Capítulo cuatro.

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El sol se colaba por la ventana de mi habitación, era día jueves, y como me fastidiaba aquella alarma color negra que no paraba de sonar, la lancé contra la pared, esta se hizo añicos. Suspiré rendida.

No podía evitar odiar a Adam por hacerme despertar a estas horas de la madrugada, ¿No podía ser como la gente normal que hace ejercicio por las tardes? No, por supuesto que no. La bestia de hombre debía de hacer ejercicio apenas el sol salía por las nubes.

Refregué mis ojos, no quería abrirlos, no quería enfrentar la realidad otra vez de una casa solitaria y una vida sin padres, sin nadie.

Me levanté, aún estaba con pijama, pero bajé las pequeñas tiras de la camisa de encaje, necesitada darme una ducha urgentemente e ir en busca de Ryan.

Sabía que tenía una clase con él, parecía ser una buena persona. Era bromista, y ayer literalmente me había salvado la vida. Se preocupaba, no era sólo una misión. El toque familiar que le daba a todo me fascinaba.

La puerta de mi habitación se abrió, revelando  la poderosa figura de Adam tras de ella, estaba lanzando maldiciones y oraciones que pude descifrar que estaban en otro idioma. De cualquier forma, se le veía muy enojado.

Su rostro estaba serio, vestía con un pantalón algo holgado y una camisa ajustada color crema,  Jesús, ¿Acaso a ese hombre todo se le veía bien? De igual forme, le ignoré.

—Escucha, me vestiré, comeré algo, y luego iré al entrenamiento, ¿Vale? Me duele la cabeza y...

—Te busca un tal Bryan.

Quise reír por la forma en la que sus labios estaban fruncidos, es frase había salido de su boca de una manera tan vulgar que no me impresionaba viniendo de él.

—Bajo enseguida—le dije, sacando ropa del armario. Adam suspiró, evitando el contacto visual.

No soy medusa, cariño.

—Le he dicho que no vuelva jamás, no tienes permiso para salir de esta casa—habló severamente , lo miré como si estuviera diciendo el disparate más grande el mundo. Mi sangre hervía, ¿cómo se atreve?

Una cosa era tratarme a mi de una manera, y otra muy diferente era venir y tratar mal a mis amigos, no había excusa para lo que acababa de hacer.

Enfadada, tomé mi teléfono una vez más y marqué el contacto «Bryan», a los tres pitidos contestó su ronca voz. Adam se mantenía quieto, con sus brazos cruzados y una mirada de pocos amigos.

—Puedes venir a casa—le dije, en cuanto su ronca voz contestó el teléfono. Adam me miró como si estuviera loca, sus cejas estaban fruncidas y ya sentía que me estaba acostumbrando a verlo tan enojado conmigo.

Bryan, a través del teléfono me había dicho que había venido por mi, pero dos hombres lo habían sacado a patadas de la casa, negué con la cabeza en desaprobación. Adam era un salvaje de lo peor.

Corté la llamada y lancé mi teléfono a la cama, lo ignoré completamente. Sin embargo, seguía en mi habitación, observándome. ¿Qué es lo que quería ahora?

Me acerqué a él, dispuesta a sacarlo de mi habitación, ya que no podía hacerlo de la casa.

—¿Eres estúpida, o solamente finges serlo? Te he dicho, de ninguna manera saldrás de casa, y de ninguna manera ese sujeto entrará a esta casa. Te lo advierto Skyler, no te atrevas a desobedecer mis órdenes o...—le corté.

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