Capítulo uno.

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La vida. Esa vida que traicionaba y mentía. La vida, esa que jodía dolía y escocía.  Y la muerte, esa que te quitaba a quien más querías.

Y la línea. Esa línea tan frágil que podía romperse en cualquier segundo. Esa línea que podía llevarse aquello que más querías.

Abrí mis ojos completamente asustada. Suspiré al ver que eran ya las doce del mediodía. La misma pesadilla, la misma escena que viví hace diez años. El peor acontecimiento de mi vida.

La noche en la que mi madre había muerto por proteger a Leonardo Evans, mi padre.

Qué horrible era sentirse así, impotente. No pude hacer nada para evita la muerte de la mujer que me había dado la vida y de la persona que más me quería. Eso dolía. Dolía el no haber podido hacer nada, el haberla visto ahí, desangrándose conforme pasaban los segundos.

Los gritos y las lágrimas de ese día. Joder, era algo que yo jamás perdonaría, que yo jamás podría olvidar.

Recuerdo exactamente cómo se sintió, ese dolor desgarrador que sólo un suceso así puede causarte, las ganas infalibles de llorar y golpear todo. Cerré los ojos recordándolo todo por unos segundos, mi madre falleció por una hemorragia en el pecho, y desgraciadamente tuve que observar todo eso desde las alturas en los brazos de mi padre.

A pesar de todo por lo que habíamos pasado, yo a mi padre no podría cambiarlo por nada del mundo. Habíamos vivido tanto juntos desde la muerte de mamá, que no me imaginaba estar en un mundo donde él no fuera partícipe de mi vida.

Los toques en la puerta de mi habitación me hicieron dejar de lado mis pensamientos, y observar hacia la puerta.

—¿Si?

— Señorita, Zoe me ha entregado una invitación para usted— habló una mucama desde el otro lado de la puerta—. Ha dicho que es de suma urgencia.

—Entrégamelo.

Zoe, probablemente mi peor influencia pero mi más gran amistad. De esas personas que tienden a hacerte la vida más ligera y menos dolorosa. 

La mucama ingresó a mi habitación y me tendió el pequeño sobre que mi mejor amiga me había dejado y luego salió por la puerta. Comencé a leerla. Era una invitación para una inauguración de una fiesta muy importante, a la cual yo estaba invitada según la tarjeta.

Tomé mi teléfono y tecleé el número de Zoe, pero ella no contestó. Por el contrario, envió un mensaje de texto.

Estoy con un chico, más tarde te llamaré. Bryan me entregó la invitación para que te la diera luego, sé que será la mejor fiesta del mundo.

Suspiré, todos los días parecían ser iguales. La misma vida, los mismos hombres, la misma rutina, la misma protección, la misma muerte.

Me destapé y arrojé las sábanas lejos, tenía muchísimo calor y necesitaba levantarme y hacer algo. Estaba tan aburrida, ya había terminado el año escolar y se supondría que debería estar en la Universidad a estudiar algo de mi agrado, pero mi padre decidió que sería mejor dentro de unos años, cuando no esté todo tan peligroso.

Peligroso para él, quería decir peligroso para mi.

Quería estudiar medicina, ayudar a los demás como nadie pudo ni logró ayudar a mi madre. Ese era mi gran secreto, aunque sabia que no se lo podría contar a mi padre, no cuando su único deseo era que me hiciera cargo de los negocios fraudulentos que él tenía.

El tráfico de drogas y las demás operaciones no podían importarme menos, yo quería una vida normal, no una donde tuviera que huir siempre. Odiaba huir, yo quería pertenecer a algo, a alguien. 

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