Capítulo diecinueve.

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LEER NOTA FINAL .

Lo quería, sabía que lo quería aunque fuera un poco, aunque fuera el sentimiento más efímero que alguna vez alguien podría sentir, y que podría durarme sólo algunos minutos, pero le quería.

Quería a Adam, sabía que le quería, pero también sabía que él quería a alguien más.

Sabía que tenia un pasado innegable con Anabelle, y que antes de observarme, miraría a unas cuantas chicas más sólo por el hecho de ser yo, me odiaba, lo sabía.

Luego de esa conversación en la piscina la noche se hizo eterna, juro que no había pegado ojo en las ocho horas que debería haber dormido, sólo le daba la espalda e intentaba meditar, y partirme la cabeza pensando en qué momento comencé a querer al idiota número uno de este mundo.

Sentí el peso de Adam fuera de la cama, se había levantado y yo seguía con un insomnio de puta madre.

—Eh, despierta. Tienes una llamada de tu padre, Sky.

Como si fuera por arte de magia me levanté con rapidez y corrí hacia el teléfono que yacía a unos metros de Adam, le eché un vistazo al reloj rojo colgado en la pared y este apuntaba las 8a.m

—Papá—le dije, a través de la línea, lo extrañaba demasiado, y me sentía terriblemente mal sin él a mi lado, Leo lo era todo para mi.

—Hola pequeña, tengo diez minutos para hablar, ya sabes... debo cambiar mi destino otra vez, ¿cómo han ido las cosas por allá?

—No lo sé papá, Zoe está con el hermano de Adam en no sé donde diablos, estoy en un maldito bosque donde ni siquiera la recepción es buena, y he sufrido demasiados ataques como para querer vivir, fuera de eso todo bien.

—Sé lo de los ataques,Adam me ha mantenido informado de todos tus pasos Skyler, recuerda lo que hemos hablado hace algunas semanas, debes hacer todo lo que él diga, y por favor... —suspiró a través de la línea—no intentes volver a escapar.

—Lo sé, es sólo que... —le eché un vistazo a Adam, este estaba sin camiseta y resoplé—me jode bastante. Por cierto, ¿como estás tú? ¿dónde estás? te extraño.

—Mejor princesa, ya sabes... no puedo darte mi ubicación, por tu propia seguridad.

—¿Nadie sabe dónde estás?

—No, nadie. Pero mis ojos siempre están puestos en ti, jamás dejaré que nada malo te suceda, lo sabes— se escucharon voces desde atrás y el sonido palpante de un motor—Debo cortar Sky, el avión ya va a despegar.

—Está bien, por favor... cuídate papá, te quiero.

—También yo—murmuró—también yo.

Colgué el teléfono con cuidado en me senté sobre la pequeña cómoda, Adam tenía su mirada fija en mi, sentía sus ojos penetrar mi sistema, y no sabía si aquello era lo que me tenía a sus pies, o el cuerpo de Dios griego que poseía.

—¿Estás bien?—preguntó, sin moverse de su lugar.

—Lo estoy—le respondí, mirándolo a los ojos.

No respondió y me acerqué a él sin desconectar sus ojos de los míos.

—Adam yo... quisiera saber cómo está Zoe, crees que yo...¿Podría hablar con ella?

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