22.

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'No tienes que tener todo resuelto para avanzar.'

Adrien le avisó a Chloé lo que estaba sucediendo. Le habló de lo que sucedió el lunes, que Adrien se había atrevido a rayar su piel para averiguar si podía comunicarse con el otro chico. Le admitió que Monique estaba algo loca, que le había atrapado rayándose el brazo y que su instinto no estaba tan mal como desearía. Aunque los celos que Monique tenía de Chloé, eso sí que se lo guardó, no quería que dos chicas peleasen por su amistad.

—Oh, vale. Está bien. ¿Quieres que te ayude disimuladamente? Escuché algo muy interesante

Adrien guardó silencio uno segundos antes de proferir: Ajá.

—Bueno. Como te vas a dar una linda escapada el fin de semana, supondré que será el domingo, para que tu padre crea que todo el día has estado en tu habitación estudiando, puedo decirte que Nathaniel también va a salir ese día.

<< ¿Pero uno cómo se puede enterar de esas cosas cuando no le habla a la persona? >> se preguntó Adrien. Chloé siguió hablando.

—Irá con la boba de Marinette, pero igual, podrías acercarte casualmente y luego te escapas con él. Seguro que tu amiga puede distraer a Mariboba.

Adrien intentó imaginarse la situación. Chloé le había descrito a la chica que le parecía de lo más molesta en la escuela. Eran como las enemigas oficiales del colegio. Adrien, lamentablemente no recordaba bien a la persona que acompañaba a Nathaniel el día en que se vieron, aunque Chloé le había dicho que era ella. Entonces tuvo que imaginarse a una chica con cabello corto y oscuro (no, no debía de imaginarse a Monique. Monique no se peinaba de coletas), con ojos azules (azules, no turquesas, no es el chico pelirrojo al que derribaste Adrien, es la chica que lo acompañaba), piel algo rosácea, alta y delgada. Posicionó a esa chica imaginaria en algún parque y con el chico al que siempre que intentaba recordar con precisión variaba en tonalidad. Ambos, sentados en una banca debajo de un gran árbol en algún parque, riendo, charlando. Y se imaginó a sí mismo, con Nino y Monique a sus costados, mirando directamente la escena. Pero no se atrevía a avanzar, y eso que era su imaginación. ¿Tendría el valor para hablarle?

— ¿El domingo? —preguntó dudoso Adrien.

—Sí, el domingo saldrán juntos al centro comercial. Sería más casual que lo de la cafetería. Y ahora sí que no te le caigas encima, ¿vale? Guarda la compostura. Si los encuentras en alguna tienda de ropa acércate a él mientras esté viendo alguna camisa o algún pantalón y comenta algo sobre el objeto, ¿vale? Es un buen inicio, y no tan escalofriante, no parecerá que le estás siguiendo.

Adrien imaginaba las situaciones que Chloé le planteaba. ¿Seguir al chico en toda su salida para ver qué ocasión sería la mejor para saludarlo y entablar una conversación con él? Pero si eso sí era algo acosador. Y Adrien no era tan bueno guardando las apariencias. Al menos no cuando se supone que uno actúa como si todos los días fuese al centro comercial y comentase la ropa que ve cualquier chico que se le atraviese enfrente. Adrien sabía guardar la compostura en evaluaciones, en exámenes, en aburridas juntas de trabajo, y en exposiciones absurdamente largas. Sin embargo todas esas situaciones narradas por su amiga no se asemejaban en nada a lo que él estaba acostumbrado.

— ¿Adrien? ¿Me estás escuchando? —preguntó la muchacha al otro lado de la línea.

—Amm. Sí, ¿decías?

—Te decía que no entres a todas las tiendas a las que él entre, si ellos entran al cine, vea tomar un café o algo por ahí, van a tardar y no ahora no hay nada interesante en cartelera qué ver. No valdría la pena gastar 7 Euros en nada interesante.

—Ajá.

—Bueno esos son mis consejos para ti. Te envío por mensaje todos los detalles que escuché, para que no se te olviden. Y por si tu amiga quiere pruebas de mi información, un mensaje es una prueba muy buena.

—Okey.

—Ay, Adrien, no te asustes, es sólo un chico. Puedes acercarte a él y decirle hola. Tú déjate llevar y todo saldrá bien. Te lo prometo.

—Muy bien —aceptó Adrien.

—Bueno, te envío muchos besos. Ya me dirás cómo les fue.

—Está bien.

—Bye —se despidió la chica.

—Adiós.

Y la llamada se acabó. Adrien estaba sentado en su cama. En media hora tendría que asistir a sus lecciones y ya había terminado toda la tarea que tenía. Media hora libre. Adrien dejó el celular a un lado. Vio el techo unos segundos, preguntándose cómo era posible que Chloé supiera todo eso. ¿Acaso ella había hablado con chicos así? Tal vez. ¡Adrien ni enterado estaba! ¿Seguiría estando soltera su amiga? Probablemente. Entonces, ¿se iba al centro comercial a hablar con chicos? Qué extraño.

Adrien movió la cabeza. Ahora tenía que, o escaparse de su padre el domingo, o pedirle permiso. Lo segundo sonaba como lo más sencillo. Claro pero nada más que Adrien Agreste tenía de padre a Gabriel Agreste, gran empresario, siempre ocupado y siempre intentando hacer que el resto de su familia, en especial su hijo, estén igual de ocupados que él. Sería más fácil escaparse por la ventana. Pero, ¿cómo lo haría? Tendría que conseguir algunas cuerdas y verificar que su padre no estuviera viendo a la ventana de la planta de abajo en esos momentos. ¡Qué complicado! ¿Por qué su vida era complicada? Si le pedía a su padre salir, le preguntaría por qué, a dónde, con quién. Y no podía decirle: Ah, padre, iré a un centro comercial al que nunca voy para intentar hablar con un chico al que asumo como mi alma gemela, me acompañarán Nino, al chico que pensaste que era un delincuente la primera vez que lo viste, y con Monique, esa chica medio loca que viene a recogerme en las mañanas. Sí, probablemente llegue tarde porque estaré espiando al chico hasta poder encontrar agallas y acercarme a él.

Adrien suspiró. Su vida era complicada, ¿o era él quién la complicaba todavía más?

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora