14.

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'Conoce esto:

Puedes empezar de nuevo, cada mañana.'

Chloé se encontraba sentada en una banca del colegio a un lado de una chica pelirroja, Sabrina se llamaba. La muchachita era bastante agradable, aun cuando la misma Chloé se mostraba como un demonio con todo el mundo, y eso lo agradecía la rubia. Al menos no estaba completamente sola en esa escuelucha. La pelirroja estaba esperando a que la rubia le dijera algo, posiblemente, pero no iba a revelarle su plan. Bueno, no cuando tuviera uno de verdad.

Utilizar como excusa el proyecto que había hecho con Nathaniel era absurdo. Mañana, viernes, lo presentarían y podían no volver a dirigirse la palabra. Pero Chloé necesitaba dirigirle la palabra. Ya había quedado con Adrien, y sabía que debía cumplir con lo dicho. Así era la cosa entre ellos dos, su palabra valía bastante. Chloé debía encontrar una forma para verse con Nathaniel en algún lugar y que "casualmente" lleve a su amigo con él.

Algo se le ocurriría.

~*_*~

Nino tamborileaba sobre el escritorio con ayuda de un par de lápices. Parecía estar más ocupado averiguando cómo mantener el ritmo de su melodía imaginaria que en el ejercicio que tenían que terminar de tarea. Y Adrien observaba.

El rubio ya tenía las respuestas de cada pregunta de la actividad. En realidad ya había terminado toda la tarea. Y ahora esperaba a que Nino se dignara en hacer algo.

Le agradaba el chico, era divertido, creativo y tenía un algo que atraía a las personas para pasar un buen rato, pero también se distraía fácilmente. Sus notas no eran catastróficas, siempre atrapaba algo de la clase y de algunos ejercicios que le pasaban, como normalmente, o que se dignaba a hacer, casi milagros.

Adrien había aceptado que estuviera con él, en casa, para hacer la tarea juntos. Aunque claro, Adrien tendría que asistir a sus clases de chino, que empezaban en una hora, y Nino no terminaba de responder un cuestionario sobre la evolución de la física. El rubio no era de pasar tareas, todos en la escuela lo sabían. Hasta Nino, quien ya no se las pedía, y Monique, quien utilizaba eso para reprochárselo. Lo que le quedaba al rubio era ponerse a divagar mientras apenas oía el golpeteo contra la mesa que Nino producía. Ojalá y el otro chico se diese cuenta antes de que fuera tarde de que estaba perdiendo el tiempo y se pusiera a responder el cuestionario.

Adrien se perdió con la mirada fija en la pared blanca que se extendía a menos de un metro delante de él. Dejó que el blanco lo envolviera, que su vista se desenroscara y que su mente fuera a donde quisiera.

Por alguna razón no pensó en las leyes del movimiento de Newton, ni en cómo podría utilizarse la antimateria en pos de la humanidad, si algún día lograsen entenderla, tampoco su mente viajó en los movimientos de los planetas, o en preguntarse cómo viajaban las ondas magnéticas a través del ambiente. Todo lo que tuvo que ver con su tarea, es decir las leyes aprobadas científicamente por las que supuestamente se regía el universo, se fue al fondo de su mente, olvidándolas en un rincón. Sus pensamientos primero permanecieron quietos, puestos en el blanco de la pared, hasta que los recuerdos lo atropellaron.

Adrien rememoró, casi como si estuviese viendo alguna película, cuando había caído sobre aquel chico, pero todo se detenía en una imagen, en el chico que al que llevó consigo al suelo. Adrien recordaba el color de sus ojos, mas no el tono correcto, a veces el turquesa caía más en un verde y otras en un azul. El rubio intentaba también recordar si su rostro era redondo o más bien alargado, no tenía ni idea. Su cabello pelirrojo esparcido sobre la acera gris, no sabía qué tan largo era, ni porque lo tenía así. Su nariz, tal vez menos pequeña de lo que creía ver en su mente. Sus labios, seguramente más gruesos de lo que pensaba. Adrien ya no sabía a quién veía. Comprendía que no le conocía, que no tenía que recordarlo. Ni siquiera tuvo que hacerle caso a ese estúpido mensaje en su mano, ni el de su brazo. No tuvo que haber pensado que podría ser algo más que una alergia extraña. O hasta ignorar el hecho de que era anormal.

No obstante no podía evitarlo, durante todos los momentos que había tenido libre ese día se quedaba pasmado, perdido en un recuerdo que se volvía difuso. Sin los detalles del tamaño o del tono correcto de su rostro. Cada hora que pasaba parecía olvidar algo de la escena, seguro ya le había agregado algo más, algún lunar que no existía, algún sonrojo que no estaba, algún brillo que se había imaginado. Eso era frustrante, más cuando Adrien tenía una memoria excelente en lo que tenía que ver con ciencia, historia y hasta diálogos de obras de teatro.

¿Por qué? ¿Por qué tenía que ser como pocos, o prácticamente nadie, más? ¿Por qué no podía tener un interés propio por alguna chica bonita y vivir los problemas que conllevara el que le gustase? ¿Por qué supuestamente no podía elegir?

Y Adrien volvía a pensar en la melena pelirroja esparcida por la acera, los labios que creía delgados, la nariz que asimilaba como pequeña, y el par de ojos turquesa que a veces parecían verdes y otras azules. ¿Por qué no se lo podía borrar de la mente?

Adrien dejó caer su frente sobre la mesa de madera de la cocina, sintiéndose derrotado pero volviendo parcialmente a la realidad gracias al golpe. Le dolió la faz, por un momento el tamborileo de Nino cesó.

— ¿Estás bien, viejo? — preguntó su amigo.

<<No, me estoy volviendo loco por un desconocido que apenas recuerdo.>>

— Sí. ¿Ya acabaste?

Levantar la mirada solo hizo que Nino se riera.

— No. Pero ya casi. No te preocupes.

— Ah.

Adrien no vio a Nino con intensión de agarrar bien su lápiz y ponerse a leer el texto. No le tomó importancia, era la vida de Nino, él podía hacer lo que quisiera con ella. << ¿Acaso es en serio eso del destino? >> se preguntó, bufando. <<Espero que no. ¿Por qué acepté la idea de Chloé? ¿Qué estará planeando para que le vuelva a ver? ¿Será incomodo porque lo tiré? >> Las preguntas parecían alejarlo de la imagen borrosa de sus memorias, pero no le quitaban la sensación que tenía, como una preocupación por recordarle como era verdaderamente. ¿Por qué no podía soltarlo?

<<Mañana >> se dijo, <<mañana podré quitarme esto. Segura Chloé ha encontrado una forma para que hablemos. Tal vez si le conozco un poco por fin mi subconsciente entienda que el destino es una mentira. Seguro no existen las almas gemelas. No. No pueden existir. >> Pero ni conscientemente se lo creía. Su mano derecha fue a donde su antebrazo izquierdo, donde esas palabras de tinta parecían querer quemarle la piel y la mente por su presencia. Esas palabras que fueron lo primero que ese chico desconocido le había dicho. Constante recordatorio de que había ido a esa cafetería por él, casi un hecho, y que por accidente cayó encima de él, logrando cautivarlo por unos segundos y olvidarlo poco a poco a partir del paso de las horas.

¿Y si Adrien se olvidaba del asunto y cancelaba la cita con Chloé? Seguro se enojaría. Demonios.

¿Cuánto tardaría en olvidarle completamente?

¿Cuánto tardaría esa frase en desaparecer?

¿Cuánto tardaría que los dibujos volvieran a su cuerpo?

¿Cuánto tardaría en resignarse de nuevo para ya no soñar más con una laguna turquesa?

¿Cuánto tardaría en encontrarle un sentido lógico a su vida?

¿Cuánto tardaría en enamorarse por su propia cuenta?

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora