05.

572 63 39
                                    

'Nunca sabes que tan mala es la mala suerte que te han guardado.'

Cuando sonó la campana para que Adrien se dirigiera a la segunda clase, sintió un gran alivio. La señora Cara de Bulldog estuvo a punto de evitar que saliera de la oficina y se fuera a su clase, se salvó por los pelos.

Sin embargo llegó tarde a casi todas sus lecciones. Le tiraron un refresco de color ciruela en la camisa a la hora de comer. Le llegaron a esconder la mochila, que acabó en un bote de basura orgánica, y Adrien no supo quiénes fueron. ¡¿Qué pasaba con ese día?!

Monique no había ido al colegio (algo claro, ya que tampoco había ido por él a su casa). Y no encontraba a Nino por ningún lado. Quitando a esos dos, los demás amigos de Adrien eran externos al colegio, o eran amigos de los ya mencionados, pero no le dirigían la palabra si Monique o Niño no estaban presentes. En todo caso Adrien estaba solo ese día donde absolutamente todo parecía querer salirle mal.

<< ¡Feliz décimo sexto cumpleaños! >> pensó con gran ironía cuando por fin el timbre a la última hora sonó, interrumpiendo a la maestra y alegrando a cada uno de los jóvenes.

Adrien tomó su mochila algo apestosa y esperó a que el salón se vaciara lo suficiente para no tener que empujar a nadie al salir. No estuvo ahí sentado tanto tiempo, en realidad, los chicos siempre parecen desesperados por irse lo antes posible del colegio. Se levantó de su asiento y se retiró al igual que todos ellos unos momentos después del último chico y la profesora.

¿Cómo sería su camino a casa, igual de malo como había sido todo su día? Sosteniendo la mochila con una mano salió del colegio como jamás lo había hecho nunca: sucio, solo y con un mal presentimiento en su interior. Mientras caminaba en dirección a su casa estaba intentando no pensar demasiado en lo que había ocurrido, y se esforzaba a sobremanera por no ver a cada paso su antebrazo izquierdo.

Quítate de encima!' decía. Pero Adrien ya le había dado tantas vueltas como un niño las daría al bajar rodando una colina de veinte metros. ¿Qué podía significar aquello? ¿Acaso había remplazado esa exclamación el dibujo del día? Esperaba que no, pero tampoco había tenido tiempo (ni seguridad siendo que estaba en el colegio) de revisar si encontraba colores y figuras en alguna otra parte de su cuerpo. La frase por sí misma no tenía sentido alguno aunque se lo intentase dar. Su primera conclusión, recayendo en el mensaje, era: depende del contexto. ¿En qué situación estaría la otra persona? Aunque Adrien entendiese con claridad cómo podría funcionar eso de "la conexión" con su alma gemela, sabía que debía de haber una relación estrecha con lo que le aparecía y lo que le pasaba a la otra parte. ¿Todos esos dibujos tenían que ver con lo que estaba viviendo en el día su alma gemela? (Se le hacía raro pensar que era suya).

La letra fue lo que más le llamó la atención cuando se rindió con el significado de la frase. Ésta no era como la suya, en la que se mostraba una precisión adquirida por los años y una elegancia que sus padres le habían obligado a tomar; en cambio, era más natural, más descuidada y con mayor redondez en las vocales. Era... bonita, única palabra que había tomado para dar una conclusión sobre la letra. Segunda conclusión: quién fuese dueño de ésta no era como él.

Adrien sabía que no era una broma lo que tenía pintado (comprobado gracias al agua y jabón disponibles en el colegio). Tenía que ver con su alma gemela. Y ahí recaía su curiosidad. Una curiosidad no muy fácil de complacer cuando no tenía ni idea de una razón secundaria para que a diario le apareciesen cosas sobre su piel.

Vueltas y más vueltas le daba el asunto y sólo se estaba ocasionando jaqueca. ¿En algún momento podría parar de preguntarse cosas que pasaban a su alrededor? Adrien no creía que fuese posible siquiera.

El tránsito estaba siendo ligero en aquella tarde, las personas estaban desapareciendo mientras él se acercaba más a su casa. Pasaría por unos cuantos comercios más antes de entrar en la zona donde menos personas rondaban, y si lo hacían no era caminando. Un par de cafés, una panadería y una sastrería.  Dio una vuelta en la esquina a la izquierda, e inmediatamente otra a su derecha, un estrecho callejón se extendía hasta que se abría y mostraba un amplia calle. Unos cuantos pasos más y estaría frente a su casa en un instante. 

A Adrien no lo sorprendió encontrar su hogar solitario. Su padre se habría ido temprano, con Nathalie (sin que dejara una nota o al menos su almuerzo preparado). Se palpó los bolsillos de sus pantalones, nada; rebuscó en su mochila; nada. No escuchó el tintinear de sus llaves. Estaba cerrada la puerta, pero tampoco recordaba haberla asegurado en la mañana (no con las prisas que se había cargado). Intentó abrirla, no. Intento ver si aún estaba por allí un repuesto escondido (idea de Nathalie), pero no encontró nada (seguro su madre lo habría agarrado).

— Muy bien, ahora ¿cómo se supone que entraré? —Qué metida de pata más grande.

Sucio, solo y con un mal día advirtiendo ser peor a cada minuto. Seguro ese era su mal presentimiento. Este día no estaba destinado a venir bien. ¡Vaya ironía! Los cumpleaños son días alegres, en la mayoría de los casos, no martes 13 en toda la regla. Pero tampoco tenía que ver con supersticiones tontas como 7 años de mala suerte por romper un espejo o ver un gato negro, ¿pisar una grieta?, ¿pasar por debajo de una escalera? No y no. Supersticiones que como fundamento sólo han tenido el espantar a las personas para que no hicieran algo torpe y se lastimaran. 

Adrien dejó su mochila apestosa a un lado. Intentó cada forma que se ocurría para poder entrar a su casa, cada ventana parecía asegurada (¿habría ido Nathalie para cerrar cada cosa en el periodo en que estuvo fuera?). No había escaleras cercanas para intentar lo mismo con las del segundo piso, ¿una enredadera? mala idea, no se iría a subir a una peligrosa enredadera, podía estar desesperándose pero eso no significaba que iba a montarse en un riesgo innecesario.

¿Y si llamaba a alguien? Por suerte no había olvidado agarrar su celular en la carrera hacía horas. Pero estaban totalmente descartados los principales que vivían en esa casa: su madre, su padre y Nathalie; no podría llamar ya que lo regañarían, ni podría confiar suficiente en Nathalie para que lo fuese a salvar de esa. ¿Monique? Antes ya lo había intentado, en el colegio, le enviaba a buzón demasiado rápido. Quitando a todos ellos solamente había otra persona que podía ayudarle para dos posibilidades: a)entrar a su casa, ya que disponía de un repuesto ella misma o  b)que estuviera con él hasta que Nathalie regresase unas dos horas antes que su padre para preparar la cena y él lograse hasta ese momento escabullirse. Lo malo era que hacía más de tres meses que no le hablaba, estaba enojada con él, y podía ser la persona más pesada de todo el planeta. Pero, ¿acaso tenía una opción con mayor probabilidad de que resultase bien? No era muy bueno mintiendo y con Nathalie no podía hacerlo nunca, estaba descartado el quedarse ahí vagando hasta que ella misma se apareciese para la cena.

Conclusión: tenía que llamar a Chloé Burgeois y convencerla de alguna manera para que le diera el repuesto que tenía.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora