Su madre le dio un dulce (y tal vez algo baboso) beso que resonó bastante, dejándole una huella de labial al despedirse. Su padre volvió a agitarle los cabellos y sonreírle. Adrien intentó no hacer muecas por la despedida, les sonrió a medias y abrazó con cariño, deseándoles un buen día, afirmando que les avisaría cuando saliera de casa. Nathalie también salió con ellos, despidiéndose con una sonrisa, y dándole la nota del día. 'Si tu día está amargo sacúdelo un poco, a veces el azúcar está en el fondo.' Cada uno se metió en un auto y se fueron a trabajar.
Adrien no entró hasta que el último vehículo desapareció calle abajo. Se metió a la casa y cerró con seguro la puerta de entrada. Apenas eran las 9:30 a.m., se preguntó qué debería hacer. Nada. No debería hacer nada. No estudios. Ni tareas. Mucho menos proyectos. Tendría el resto de la mañana para hacer... otras cosas.
Pero eso el que lo tuviera libre no concordaba con Adrien. No con ese chico rubio al que siempre lo ponían a estudiar. Eran clases de piano, o de esgrima (aunque la última vez no había durado tanto), o de chino, o hasta una vez por petición de su madre lo iban a inscribir a ballet. Sí. Siempre le tenían ocupado con eso. Pero luego ahí entraban sus amigos, quienes lo arrastraban con ellos para que se quitara de encima todos esos deberes.
Adrien volvió a ver la nota que le dio Nathalie. Era un pedazo de papel cuidadosamente cortado en la forma de un café con tapa, como cualquiera que te pudieses conseguir para llevarte al trabajo o de camino al colegio. Eran para que sus días no fuesen tan aburridos. Y también para que no se sintiera solo. Al igual que los dibujos que aparecían en su piel, Nathalie todos los días le daba una nota después del desayuno.
Sacudir su día. Vaya frase. Y apenas estaba empezando.
Cuando el timbre sonó en la residencia, Adrien cayó del sillón por la sorpresa y llevando consigo un bol lleno de palomitas que intentaba agarrar en ese instante.
— ¡Un momento! —exclamó.
Se levantó en la brevedad, aunque su piel se puso algo roja por el golpe. Dejó las cosas en el suelo y fue a ver quien era. No se sorprendió en ver una cabellera negra bastante corta y unos redondos ojos cafés. Monique estaba ahí para arrastrarlo fuera de su modo 'nada' como a ella le gustaba llamarle.
Apenas Adrien le quitó el seguro a la puerta y ésta se movió los primeros treinta centímetros Monique dio un paso al frente y por sí misma abrió la puerta, hizo a un lado a Adrien, cerró tras ella y se volvió abrazando al rubio.
— ¡Buenos días, chico paleta! —saludó con una gran sonrisa.
—Hola, torbellino en versión de bolsillo —contestó el chico.
—Sigue intentándolo, es muy largo. —La chica se rió al separarse de su abrazo.
Pero su expresión se rompió cuando olfateó el aire. Y frunció el ceño.
—Me huele a nada. —La forma en que Monique pronunció su 'nada' no era casual, tenía algo de reproche. La de cabello negro se cruzó de brazos, pidiendo una explicación, pero Adrien se encogió de hombros.
— ¿No te olerá a palomitas?
—Ja ja, sí, pero con eso y tu cabello aún revuelto se nota que tampoco sabes qué hacer. Intentaste parecer un adolescente normal que tiene una mañana libre, ¿no es cierto?
—Según tengo entendido, soy un adolescente normal que tiene una mañana libre.
—Eres un adolescente que se pone ropa como si fuese a salir cuando va a quedarse en casa sin ninguna compañía por unas ocho horas. —Le dio un golpe amistoso en el brazo—. Sigo esperando el momento en verte en calzoncillos y una camisa cualquiera.
— ¿Y qué pasa si duermo desnudo?
—No te creo capaz de andar desnudo por la casa.
Una sonrisa bailó en los labios de Monique cuando se adentró en la casa. Adrien la siguió unos pasos atrás, con las manos en los bolsillos y viendo como la chica recogía el bol del suelo y lo colocaba en la mesilla a un lado del sofá del que había caído.
—Bueno, el desorden no me lo esperaba, me alegro por ello. —Asintió aprobando esa conducta.
Para Monique, Adrien era un chico que no sabía divertirse por sí mismo. O por lo menos no consideraba diversión el hacer planas de chino o cantar una canción sobre todos los elementos de la tabla periódica. Para Monique, Adrien era la Wikipedia andante (y por algo de tiempo ese fue el apodo en que le bautizó hasta que la mala suerte golpeó a Adrien y cada vez que había una paleta de hielo estaba cerca se caía en él). Cuando estaban con sus amigos Adrien parecía más alguien que no se quedaba en casa estudiando y pocas veces hablaba con sus padres. Y últimamente, cuando eran mañanas de vacaciones o días donde se suspenden las clases Monique acababa llegando a su casa para acompañarlo, porque pensaba que no sabría entretenerse de otra manera más que leyendo sobre la evolución de la música.
Ambos muchachos dejaron algunas palomitas en el suelo, y otras se las lanzaron en el rostro mientras veían lo que sea Adrien había estado viendo. Monique realmente no prestó atención, había referencias históricas por todas partes y le mareaban mucho. Adrien, en cambio, no le pudo prestar mucha atención por las palomitas que golpeaban su rostro o porque Monique gruñía y se quejaba por el aburrimiento.
Adrien sabía que Monique iba por excusa de que él no sabría actuar como un adolescente normal y hacer maratones de series o películas, montarse sus propias coreografías y cantar como si no hubiese nadie (cosa que era cierta), o quedarse hasta noche navegando por internet. Porque normalmente no lo hacía. Pero había también dos razones más por las que Monique iba siempre que podía a acompañarlo: se aburría un más en su propia casa, y quería intentar convencerlo de que eso que aparecía en su piel cada mañana tenía que ver directamente con su alma gemela.
Tal vez, por muy loco que le sonase... últimamente estaba considerando esa opción.
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Perfectly Imperfect
Fanfiction'Nuestras almas están conectadas.' Cada día desde los nueve años le aparecían dibujos en su piel. Aparecían en sus manos, en sus tobillos, en sus muslos. También aparecían en su espalda y más frecuentemente en sus brazos. Todos los días cambiaban d...