Capítulo cuarenta y tres.

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Adam

Sky había salido prácticmente corriendo al ver a Anabelle frente a nosotros, estaba pálida y la verdad es que no me sorprendía su reacción, yo estaba de la misma manera.

Las últimas noticias que había tenido sobre ella había sido unas muy malas. Lo último que había escuchado sobre Anabelle había sido que se había unido otra vez a la Clea y se encontraba desaparecida. Supongo que ahora le encontraron.

Estábamos sólo ella y yo ahora, Ian se había llevado a Zoe a la fuerza, ya que esta estaba amenazando de muerte a Anabelle, y Skyler simplemente corrió hasta su habitación.

Tragué saliva.

Definitivamente no estaba listo para este momento, recuerdo que lo último con esa muchacha había terminado muy mal y yo había terminado por soltar mi sentimiento por Sky.

La miré,  sus ojos verdes sean veían cansados, tristes como nunca antes los había visto.

Por un segundo dice abrazarla, porque ella estaba aquí. Sabía que la Clea ya tenía instrucciones muy específicas respecto al paradero de Leonardo.

Y yo no iba interferir en ese plan, mucho menos ahora que mi corazón también está en estado crítico.

No la podía mirar a la cara, hacia unos meses yo mismo había dicho que yo la quería con todo mi corazón, y que saldríamos juntaos de la Clea. Pero ahora todo era muy diferente, las cosas habían cambiado, yo había cambiado.

Ese hombre de 23 años que ella creía que seguía existiendo, ya no estaba. No queda ni una sola parte ni siquiera las migajas.

Y había una respuesta muy sencilla para ello, Skyler Evans. La hija del mayor asesino y traficante de este país.

—¿Qué es lo que haces aquí?—le dije,— sé que no has venido a hacer una visita.

Ella se rió, su atuendo se le veía ridículamente bien, y no entendía como demonios había conseguido mi ubicación, mucho menos cómo había entrado al lugar sin ser descubierta.

Luego recordé que en su labor ella era la mejor.

—He venido a salvarte el pellejo—murmuró, entrando a la casa, haciendo resonar sus pasos—, estás frito, Adam.

—¿De qué hablas?

—Leo llega en exactamente cinco horas, y créeme, no será algo bueno.

Aquello había caído como un balde de agua fría, apreté los puños y la sangre me hirvió.

—Sabes que tengo que estar acá cuando él llegue, lo sabes... no puedo darme el lujo de que se vaya otra vez.

—Y yo no pienso darme el lujo de que te lance un disparo en la cabeza por haberte estado acostando con su hija.

Guardé silencio, Anabelle parecía agitada, pude ver en sus ojos que aún me quería.

—No metas a Skyler en esto, ¿Vale? que ella no tiene nada que ver—le dije, dándome la vuelta, ella parecía furiosa.

—Te has enamorado de ella—afirmó.

—Sí—le dije—me he enamorado de ella.

Ella me miró como si estuviera loco, por fin se había dado cuenta que el hombre que ella quería ya no estaba. Fue brutal.

Aceptarlo para mi mismo era muy diferente que decírselo a los demás. Sobre todo a ella.

Veía sus ojos que tenía mucha pena, estaba tan triste que sus lágrimas estaban por rebalsar sus ojos.

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