"Capítulo 46"

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Terminamos de cenar y nos quedamos un rato en la terraza. Oí los mismo ruidos que antes, como si hubiera algo en una de las habitaciones.

—¿Qué es ese ruido?

—Iré a mirar —susurró nervioso.

Se fue por el pasillo y después, oí pasos rápidos, como si estuvieran corriendo, pero no era un persona. Era ¿un animal? Miré hacia dentro y un perro venía corriendo hacia mí. Reí y se subió a mí. Comenzó a ladrar mientras le acariciaba.

—¿Qué pasa, pequeño? —sonreí.

André vino y me miró.

—¿Te gusta? —dijo sorprendido.

Reí y asentí.

André le hizo una señal y el perro se sentó.

—¿Cómo se llama?

—Rex —sonrió.

Le acaricié y Rex se acurrucó en mi mano.

—Mi exnovia no quería al perro y me dejó.

—Es una tontería. Con lo mono que son los perros —dije mirando a Rex.

Se subió a mis piernas y se quedó sentado ahí. Reí y entré a casa. André recogió al mesa y Rex se subió al sofá.

—¿Sabes que estás preciosa? —habló André.

Me sonrojé y me puse a ver la televisión. Me levanté y fui al sofá. No estaba lejos. Rex se acurrucó en mis brazos y sonreí. Comencé a tocarle el pelaje. Era suave.

André me miró tierno.

—Mis dos amores —murmuró.

Sonreí mientras me sonrojaba.

—Me voy a cambiar, ¿vale? ¿Te quieres cambiar?

Me encogí de hombros.

Me cogió en brazos y caminamos por el pasillo. Sólo tenía tres puertas.

—Esta es mi habitación. Después, esto es una habitación para invitados y la última un baño.

—Es lo básico.

Asentió, afirmando lo que había dicho y entró por una de las puertas, que era su habitación.

No era tan grande. También tenía lo básico.

A la derecha, estaba la cama. Era gigante la cama. Tenía sus respectivas mesitas de noche.

A la izquierda, había una cómoda alta y ancha. Era negro y tenía cuatro cajones.

Enfrente, había una ventana, que se podía ver el Vicente Calderón. Yo lo veía porque estaba la ventana sin persiana.

Me dejó en la cama y me fijé que había un armario empotrado en una de las esquinas.

Era negro y los pomos para abrirlo eran blancos.

Sacó una camiseta y me la dio.

—¿Quieres un pantalón?

—Vale —murmuré.

Sacó un pantalón largo y me lo dio.

—Me voy a dar una ducha. Puedes vestirte tranquila.

Asentí sonriendo y se fue con uno de sus pijamas.

Yo me puse la ropa que me dio, que no me quedaba tan grande.

Oí como se duchaba mientras que yo iba mirando los cajones de la cómoda.

Me había sentado en una silla que no sé que pintaba ahí.

¿No quieres o no puedes?   ➡ Antoine Griezmann ⬅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora