Capítulo diez.

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Desde pequeña mi padre me ocultaba absolutamente todo, recuerdo mis llantos de horas y horas para que tan sólo el me pudiese decir quién diablos tenía a mi madre, mis pataleos porque no entendía por qué no podía salir a jugar a las calles como las demás niñas de mi escuela, no entendía por qué no podía ser normal, no lo entendía. Y sufrí mucho gracias a ello. Muchísimo.

Como siempre , Zoe fue quien me entendía, sus condiciones eran iguales a las mías y jamás se nos dijo ni una sola palabra para que pudiésemos entender nuestra situación, todo lo contrario.

La gente que trabajaba para nosotras jamás nos dijo ni una sola palabra, y es que, ¿Cómo podrías decirle a una niña de siete años que su vida estaba en constante peligro? Y que no sólo sería así su niñez, sino que toda la vida, que jamás tendría una vida normal. No, ¿Verdad? Nadie podría ser tan cruel como para decirnos algo así, además que ellos tenían totalmente prohibido entrelazar algún vínculo con nosotras, e incluso hablar deliberadamente, sus funciones eran vigiladas estrictamente por todos, y es por eso que ninguna sirvienta duraba mucho cuidando de mi.

Hacía demasiadas preguntas. Yo no quería un futuro así para nadie, mucho menos para la criatura que llevaba dentro mío.

Sonreí al vació, estaba en el lugar donde comenzó todo, en la habitación de mi departamento. Las sábanas estaban enrolladas, todo estaba desordenado y pareciera como si hubiese pasado un torbellino por la casa. No había salido de aquí en días, Ian, Zoe, Ryan y Scott estaban preocupados, venían a monitorearme muy seguido. Y lo entendía, pero no podía hablar, no podía asimilarlo. No aún, cuando había decidido tener esto, lo que sea que tuviera dentro, y darle vida hasta que naciera.

¿Embarazada? ¡Dios, si ni siquiera podía mantenerme a flote a mi misma! ¿Cómo le haría con un bebé en mi vida? Con un hijo, mi hijo.

Sólo habían tres personas que sabían de mi estado, Tyler, Zoe, y el tío de esta que me había atendido hace algunos días. Recuerdo cómo Zoe casi enloqueció cuando se lo conté, comenzó a llorar como una loca.

Y como si la hubiese invocado, el timbre del departamento sonó tres veces, rápidamente. Supe de inmediato que era Zoe, era algo que siempre hacíamos cuando éramos más pequeñas y una de las dos estaba en problemas. Tocar tres veces la puerta, así sabríamos que eramos nosotras y nos sentiríamos seguras.

Recordé las veces que llegábamos aterrorizadas a donde la otra. Nunca más quería algo así.

Corrí a la puerta, casi tropiezo con el sofá de la sala, pero logré llegar a la puerta. Antes de abrir tomé un respingo, me dolía mucho la espalda.

—Hola, futura mamá.

Era obvio, así era ella. Le sonreí, su cabello rubio ya se encontraba dentro el departamento, y me fijé en la mueca de asco que hizo, y en las muchas bolsas que traía con ella.

—Tonta, no me digas así—le dije.

—Joder, amiga; ¿Desde cuándo tu departamento se ha convertido en un asqueroso basural?— dijo, bajándose los lentes negros que traía puestos. Sus ojos parecían querer salirse de su rostro.

—Ay, Zoe, no molestes— le dije—, han sido unos días de mierda, lo sabes.

Ella hizo un puchero y dejó sobre la estantería su bolso, a la vez que me entregada un a bolsa decorada perfectamente, parecía un regalo. La miré confundida.

—Ábrelo.

Lo recibí y me senté en el sofá con él, retiré la cinta que le cubría y lo abrí. Mis ojos se llenaron de lágrimas y un sollozo se escapó de mis labios.

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