45.

132 19 0
                                    

'Ve donde te sientas más vivo.'

Monique estaba que se arrancaba los cabellos por la desesperación que le implantaba Adrien.

— ¿Estuviste con la persona y no hicieron más que hablar un poco? ¡Adrien!

—Pero se van a ver de nuevo, ¿no es así? —intervino Nino.

Ya era jueves y los muchachos estaban sentados en su lugar de siempre, con los sándwiches guardados en sus mochilas por estar escuchando atentamente a Adrien.

Monique estaba cruzada de piernas y de brazos, algo molesta porque la historia de Adrien era aburrida. ¿Fue a probarse ropa y en el camino habló con la persona y se quedaron de ver otro día y ya? ¡Pero no habían dicho cuándo se volverían a ver!

—Se supone que eres el más inteligente de nosotros, ¿cómo no has aprovechado la oportunidad de escaparte con ella?

Ah, Adrien se ha seguido guardando el género de Nathaniel, por alguna razón que no estaba analizando lo suficiente por estar pensando precisamente en el pelirrojo.

—Porque mi madre estaba ahí, y se hubiese puesto histérica. Fue un buen día porque ella acabó bastante contenta ayer porque tiene en puerta al menso cinco proyectos posibles. Ya saben que mientras más proyectos exitosos más dinero y ella más tranquila.

—Ya nos lo has dicho —asintió Nino.

—Tu madre es muy avariciosa, tiene un problema con el dinero.

—Ser avaricioso simplemente significa tener avaricia, lo cual por sí mismo significa, afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.

— ¡No seas diccionario mientras me quejo de tu trabajo mal hecho!

Adrien se carcajeó, divertido, y por darle directo en los nervios de Monique con sus comentarios. El muchacho había sido lo suficientemente astuto para no arriesgarse demasiado, por eso no se había escapado con Nathaniel o algo por el estilo. Ya qué la madre del rubio sería mucho más dura que su padre a la hora de algún castigo "adecuado" por su falta de disciplina. Pero había ganado algo, la promesa de verse de alguna manera nuevamente, y el número de teléfono de Nathaniel.

—Pero ahora ya me dio su número, y es cuestión de poco tiempo para que me devuelvan el celular —señaló Adrien—. Podemos organizar una cita cuando sea.

—Te estás tardando entonces.

Monique no tenía argumentos, sólo quejas. ¿Por qué Adrien no tenía ya de una vez novia? ¿Por qué su amigo estaba tardando tanto en contactar con esa chica? Eso la molestaba. ¿No se suponía que cuando tenias a alguien destinado era cuestión de una semana y ya estarían juntos toda la vida, al menos así había sido con sus padres y con muchas otras personas cuyas historias había leído en un foro. Pero Adrien era diferente, más tardado, más complicado.

—Me tomo mi tiempo. Es como... digamos que estoy disfrutando el proceso, ¿entiendes?

—No.

—Es que... si vamos a acabar juntos, ¿para qué apurar las cosas? Lo que tiene que pasar, pasará, y ya.

Monique lo miró con el ceño fruncido.

—Ya claro.

—Es su vida, con tal que esa chica no se aproveche de él, por mí está bien.

Adrien sonrió con gratitud. Monique no entendía, sin embargo, Nino aceptaba sus decisiones sin cuestionar. Y era porque el muchacho sabía que Adrien se las arreglaría, como siempre hacía, aunque tardase más que otra persona en una situación familiar.

—Y bueno, Nino, tú nos tenías que contar algo más, ¿no?

Adrien se alivió al ver que la muchacha se daba por vencida con él e iba a por su siguiente víctima, Nino.

— ¿Qué? ¿Yo? ¡Qué va! No hice nada alucinante ayer, sólo me quedé en casa vagando en internet.

— ¿Stalkeando a tu crush? —molestó la muchacha.

—Claro que no —negó Nino de inmediato.

—Adrien, tenemos a un acosador como amigo —señaló Monique, burlándose del chico moreno.

—Acosadora tú, porque seguías a los niños al baño.

— ¡En el jardín de niños! Te dije que no lo mencionaras nunca, ¡traidor!

Así, Nino y Monique comenzaron a molestarse, pero tardaron tanto en unir en su juego a Adrien. El muchacho parecía más tranquilo con el hecho de estar castigado, porque esto ya iba a llegar a su fin. Los chicos comieron juntos y discutieron otros temas también. Sin embargo Adrien de vez en cuando veía a su muñeca izquierda, recordando cómo dos horas después de haber llegado a casa le habían aparecido unos números ahí. Sería una mentira decir que no se la pasó el resto del día memorizando el teléfono, y repitiéndolo mentalmente como un mantra.

Esa serie de números era su puerta a volver a Nathaniel, sin embargo se sintió un poco tonto. Tenía que admitir que Monique tenía razón, ¿qué le pasaba por la cabeza que no aprovechaba realmente sus momentos con el chico pelirrojo? Sus planes se iban muy al fondo de su consciencia y se dejaba guiar por una lucha impulsos internos que no entendía pero sí tenía. Perdía tiempo valioso debatiéndose qué era apropiado y qué no, dudando cada movimiento, cada paso. Y aún cuando parecía que tenía el terreno libre para hacer lo que le plazca, nunca lo hacía. En conclusión, no hacía nada más que perder el tiempo con Nathaniel, y no de buena manera.

No obstante, las esperanzas del muchacho por hacer algo de provecho por fin, no se habían mermado. Todo lo contrario, éstas estaban
en su plena forma, poniéndolo ansioso por la siguiente oportunidad. Ya que el muchacho en serio deseaba ver pronto a Nathaniel, preguntarle algunas cosas más allá de si sentía lo mismo que él cuando se veían o estaban cerca el uno del otro. Pero mientras se acercaba el momento, tenía que esperar a que el castigo se acabara y soportar las excentricidades de su madre, ahora que estaba devuelta.

Mientras estaba intentando analizar con mayor detalle qué le sucedía, ¿había otros casos como el suyo donde casi un instinto primario empujaba a las personas a que hicieran algo que normalmente se hace cuando se tiene una relación sumamente cercana? Porque Adrien seguía intentando encontrarle a su asunto una explicación lógica, a pesar de que era casi imposible que hubiera una.

Pero tenía esperanza.

CUARTA PARTE DEL MARATÓN. ¿Creen que a veces hago mucho relleno en esta historia?

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora