Capítulo treinta y seis.

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Estoy tan jodidamente cansada de todas las malas desiciones que he tomado estos meses, tan abrumada por todos los errores que he cometido; pero sobre todo, tan estúpidamente arrepentida por haberme enamorado de él.

Me sentía tan tonta, como nunca antes en mi vida.

Adam había jugado conmigo, no tenía ni la menor idea del propósito, pero lo había hecho, había roto mi corazón.

—¿Que es lo que pasa contigo? —murmuró Ryan sentándose a mi lado.

—Nada, es sólo que... ya sabes, lo que te he dicho anoche.

—Pobrecita de mi niña—murmuró con un ternura, abrazándome a la vez—, pero aún no puedo creerlo, es decir, ¿Cómo podría? Adam está enamorado de ti, te lo juro.

—Ya basta de decir mentiras Ryan—lo observé mal.

—Joder niña, que se le nota en sus ojitos color miel.

—No es así, que lo he visto.

—Por Dios Skyler, no seas estúpida, se le nota hasta en la polla que te ama.

—Ryan, por favor, ya basta. Lo que he visto ayer no se borrará jamas de mi memoria—murmuré.

—Juro que aquí hay gato encerrado, aquí algo huele mal mujer. Te juro que me ha dicho cuánto te quiere, ese hombre está coladísimo por ti. Y no creo que un par de tetas le hagan creer lo contrario, créeme, el no es así.

—No lo sé.

—Sé que desde que llegó esa chica está algo extraño, pero he hablado con él y necesita hablar contigo y ...

—Ryan—le interrumpí—, llegas a coludirte con él y te rompo los huevos, ¿Está claro? ¡Donde está tu lealtad!

—¡Pero mujer! ¡No puedo tener lealtad cuando sé que estás mal!

—Ryan—le miré—, lo he visto con mis propios ojos. He visto a Sophie montada arriba de él, lo he visto. Nadie me lo ha contado ni ha sido un chisme de mal gusto, lo he visto. Y ha sido de lo peor.

—Si sólo hablaras con él...

—Ryan, ya basta. Y va para él también, que se deje de tocar la puerta porque no abriré, no lo escucharé. Se acabó vale.

—Vale—murmuró cansado—, pero algún día tendrás que hablar con él del tema, no es como si él se fuera a alejar de aquí.

—Lo sé, pero no será pronto.

—Está bien—dijo, acomodando su cabello— por cierto, hoy habrá una reunión de hombres de tu padre aquí en la sala, a las ocho en punto.

—¿Es una fiesta?

El me miró mal.

—Skyler, a veces no sé como soy amigo tuyo, lo juro.

—Ay, sólo ha sido una broma, pesadez—le golpeé el hombro.

—La cosa está en que por ningún motivo puedes bajar, ellos no te conocen y son peligrosos.

—¿Me estás privando de libertad en mi propia casa? ¿Qué clase de Adam eres?

—Niña, sólo... No puedes bajar luego de esa hora y punto.

—¿Puedo saber por qué?— le pregunté.

—Sí, si hablaras con Adam sí, él tiene toda la información y él debería de hablar contigo, pero ya que prácticamente le has lanzado un florero cuando lo viste, me pidió que lo hiciera.

—No fue un florero, fue un cojín. Qué exagerado—bufé.

Ryan se levantó de la mesa y me observó con lentitud.

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