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'Nuca toques nada con la mitad de tu corazón.'

— ¡Adrien, ya regresaste!

Adrien hacía mucho que no veía a su madre con una sonrisa tan grande y esplendorosa. Ella estaba más que encantada, estaba maravillada. ¿La idea de la ropa le había fascinado tanto acaso?

Chloé se acercó a él casi corriendo y pidiendo disculpas con la mirada. Entonces Adrien descartó a la ropa como posibilidad de la alegría de su madre. Adrien pasó al pasillo de los clientes en un segundo y se acercó a sus padres, que le habían estado esperando todo ese tiempo, su madre muy contenta y su padre estaba atrás platicando con Nathalie y alguien más.

— ¡Te queda increíble la ropa!

— ¿Gracias?

—Bueno, Adrien, te tengo que presentar a la persona detrás de esta idea. Te presente a Marinette Dupan-Cheng, la principal diseñadora, con una gran talento y un enorme encanto.

La madre de Adrien lo tomó de los hombros y señaló a una muchacha que Adrien ya había visto antes. Era aquella del centro comercial con cometas y cabello oscuro, ella estaba hablando animadamente con su padre, mientras Nathalie apuntaba algo en una tableta.

—Señorita Dupan-Cheng, le presento a mi hijo, Adrien, que se ha probado su ropa —se introdujo su madre en la conversación.

Los otros tres voltearon, y en un instante el rostro de la muchacha se había transformado en una mancha roja, pero sus ojos azules parecían maravillados por lo que veían, y eso era Adrien. El rubia extendió la mano, para agarrar la de la muchacha, dándole un firme apretón.

—Adrien Agreste, gusto en conocerla por primera vez, señorita Dupan-Cheng. —El rubio esperaba que la chica comprendiera la indirecta de que se suponía que no se conocían de nada.

El placer es todo mío. —Se supone que eso murmuró la muchacha con una voz no tan clara.

—Ahora, me gustaría hablar de negocios, pero tenemos que continuar con nuestro horario, así que... —La señora Agreste, con un habilidoso movimiento, sacó una tarjeta de presentación personal—, llámame cuando tengas tiempo y nos reuniremos a hacer verdaderos negocios. ¿De acuerdo?

Marinette asintió, sin poder creer la buena suerte que tenía, y aceptando también la tarjeta que la señora le extendía. La mujer sonrió con complacencia y comenzó a avanzar en el pasillo, yendo en busca de más productos y posibles inversiones. El señor Agreste y Nathalie no agregaron más que una despedida cortés pero corta hacía Marinette. Pero Adrien se quedó ahí, no entendiendo qué sucedía.

— ¿Qué fue eso? —murmuró para sí mismo.

—Tu madre siempre me complica la existencia, ¿lo sabías?

La voz de Chloé no fue un gran alivio, pero lo hizo salir un poco de su shock.

—Es raro que actúe tan... así. Y lo sabes.

—Lo sé. Oh, y, Marinette, vuelve atrás o intenta atraer más clientes en lugar de quedarte mirando como idiota esa tarjeta. —Para Adrien fue un poco sorprendente el cambio de tono comprensivo a cortante para con la chica.

La muchacha la miró mal, pero se tragó todo comentario mordaz que podía salir por su boca e intentó irse dignamente de ahí, sin embargó chocó con un letrero plegable del puesto, llamando la atención de sus compañeros y sacándole una divertida risa a Chloé. Ya entendía porque su amiga no era tan apreciada por sus compañeros en esa escuela.

—Chloé, no seas mala.

—Estoy siendo una buena jefa, eso es todo.

Adrien rodó los ojos.

— ¡Adrien, ven acá! —llamó su madre con un duro tono de voz.

—Me tengo que ir, gracias por todo, aunque, debería cambiarme, ¿no?

Chloé detuvo a Adrien de su intento por irse hacia atrás. La muchacha rubia conocía a la señora, y ésta no era reconocida como paciente.

—Ve con tu madre y dile, antes de irte y parezcas ladrón en plena huida.

Adrien tuvo que admitir que Chloé tenía razón, y le hizo finalmente caso. Así que avanzó hasta su madre y le comentó que debía regresar a cambiarse.

—Adrien, la elegancia es un estilo que pocos tienen naturalmente. Y afortunadamente se nota que tú la tienes, así que hemos pagado por esta ropa y puedes quedártela puesta, en lugar de esos pantalones que llevabas antes.

Adrien tuvo el impulso de preguntar si ese era el plan en primer lugar, sin embargo el único plan realizado había sido el suyo. Ver a Nathaniel le había traído un caos interno como ningún otro, pero era un caos que le hacía querer siempre buscarlo nuevamente.

—Vale —aceptó el chico, a regañadientes en su interior, pero serio en el exterior.

—Eso es. Cuando nos reunamos con la chica nuevamente, necesito que estés presente, ¿de acuerdo

—Con gusto, madre.

—Así me gusta.

Y la mujer se volvió a encarar un nuevo puesto con una nueva idea. Sin embargo Adrien no pudo evitar dar un vistazo atrás, al puesto de Chloé y la ropa que, ahora, llevaba puesta. Encontró a Nathaniel devolviéndole la mirada. Adrien le hizo una seña para que el muchacho se acercara, y estaba dispuesto a hacerlo hasta que Chloé detuvo al pelirrojo. Afortunadamente la muchacha entendió y lo dejó irse. Adrien se separó un poco de sus padres y Nathalie, ocupados viendo un artilugio que parecía un charco de realidad virtual o algo así, yéndose a encontrar con el otro muchacho.

—No quiero que te vayas —fue lo primero que le dijo al encontrarse, aún a medio pasillo.

—Yo tampoco quiero irme, pero, tengo que continuar con esto. Cinco minutos fueron cinco minutos, y han sido buenos sólo por haber sido contigo.

Nathaniel sonrió casi enternecido, pero esa sonrisa se volvió una mueca.

—Te escribiré mi teléfono, cuando está feria termine, para que lo tengas... y cuando recuperes tu celular podamos hablar por ahí.

—Si sigo con esto, es posible que me lo regresen más pronto que tarde.

—Eso suena bien.

Nathaniel volvió a sonreír, y Adrien se sintió complacido. Esa tipo de complacencia que se siente en el corazón como un cojín caliente, cómodo y cálido.

—Cuídate. —Fue lo que Adrien le dijo, para despedirse realmente de él.

—Nos volveremos a ver, aún cuando tenga que ir a tu casa al otro lado de la cuidad.

—Qué romántico.

Adrien se bufó de manera espontánea y sin darse cuenta, haciendo que Nathaniel se sonrojara un poco pero no se desvaneciera su sonrisa.

No hubo beso o abrazo de despedida, sólo un asentimiento mutuo y una separación de pasos inmediatamente después. Sin embargo ya estaba zanjado, se volverían a ver, y esta vez se tomarían el tiempo suficiente para conocerse de verdad. Aunque lo último era más una promesa que Adrien se hacía a sí mismo, encontraría la manera de conocer realmente a aquel chico.

TERCERA PARTE DEL MARATÓN, ¿alguien se ha emocionado?

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora