Capítulo treinta y tres.

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Adam.

—Debes estar tranquilo, hazlo por ella.

Ryan me hablaba desde el otro lado de la sala, pero ya todo parecía ir en cámara lenta, todo parecía falso, irreal. Todo dolía demasiado.

En este minuto Mónica y Margareth, su asistente, se encontraban en la sala de enfermería de la casa, operando a Skyler.

Mi corazón latía de par en par, más sabiendo que todo esto era por mi culpa, por mi culpa ella había recibido una bala que en este momento podría costarle la vida.

Y si ella moría, estaba demasiado seguro de que una parte importante de mi se iría con ella.

El remordimiento de no haber estado ahí con ella estaba quemándome la cabeza, no entendía cómo habían podido entrar a su habitación, no lo entendía en lo absoluto.

El rostro pálido de Mónica salió desde la sala, sus manos parecían temblar y sus ojos estaban cristalinos.

—He hecho todo lo que he podido, lo siento.

Me levanté de mi asiento rápidamente, sin poder creer lo que estaba oyendo. Ella no estaba muerta, no lo estaba.

—Estás mintiendo, ella no puede estar muerta, ¡¿Qué es lo que pasa contigo?!

—Tuvo una hemorragia que fue imposible de controlar, Adam. Se... se ha ido. Debemos de comunicárselo a Leo.

Sus ojos derramaban lágrimas, y los míos parecían muy cerca de hacer exactamente lo mismo, Ryan apretaba con fuerza su teléfono móvil y de su rostro caían miles de lágrimas.

Mi corazón se había partido, ella se había ido. Me costaba respirar, el dolor que sentía era tan jodidamente parecido al que sentía cuando era pequeño al recordar la muerta de mis padres.

Golpeé la pared con fuerza y miles de vidrios se incrustaron en mi piel, Mónica corrió hasta mi.

No lo podía creer, la venganza se había cumplido, y aquello había costado toda mi alma.

—Eh, hombre, despierta.

Desperté sudoroso, estaba empapado y mi corazón latía con fuerza, resoplé y coloqué las manos en mi rostro, aquella había sido la peor puta pesadilla que había podido tener jamás.

Miré a Ryan y parecía afligido.

—Puta madre—murmuré.

—¿Has tenido una pesadilla? Porque te he oído gritar su nombre desde la otra esquina de la casa.

Tragué saliva fuerte.

No quería que los demás se enteraran sobre mis sentimientos hacia Sky, pero Ryan en este momento y siempre, era lo más cercano a lo que podría llamar amigo. Ryan se había comportado tan bien conmigo y con ella, que no podía negarle el derecho de saber la verdad.

Aunque él ya lo sabía.

—Sí, creo que esto me ha afectado un poco más de lo debido.

Ryan se me acercó y me palmeó el hombro.

—Está bien preocuparse por ella si la quieres, está bien.

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