34. ALEXANDER

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ALEXANDER

Alexander: Abreme, estoy abajo.

Algo no va bien, no me creo que eso se lo preguntaran en el examen, sí, soy estupido, pero era tarde y con sueño no pienso con claridad. En la video llamada no estaba normal, ocultaba su cara con dolor.

La puerta se abre y la veo salir nerviosa, se mete en el coche sin decir nada. Cojea, cojea mucho.

-Corre arranca-. Sigue nerviosa.

-Dime de una vez que está pasando-. Arranco lentamente el coche.

-Por favor, rápido-. Está muy angustiada. Arranco.

-Alex ¿Que pasa?-. Digo enfadado.

-Por favor, no te enfades conmigo, sé que tendría que habértelo dicho antes-.

-¿El que?-.

-Josh me amenazó en Long Beach, antes de que me llevaras-. Mierda. Aprieto con rabia las manos al volante. -Anoche me pegó-. Le miro y aparco el coche.

-¿Donde te ha hecho daño?-. Mierda. Lo de las costillas y el tobillo es ella.

-Me cuesta respirar mas que ayer Alex, necesito tu ayuda-. Sus ojos se llenan de lágrimas. Mierda, ahora no puedo enfadarme con ella. -Noto como si tuviera algo hincado en el pecho y el tobillo, no puedo andar, estoy muy asustada...-.

Salgo del coche y voy por su puerta. Con uno de los botones que hay en su puerta hago que su sillón se incline haciendo que se tumbe. Pone cara de dolor cuando se estira por completo.

-Déjame-. Digo quitando los brazos de delante de su pecho. Subo su camiseta, esta llena de morados, de partes hinchadas. ¿Que cojones se ha creído para tocar a Alex? Ese hijo de puta está muerto.

-Ahhh-. Se retuerce de dolor cuando paso el dedo por una de sus costillas.

-Te ha fracturado la costilla-. Tiene unos hematomas feos.

-Joder-.

-Supongo que no quieres ir al médico-. Niega con la cabeza. -De puta madre-.

-Alex... no te enfades-.

-Déjame ver el pie-. No puedo creer que no me llamara. Que me llamara solo para preguntarme que tenía que hacer.

Vuelvo a inclinar despacio su sillón, me pongo de cuclillas fuera y ella se gira poniendo el pie encima de mis rodillas. Le quito con cuidado la zapatilla desabrochada, ahoga un grito de dolor. -¿Estaba roto?-.

-Sí-.

-¿Lo recolocaste tu?-. Asiente con los ojos muy apretados, le duele. -Lo hiciste mal-.

-Ah-. Dice cuando lo toco. -Pero estaba morado, y luego se puso bien-.

-Solo dejaste pasar la sangre, pero sigue fuera de su sitio-. Suspiro. -Esto te va a doler Alex-. Le va a doler, mierda, no me gusta hacerle daño.

-Espera-. Coge el sillón con fuerza. -Vale-. Hago un movimiento rápido y seco, noto un crujido bajo mis manos. -¡Ahhh! ¡Joder!-. Grita. Su respiración está agitada y sus lágrimas se apoderan de ella.

-Tenemos que comprarte hielo-. Pongo su pie dentro del coche y cierro la puerta.

Conduzco en silencio. Hicimos una especie de trato, ella tenía que llamarme siempre que lo necesitara, siempre que estuviera en peligro, me dijo que me diría cualquier problema relacionado con esto, le amenaza en Long Beach y no me lo dice ¿Quiere morir o que?

-Alex... por favor-.

-No Alex-. Paro el coche en una gasolinera.

-Tenía miedo...-.

SOY ALEXDonde viven las historias. Descúbrelo ahora