22. ALEXANDER

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Observo la cama vacía donde estaba Alex antes de que su corazón se parara.

Nuestra cama se ha quedado igual, apenas hay recuerdos entre las sábanas y ni siquiera una despedida decente...

Y todo el mundo se me ha caído encima. Lloro desesperado, tiemblo y jadeo como un crío cuando pienso que la he perdido. Es casi como si me muriera en esta angustia... perderla es lo más doloroso de mi vida. Mirar a nuestros hijos, y ver sus ojos en ellos, su sonrisa o algún gesto innato...

-Cielo...-. Alexandra me llama. -Estás teniendo una pesadilla-.

-¿Qué?-. La miro. Es ella. Viva. Es verdad, está viva. -Dios Alex...-.

-Cariño...-. Me abraza en la cama y aspiro su aroma como si fuera todo lo que necesito en ese instante. -Todo está bien...-.

Me separo. Quiero asegurarme de que es real. Y lo es, me sonríe, una sonrisa que dice "Te quiero". Cojo sus manos y las beso, luego a ella, sus mejillas, sus párpados, sus labios...

Hace tres meses encontramos el donante indicado, antes de que ella estuviera a punto de morir, fue a tiempo. A día de hoy todavía no me lo creo y rezo para que esto no sea un sueño a pesar de que jamás he creído que hay algo ahí arriba. Pero si para mantenerla con vida tengo que rezar, rezaré. En un mes sale de cuentas, y si ella no hubiera vivido para estar con nuestro hijo... las cosas no hubieran salido bien.

-¿Qué quieres desayunar-. Se levanta de la cama y se pone la bata que no le ata debido a la barriga de embarazada.

Está preciosa. Es preciosa. Es la mujer mas preciosa que jamás he conocido.

-¡Alexander!-. Dice con una risa.

-Ven aquí-. Le sonrío.

-Te recuerdo que tus hijos se desperteran de un momento a otro con ganas de dar guerra-.

-Lo sé-.

Y ella también. Se acerca a la cama, me mira a los ojos y sonríe. Se ruboriza como si me viera por primera vez, como si acabáramos de conocernos.

-Eres jodidamente preciosa-. Es lo único que soy capaz de decir.

Me inclino, la beso. Abre su boca y deja que nuestras lenguas se entrelacen, jueguen, se digan te quiero y lo mucho que nos deseamos. Se tumba, se acomoda y yo también lo hago. A su lado, la sigo besando. Aparto la fina bata y toco sus pechos. Gime y sonrío. Ella estira su mano, cuela su mano por debajo de mi camiseta y acaricia mis abdominales. Siento ese cosquilleo como el primer día, y creo que ella también lo siente. Creo que ambos sentimos estar perdidos sin el otro...

Tres... dos... uno...

-¡Mami, papi!-. Gritan Sam y Wendy acompañados del sonido de sus pies corriendo por el pasillo.

Alex y yo nos reímos nos apartamos. Nos sentamos en la cama y esperamos la avalancha que no tarda en llegar.

-Cuidado con vuestra madre-. Rio mientras evito que nuestros dos monstruitos la aplaquen como si fueran jugadores de rugby.

Bajamos a desayunar todos juntos. Le preparo el desayuno a Alex y a los niños, pues ella está todavía demasiado débil como para poder encargarse de todo, es fin de semana y yo tengo turno en el hospital, pero espero que los niños no le den mucha guerra hoy...

Los niños bajan las escaleras y van al cuarto de juegos que le hemos habilitado. Todavía estamos mirando la opción de mudarnos de nuevo a Long Beach, lo hemos pospuesto por su enfermedad, pero viendo que las cosas van tan bien... quizás es hora de que podamos ampliarlo todo con creces, su piso es increíble, pero nuestra casa, es aún mejor.

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⏰ Última actualización: Feb 20, 2019 ⏰

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