27. GUSYGU

1.1K 82 1
                                    

GUSYGU

-¡No me pillas!-. Gritó Alexandra provocando al pequeño Alexander para que jugara con ella.

-¡Soy un niño perdido! ¡Claro que puedo pillarte!-. El pequeño Alexander recordó un fragmento del libro que le había leído Alexandra la otra noche antes de dormir. Llevaban una semana juntos, día y noche, incluso dormían en la misma cama pero de una forma peculiar, cada uno en sentido contrario al otro, teniendo como compañeros los pies del otro.

-¡Píllame si puedes!-. Alexandra abrió los brazos e imaginó que volaba.

-¡Espera Gu!-. Alexandra se detuvo. -¡Tenemos que quitarle el tesoro a Bacalao!-. Exclamó imaginando que un viejo cobertizo era el barco pirata.

-Muy bien. Esto es algo que solo los niños perdidos pueden hacer-.

-¡Se acabó el recreo!-. Exclamó la señorita. -¡Es hora de volver a dentro!-.

-Gu. Yo no quiero volver dentro-.

-Es la hora de leer. Ya casi acabamos el libro Gusy-.

-¡Si! ¡Quiero que lo leas!-.

** ** ** **

-Gu-. Alexander zarandeó a su amiga. -Gu-. Eran las tres de la madrugada, Alexandra abrió los ojos fastidiada. -Gu-.

-¿Qué pasa?-. Se incorporó y se frotó los ojos.

-Tengo miedo-. Confesó. -Hay trenos-.

-Truenos-.

-Gu ¿Puedo ponerme a tu lado?-.

-Si-. Alexandra abrazó a su amigo y el pequeño Alexander, pudo dormir todo lo que quedaba de noche.

Sentía como si Alexandra le protegiera de todo. Y Alexandra sentía lo mismo en otros momentos.

Ambos eran como familia del otro. Eran mejores amigos, hermanos. Algo muy fuerte que tan solo ellos dos sabían.

** ** ** ** **

Ya era de noche, las diez, todos dormían, menos los pequeños.

-Gu, quiero llevarte a un sitio-.

-¿Qué sitio?-.

-Quiero que sea nuestro país de Nunca Jamás-.

-Vale-.

Los dos dejaron puestos sus pijamas y se pusieron unas zapatillas de cordones reglamentarías del orfanato.

-Gusy-. Dijo Alexandra cuando su amigo acabo de atarse los cordones.

-¿Si?-.

-No sé atarme los cordones-. Alexander sonrió.

-Mira. Se hace así-. Alexander le enseñó. -Ya está-. Dijo orgulloso poniendo sus dos brazos en jarra orgulloso. -Ahora vamos-.

-Si-.

-Segunda estrella a la derecha...-. Empezó Alexander.

-...y todo recto hasta el amanecer-. Acabó Alexandra.

Ambos sabían cuando empezaba uno y cuando acababa el otro. Era como una especie de lema para ellos.

-Iremos por aquí-. Alexander se conocía el orfanato como la palma de su mano. Alexandra aún no lo había aprendido. Tan solo llevaba ahí dos semanas.

Los pequeños bajaron las enormes escaleras lentamente ya que sus cortas piernas por la edad hacían que fueran grandes escalones.

Alexander se metió en un armario que tenía un doble fondo. Lo descubrió jugando al escondite hacia medio año.

-Esta oscuro Gusy-. Le dijo ella.

-No te preocupes, estoy contigo-.

-Esta bien-. Alexandra cogió fuerte su libro y la mano de su amigo.

Alexander la llevó por un estrecho pasillo que tan solo tenían que agachar la cabecita. Y después de dos minutos en ese pasillito llegaron a un pequeño agujero.

-Y ahora solo tienes que andar como un perito-.

-Perrito-. Le corrigió ella. -Esta bien-. Alexandra lo hizo, en el suelo de madera ya había arena, pues ese pequeño agujero llevaba directamente a la playa.

Salió a la playa.

-Hala-. Exclamó ella al ver el gran mar. -Nunca había estado en la playa-.

-Yo venía con mis papás siempre-.

-Mi mamá nunca me ha traído-. Dijo frustrada. -Siempre estaba sentada en el sofá con sus medicinas, mi mamá no iba al médico para ponerse las vacunas-. Alexandra desconocía que lo que de verdad hacia su madre era drogarse.

-Vamos-. Alexander cogió de nuevo la mano de su amiga y la llevó a través de la arena. Pararon delante de la casa azul.

-Es impresionante-. Exclamó ella.

-Nuestro País de Nunca Jamás-.

Subieron arriba y se quedaron en el gran porche de color blanco que miraba hacia el mar.

-Alex ¿Me enseñas a leer?-.

-Sí-. Dijo contenta de que su amigo al fin quisiera aprender.

El pequeño Alexander aprendía rápido, gracias a que ella era una gran profesora, o así lo sentían ambos.

-Daaa. Me-. El pequeño Alexander alargaba las sílabas para que Alexandra finalmente las reajuntaran.

-Dame-. Si, así.

-Un-. El dedo de Alexander pasaba lento de palabra a palabra. -Beee. So-.

-Beso-. Dijo ella.

-¿Que es un beso? ¿Por que Peter no se lo quiere dar a Wendy?-. Le preguntó esperando que ella supiera la respuesta, para Alexander ella era como un lugar con todas las respuestas.

-No lo sé. Será por lo que se siente-.

-¿Que se siente?-.

-No lo sé-.

-Yo quiero saber que se siente-. Dijo intrigado. -¿Me das un beso?-.

-Los niños perdidos no se besan-.

-Pero quiero saber que se siente-.

-Yo también-. Alexandra puso sus labios como si fuera un pez. Alexander también lo hizo.

Ambos juntaron sus labios unos segundos y se separaron.

-No es tan malo ¿Por que Peter no quiere Gu?-.

-Por que es lo que hacen los mayores-.

-Te quiero Gu-. Alexander se puso al lado de su amiga y pasó un brazo por su hombro.

-¿Como los mayores?-.

-No, yo te quiero de verdad. Eres mi mejor amiga-.

-Yo también te quiero Gusy-.

SOY ALEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora