Capítulo treinta y dos.

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Una fuerte alarma comenzó a sonar por toda la casa, Adam se levantó de golpe y checó su teléfono.  Lo miré, intentando acostumbrarme a la oscuridad, sin duda estaba sumida en un sueño profundo.

Su rostro se desencajó y mandó a sonar una sirena estruendosa. Se levantó rápidamente, y aunque era mitad de la noche, colocó perfectamente bien su ropa y su equipo.

—Tenemos intrusos, quédate... quédate aquí.

No le respondí, no podía creer que en más de dos semanas no sucediera nada, y que justamente ahora todo se desmoronara, no lo podía creer. Adam estaba por salir de la habitación sin antes tomar un arma y colocarse un chaleco anti balas. Antes de que él abandonara la habitación le detuve por el brazo.

—¿Qué es lo que está pasando?—le dije, asustada hasta la médula al ver la expresión de su rostro. Lucía preocupado hasta la coña y jamás lo había visto de esta forma.

—Se ha activado la alarma, los demás ya están en sus posiciones—dijo colocándose el chaleco antibalas rápidamente. Me entregó uno a mi con poca sutileza y mi corazón latió con fuerza—, quédate aquí. Debo averiguar qué es lo que está pasando.

Lo detuve.

—No quiero que algo malo te pase—susurré, con los ojos cristalinos. Adam tragó saliva y cada posible sentimiento hacia mi se alejó. Como si fuese otro.

—No importa si algo malo me pasa, a ti es a quién no puede pasarte nada.

—¡Adam!—le grité, con los labios mojados  y el pecho acelerado. Mis manos sudaban, si antes me preocupaba por él ahora estaba aterrada. No podría soportar que algo malo le sucediera.

—¡Suéltame Skyler!—me dijo con voz ronca, zarandeándome cuando quitó mi mano de su brazo.

—Quédate conmigo—rogué.

—No, soy quien está a cargo y debo saber qué demonios pasa en este lugar.

—¡Adam!

—Ponte el chaleco, toma el arma y quédate tras la puerta. Tocaré tres veces y luego dos, esa es mi señal. Si golpean una, dos, o un número diferente de veces dispara, dispara tan rápido y  tan eficaz como puedas.

—Por favor, ten mucho cuidado—susurré, dejándolo ir.

—Skyler, sólo quédate aquí, y ten esto—me entregó un arma bastante pesada—, por favor, no salgas de aquí.

—Adam, por favor dime qué rayos es lo que está pasando—le repetí la pregunta, mirándolo fijamente, sus ojos color miel no tenían expresión como cuando lo conocí.

—Sólo... sólo no salgas—murmuró rápido—, volveré por ti cielo, lo prometo. Estarás bien.

—¡Espera!—le grité, asustada. Él se detuvo, su respiración iba rápida y sus manos se movían con rapidez.

Besé suavemente sus labios, y mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Prometo que volveré, agáchate y colócate un chaleco antibalas—murmuró con rapidez, sacando el freno de la pistola que estaba en su pantalón—, nadie entrará a esta habitación. Y si alguien lo hace, dispara. Dispara Skyler, dispárale a todo lo que se mueva.

Cerro la puerta y le colocó llave, sin responderme y dejándome con el alma en un hilo.

Nunca lo había visto tan preocupado, jamás. Miré por la ventana, aprovechándome de que en este minuto fuera de noche y las cortinas podían camuflarme de una mejor manera.

Eran muchos, no sabía cuantos con exactitud, pero eran muchos hombres los que ahora corrían hacia la casa a través del bosque. Y no tenía claro si podíamos hacer algo contra todos ellos.

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