosa.

¿Debería hacer eso? ¿Ganaría algo? Marco dijo que no usara a las personas, pero en este momento me importa muy poco lo que él piense.

—¿Viste las últimas noticias de Marvel? Van a sacar la película de Spider-Man pronto —le digo y veo que Marco, quien estaba pasando, nos escucha.

—Sí, eso escuché. Me encanta la idea —dice Ignacio sonriente.

Yo pongo mi mano sobre su brazo y le sonrío.

—Si quieres podemos ir a verla. Sería genial. Solo aparece esta vez, ¿está bien?

—¿Solos? ¿Estaría bien? —me pregunta y sus mejillas enrojecen.

—Como quieras —le respondo—. Si quieres se lo decimos a las chicas y a nuestros amigos —digo esto enfatizando la palabra "amigos"—. No creo que algunas presencias sean necesarias, ¿no? Podemos divertirnos entre nosotros, ¿no te parece?

Él asiente con una sonrisa de oreja a oreja. Volteo ligeramente el rostro y veo a Marco cabizbajo. Estoy segura de que escuchó nuestra conversación. Por alguna razón, eso me hace sentir satisfecha.

Necesitaba esto. No importa si es algo egoísta, creo que puedo usarlo a mi favor.

Lo siento, Ignacio.

Hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora