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'¿No es asombroso como una persona que alguna vez fue un extraño, súbitamente puede, sin aviso alguno, significar el mundo entero para ti?'

Entonces pasó a su lado y le acabó tirando la ensalada encima, ¡todo el aderezo se le quedó embarrado en la blusa! —Dijo el chico a través de la línea antes de estallar en carcajadas—. Si hubieras visto su cara, en serio, era alucinante. Se puso toda roja y estalló en una rabieta de niña pequeña.

Adrien sonrió levemente, aunque algo en su interior decía que no debería hacerlo. Era extraño escuchar sobre Chloé, sobre su vida en la escuela y como se llevaba con sus compañeros, pero que no fuera ella quien se lo dijera. Meses atrás apenas oía algo de ella, y eran algunas quejas de parte de amigos de Nino o del propio Nino contra su amiga. Y bueno, después de la reunión milagrosamente dada en su cumpleaños, ella tendía a quejarse de sus compañeros, diciendo que ella era la víctima. Curioso y extraño. Más aún cuando Nathaniel le hablaba de cuando Alix, una chica que Adrien personalmente no conocía, le había tirado una ensalada en forma de pequeña venganza por haberle puesto un chicle a sus patines. La historia, debía de admitir, era infantilmente divertida. Simple para hacerte reír. Pero, aunque le formara una sonrisa, no le hacía carcajearse como a Nathaniel, porque Chloé era su amiga.

Nathaniel rió hasta no poder más. Y la línea dejó de trasmitirle su (encantadora) risa, siendo reemplazada por su respiración. La sonrisa en el rostro de Adrien se fue disolviendo, como un cubo de azúcar en una taza de té recién servida. Y juntos guardaron silencio.

Adrien no sabía cómo sentirse. Más temprano Nathaniel le había comentado que sus amigas se habían puesto de encimosas con él, que lo habían interrogado como si no hubiese un mañana y que se había sentido algo mal por querer guardar en secreto a Adrien. Adrien entendió en ese momento que él tampoco había sido tan considerado con Monique o Nino, y aún así, Chloé estaba más que enterada de lo que sucedía entre ellos. Pero, ¿realmente sucedía algo peculiar y extraordinario? Adrien sentía casi una necesidad el escuchar su voz, o simplemente sentir que Nathaniel estaba ahí. Se sentía terriblemente conmovido cuando encontraba uno de sus dibujos en su propia piel. Ya no era un evento desconocido y extraordinario, pero seguía siendo algo que esperaba siempre.

¿Adrien? —cuestionó su voz.

Adrien parpadeó, como si se despertara de un sueño. Le relajaba tanto saber que Nathaniel estaba ahí de alguna manera que sus pensamientos se iban como la corriente de un río va hacia el mar. Sin embargo, no tendían a llegar a mucho más que el propio Nathaniel.

— ¿Sí?

— ¿Crees que podríamos vernos pronto?

—No lo sé.

Y era verdad. Pedir permiso con su madre en casa era un asunto delicado, y más aún con lo que últimamente había pasado. Tal vez si se las ingeniaba de alguna manera.... podría pedirle ayuda a Nathalie.

—Adrien, por favor baja —pidió Nathalie desde el otro lado de la puerta, después de unos ligeros golpes en ella, indicando al chico que el asunto tenía que ser tomado en cuenta bastante pronto.

—Voy —anunció, despegándose el celular de la oreja un segundo, pero al siguiente lo volvió a colocar en su lugar—. Tengo que irme —anunció, casi como un susurro, casi como si fuera algo lamentable pero inevitable.

Oh. —Fue la respuesta en la otra línea.

Algo dentro de Adrien se tambaleó, como si esa respuesta no fuera suficiente. El rubio comenzó a removerse en su cama, comenzó a erguirse aún escuchando la respiración de Nathaniel en la oreja.

—Quisiera que dijeras algo más —le admitió casi ahogadamente. Adrien sintió la vergüenza colorear sus mejillas. Qué bueno que no fuera una videollamada, sino, Nathaniel vería lo estúpido que se sentía en esos momentos.

— ¿Como 'no deseo que te vayas'? —cuestionó burlonamente el otro, una burla familiar y juguetona.

—Tal... tal vez —le salió a Adrien como si le estuvieran arrancando las palabras de la boca.

Adrien se sentía cada vez más y más avergonzado. Sabía que eso era ridículo, desear algo así de él... simplemente estúpido de su parte.

Nathaniel se rio de nuevo, de esa manera tan ligera y juguetona que Adrien sintió que esa simple melodía de unos segundos lo envolvían entero.

Me gustaría ver tu rostro en estos momentos.

— ¿Para qué?

He pensado en él durante estos días. Quisiera... —dudó Nathaniel unos segundos. Tomó aire y luego lo dejó ir, como sus propias penas—. Quisiera poder ver tu rostro, tocarlo, analizarlo a detalle para recordarlo más tiempo.

¿Que le tocará el rostro? ¿Que lo viera atentamente con esos increíblemente exóticos ojos turquesas? Adrien no quería imaginarlo, no quería simplemente sentir un fugaz anhelo por algo tan banal. No quería suspirar por ello, pero lo hacía sin poder evitarlo.

Lo siento, eso ha sido ridículo. —Se disculpó Nathaniel en la otra línea.

—Lo sé. —aceptó Adrien, por fin levantándose de su cama, por fin llegando a poner los pies en el suelo de nuevo—. Terriblemente absurdo.

Lo sé.

Ambos sonrieron sin enterarse de que lo hacían al mismo tiempo.

—Tengo que irme —repitió Adrien, aún queriendo alargar el momento.

Era tan tentador, jamás de había sentido así, jamás había sentido casi como una necesidad el desear que alguien no lo dejara ir, ni siquiera en una banal conversación como aquella. Nathaniel era tan extraño. Nathaniel era su polo opuesto para hacer un campo magnético juntos. Nathaniel era el fotón del que irradiaban las ondas exactas para iluminarle la vista y a la vez dejarle ciego. ¿Cómo había ocurrido eso? Era simplemente ridículo.

No deseo que te vayas, en verdad, pero sé que tendrás algo más que hacer.

Adrien deseaba que su respuesta fuera un rotundo no, quería poder aplazar todo lo demás sólo para escuchar a Nathaniel reír y hasta quejarse de sus compañeros, quería que le contara su día a día, cómo era normalmente. Pero, no podía. Seguramente ya se había tardado demasiado.

—Lo sé.

—Sé que sabes.

Y con eso, Adrien escuchó como la llamada fue cortada, súbita y rotundamente. Mejor así. Su atracción hacia lo inexplicable del asunto con Nathaniel comenzaba a ser demasiado fuerte, demasiado tentador, demasiado terrible y curioso.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora