38.

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'QUERIDO VERANO:
Por favor regresa.'

—Yo digo que intentes convencer a tus padres directamente —comentó Nino, puesto que Adrien les había hablado sobre el plan de Chloé. Sin embargo el chico se encogió en su asiento al tan sólo escuchar la opinión del chico moreno—. Ay, Adrien, es más probable que te dejen ir. Te has portado muy bien estos últimos días, tu castigo acabará más pronto de lo que crees.

—Mmm... me parece que a Adrien no le gusta tu idea, Niño —señaló Monique, atenta al rostro del chico rubio—. ¿No ves su cara? Es la cara de un chico bueno que no admite que es un pan de Dios.

Monique señaló el rostro del rubio. Adrien no supo qué expresión tendría, pero su ceño se frunció con levedad. El chico apartó el dedo acusador de la chica. Nino se encogió de hombros, se recargó cómodamente sobre el respaldo de la banca y se cruzó tanto de brazos como de piernas.

—Yo sólo decía.

Adrien suspiró.

—No lo sé Nino. Digamos que nunca...

—Nunca has tenido una buena relación con tus padres. —Completó Monique, rodando los ojos—. Todos lo sabemos, Rizos Dorados. Pero tal vez aún no es la hora de que los comiences a encararlos. Yo te apoyo con utilizar al asistente de su padre, ¿no estaría mejor? Cualquier cosa ella tendrá que dar la cara y las explicaciones.

Nino volvió a encogerse de hombros antes la mirada de duda de Adrien, como si le dijese que no tenían que estar de acuerdo todos para que Adrien se decidiera qué hacer. Pero la actitud de Adrien no era para menos, él podía tomar ciertas decisiones de su vida, indudablemente bien, pero Adrien también reconocía que se apoyaba bastante en los demás en las cosas importantes. El rubio no era un líder, más bien un simple, obediente y activo, seguidor.

Adrien bajó la mirada. Sí, había pensado en Nathalie y se lo comentó a Chloé. Ella simplemente le dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para estar ahí. Y, si no lograba convencer a sus padres, que le avisara. Lo malo había sido que se había guardado esa información durante cuatro días, a pesar de que la rubia amiga del chico le había enviado toda la información que debía decirle a Nathalie (o que él mismo debía de recitar frente a su padre) sobre la actividad que se llevarían a cabo en el patio de la escuela de Chloé.

—Venga, chico, seguro te dejan ir. Eres el único hijo de tus padres, eres bueno en todo, eres sobre todo desobediente, y ésta fue primera infracción en años. Creo que tienes todos los puntos a tu favor. Y aún más si no eres tú el de la lengua fluida. El asistente de tu padre está conviviendo con él casi todo el tiempo, segura ya sabe cómo hablarle para convencerlo.

—Creo que tienes razón —dijo el chico, considerando los puntos mencionados por la muchacha.

—No tienes que decirlo. Aunque si quieres dilo.

— ¿Ahora de qué hablas? —preguntó Nino metiéndose en el comentario de la muchacha que había pronunciado con un toque de arrogancia.

—Que Adrien admita que tengo razón.

La sonrisa altanera de Monique hizo virar los ojos a Nino, de nuevo. Actitudes adolescentes normales y que se repiten constantemente sin que nadie lo pueda evitar.

—Supongo que tienes razón, Monique —habló Adrien, casi de inmediato.

—Soy genial, lo sé —La muchachita se pasó una mano por sus cabellos oscuros, como si esa acción reafirmara su punto.

Adrien miró a Nino por el rabillo del ojo. Nino estaba más ocupado viendo con desinterés los grandes audífonos que se había logrado colgar en el cuello. Adrien rió.

— ¿Intentas imitar a Chloé? —se atrevió a cuestionar el rubio.

—A que me ha salido.

—Eres mala actuando.

—Peor aparentando ser mejor que los otros por soberbia pura y genuina.

Nino se quejaba de Chloé, in embargo había sido una buena informante y apoyaba la causa de su amigo, Adrien, al cien por ciento. Por eso ya no se metía directamente con ella. Sin embargo, Monique se notaba todavía algo celosa. ¿Acaso la chica castaña no podía dejar de sentirse celosa un momento? Pareciera que no.

Nino y Adrien se carcajearon de Monique, y su arrogancia falsa y que no le iba en nada. La chica sonrió. A ella sí que le gustaba que le dijeran que era mejor, al menos mejor que Chloé, sin embargo sí que había estado jugando con el asunto. En el interior de Monique, ella sabía que Chloé era sincera con Adrien (ya demostrado varías veces) y estaba en tregua con la rubiecita millonaria (de momento).

Nino, Monique y Adrien se la pasaron el resto de la hora libre discutiendo sobre otras cosas con menos relevancias, algo así como qué tanto valía la pena probar ir a comer a un restaurante japonés que Monique había visto por ahí (tan pronto como que Adrien estuviese librado de su dichoso castigo), o Nino explicando los niveles que había pasado en sus videojuegos nuevos, y tanto Monique como Nino discutiendo sobre la música del momento (realmente ambos decían que estaba decayendo la calidad). No era que Adrien no participase, pero el chico no iniciaba los temas, sólo participaba pasivamente en ellos.

En aquel día, el chico rubio había decidido llevar una sudadera que Monique le había regalado por Navidad. Era roja y delgada. Ponía en el pecho: Así se ve un cerebrito. El caso no era la importancia sentimental de la prenda, sino que su importancia práctica. El muchacho estaba más relajado, más contento, ya que había amanecido con una frase del puño y letra de Nathaniel (la reconocía por obviedad): Querido verano, por favor vuelve. Un sol con lentes estaba a un lado, haciendo cómico el asunto. Todo estaba bien expuesto en su antebrazo, donde un día antes habían mantenido una conversación.

A Adrien lo aliviaba saber que Nathaniel volvía a dibujar sobre su piel, era un detalle que le fascinaba. Pero ahora tenía un sentido más, eran mensajes sólo para él, y no podría ser mejor.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora