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'Abrázame. Ha sido tanto de entonces que he olvidado que significa el calor del hogar.'

De Alezandra Vasiliu, en Blooming and Healing Words.


—¿Por qué estás aquí? —la pregunta de Adrien agregó más realidad a la situación. Nathaniel sintió cómo su boca comenzaba a secarse.

—Bueno, una amiga tuya... —empezó al pelirrojo, considerando sus palabras. Él hasta hacía poco se había enterado bien que Chloé era amiga de Adrien y todavía no estaba seguro de cómo sentirse al respecto—... me visitó hace poco diciendo que yo tengo la culpa de todos tus males.

Otro auto pasó por frente a ellos, sobre la calle. Nathaniel apreció cómo todo parecía seguir su curso, completamente indiferente a cómo ellos estaban uno a un lado del otro, en una sitaución delicada. Nathaniel tamborileó sus dedos por encima de la piedra del edificio en el que estaban recargados.

—¿Qué amiga? —La voz de Adrien se hizo más suave, más baja, como si no estuviera seguro de preguntar pero se le hubiese escapado.

—Chloé Bourgeois.

Ambos guardaron silencio una vez más, mientras motos y bicicletas hacían sus respectivos recorridos frente a ellos.

¿Era acaso sólo Nathaniel? Porque bien que el pelirrojo comenzaba a sentir que esta se tornaba la peor conversación que había tenido en su vida. Tal vez Adrien también lo sentía así. Pero dudaba que sintiera el mismo dolor que él.

Nathaniel dejó de ver a la calle. Tomó aire y valor, y volteó a ver al chico rubio. El otro no tenía el cabello tan largo como él, entonces no le cubía el rostro perturbado que tenía. No podía ver bien sus ojos, no podía notar si había tristeza o dolor en ellos, pero sí que notaba que estaba terriblemente tenso, incómodo.

<<No se suponía que iba a ser así>> lamentó Nathaniel en su cabeza. Porque era cierto, no se suponía que iba a ser así. No se suponía que iban a tocar así el tema. No se suponía...

—¿Qué dijo exactamente? —preguntó Adrien de repente, luego agregó—. Chloé, quiero decir.

No se suponía que su voz tuviera ese ligero temblor. Nathaniel exhaló, cansado. Todavía sentía el dolor en su pecho, la tensión en sus muñecas y las cosquillas de su cuerpo pidiendo que se acercara a Adrien. Era una mezcla muy extraña de sensaciones. Quería pensar más, quería considerar las cosas, quería no cometer más errores, pero ahí estaba, sin poder hacer nada correctamente porque sentía demasiado.

—Dijo —Nathaniel no recordaba exactamente las palabras, pero sí el mensaje—, me preguntó si sabía qué te pasaba. Insinuó que te había hecho daño, de alguna forma. Y por eso has estado todo triste durante los últimos días.

Nathaniel mantuvo su mirada fija en el otro, queriendo saber cómo reaccionaría. Adrien nada más levantó la cabeza, y con una lentitud casi desesperante (le pareció al pelirrojo) volteó a verlo. Aquel verde, normalemente tan espléndido, lucía opaco en esos instantes.

—¿Y tú qué le dijiste?

—No tengo nada que ver en eso. Adrien, ella... —Nathaniel se tomó un momento. Los ojos de Adrien, bien atentos a él lo distraían—... ella piensa que yo tengo la culpa. Pero ambos sabemos que no es cierto. Deberías hablarle y explicarle qué te pasa. Yo supuse que tenía que ver con la escuela, y Chloé no lo negó por completo.

Adrien bajó la mirada, como si algo del suelo fuera más interesante que él. Nathaniel paseó su mirada para detallar más al rubio. La ropa formal que traía, que nunca le había visto. La forma en que su cabello era mecido por el aire que los transportes tiraba hacía ellos. La forma de su mandíbula, cómo su nariz lograba ser vista, la forma en sus hombros. Nathaniel admitía que le gustaba verlo en sueños. Le gustaba trazarlo distraídamente en sus cuadernos cuando estaba en alguna clase aburrida. Era un chico extraño, pero no en un mal sentido. Tenía un atractivo físico indudable, pero también tenía algo más. Y, bueno, ambos eran raros, tal vez por eso estaban conectados. La marca en sus brazos...

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