"Capítulo 4"

380 11 12
                                    

¡Oía gemidos! Sonreí malvada y toqué la puerta, para fastidiar. Se oyeron ruidos y a continuación, apareció mi hermana con su pelo revuelto, la piel roja por el cuello y los labios rojos.

Sonreí traviesa.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté sonriendo.

—Nada —soltó nerviosa.

—¿Me dejas entrar?

Tragó saliva y me dejó entrar. Estaba la cama revuelta y no había ningún sospechoso. ¿Pero dónde se esconden todos? ¡En el armario!

Me acerqué al armario y lo abrí. Ahí había un chico de la edad de mi hermana semidesnudo, solamente con el bóxer. Salió del armario y se quedó delante de mí.

—Ponte la ropa, y tú y yo, tenemos que hablar —miré a Miriam enfadada. La verdad es que no lo estaba (sarcasmo).

Bajó la mirada y miré al chico.

—¿Me esperas en el salón? —le dije.

Salió sin decir nada.

—¿Qué has hecho con él? —le pregunté.

—Nada —murmuró.

—¿Cómo que no estabas haciendo nada? ¡Él estaba semidesnudo en el armario y tú así! Mírate, por favor —hablé mientras me acercaba a ella. La cogí de la barbilla y la miré—. No quiero que pierdas la virginidad con cualquiera—

—Ya la he perdido —susurró.

—¡¿Perdona?! —grité—. ¡¿Cómo que la has perdido?! ¡¿Qué te ha pasado en la cabeza, Miriam?!

—Estaba en una fiesta, me emborraché, perdí el control y amanecí con un chico al lado.

Respiré hondo.

—¿Cuándo ha sido todo eso?

—Por mayo o junio.

—Vamos mejorándolo —murmuré—. ¿Quién es ese?

—Mi mejor amigo. Le llamé y terminamos así.

Volví a acercarme a ella. Me miró.

—No quiero que tu segunda vez sea como la primera. Piensa bien las cosas, por favor, Miriam. Solamente te pido eso, ¿vale? —sonreí.

Asintió y la abracé.

—No quiero que acabes como yo. Destrozada en mi primera vez —murmuré.

—¿Cómo fue?

Me separé y suspiré.

—El chico me prometía de todo. Tuve mi primera vez con él y al día siguiente, empezó a burlarse de mí delante de sus amigos. No quiero recordarlo. Solamente quiero que pienses antes de hacer, ¿vale?

Asintió.

—Vístete —susurré.

Salí de la habitación y caminé al salón. El chico estaba sentado en el sofá, y no era feo. Era un poco más alto que yo. El pelo lo tenía negro y los ojos verdes. Sus facciones eran duras.

—¿Has cenado? —le pregunté.

Negó con la cabeza.

—¿Cómo te llamas?

—Raúl. ¿Eres la presentadora de televisión?

—Sí, y la chica que está ahí dentro es mi hermana y ya la puedes cuidar y que no vuelva a ocurrir una cosa así. ¿Qué quieres de cenar?

—Tranquila, me voy a mi casa —se levantó.

—¿Quieres pizza? Puedo llamar a un restaurante.

¿No quieres o no puedes?   ➡ Antoine Griezmann ⬅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora