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'No es la desesperación lo que te destruye, es la esperanza.'

De K.J. Parker, en Sixteeen Ways to Defent a Walled City.


Sus labios impedían que él pensara en otra cosa. Eran suaves, cálidos y lo hacían sentir de una forma que nadie más lograba. Cuando se separaron, le cosquilleaba la boca. Los dos se miraron y Adrien no pudo más que decir algo que ni siquiera fue procesado por su mente.

—Te amo.

El rostro del contrario, aquel chico de largo cabello pelirrojo, se crispó, como rompiendo la ensoñación en la que estaban ambos casi igual de sumergidos.

—¿Qué?

Adrien apretó los labios, como intentando encontrar las palabras de nuevo, pero, ya ni siquiera sabía de dónde habían salido ésas. Se alejó un par de pasos y desvió la mirada al asfalto de la calle. Por otro lado, algo en su interior, cálido, intenso, se removía. Como desde la primera vez que se veían, también su brazo izquierdo parecía empezar a ser calentado de a poco, recordándole lo que los había hecho toparse, saber de la existencia del otro.

—Nada. No es nada —dijo Adrien, soltando las palabras, casi escupiéndolas.

—No, sí lo es.

Nathaniel se le acercó, pero, en lugar de acorralarlo contra el muro del edificio, se puso a su lado, con la suficiente distancia entre ambos para que no se rozaran sus brazos. El pelirrojo subió la mirada, primero al toldo verde oscuro del edificio y luego al cielo, que comenzaba a revestirse de gris con una lentitud que resultaba amenazadora. Tomó aire, en busca del rastro de lluvia, pero no había más que la mezcla de olores que sólo se daba en la ciudad.

—¿Por qué? —preguntó el pelirrojo, con lentitud—. ¿Por qué lo has dicho?

Nathaniel no volteó, pero por el rabillo del ojo notó cómo Adrien se tensaba a su lado. Claro que sí. Y al chico no le sorprendía, al menos no más de lo inesperado de esas dos palabras después de un beso como aquel. Un beso que bien los poetas describirían de mil formas análogas, pero sólo había una palabra para hacerlo correctamente: necesitado. Era un beso que se daría entre amantes que estuvieron un tiempo, que a ellos les pareció eterno en verdad, separados, añorándose a la distancia. Claro que Nathaniel no era un poeta, pero entendía algunas formas en que el arte hacía de las suyas para intentar describir el mundo, tal vez hasta intentar cambiarlo. Un beso, un beso que bien era un contacto de labios, se volvía una obra maestra de una profundidad tal que no siempre se lograba entender. Era casi transformar la acción, traducirla, tomar cada detalle, cambiarlo de lenguaje y esperar a que un iletrado lo entienda. No se puede, se vuelve incomprensible para la mayoría. Nathaniel siguió mirando al cielo, inspirando y espirando, intentando llevar un ritmo diferente al de su corazón, latiendo con fuerza contra su caja torácica, que quería quitarle el aliento como el beso que lo desenfrenó.

—No lo sé —fue la dubitativa respuesta de Adrien. Nathaniel casi sintió que la había imaginado, pero el otro repitió tres veces más aquellas mismas palabras.

<<No lo sabes >> aceptó el pelirrojo. Era casi decepcionante. <<¿Para qué decirme estas palabras ahora? ¿Qué quieres de mí, Adrien Agreste? >> Inspiró una vez más, casi como si quisiera llenarse de aire para mover de su lugar aquel descontrol característico que sentía cuando tenía al rubio cerca.

Y pensar que todo había empezado por culpa de Chloé. Alya le dio la dirección del instituto, y hasta fue tan amable de sacarle un croquis (con el colegio señalado con un punto rojo de marcador) y una lista de los autobuses de debía de tomar, con el horario y la parada de cada uno. La chica también le envió un mensaje, mencionándole la mentira de su ausencia que le había dicho al maestro de ciencias. Nathaniel no sabía bien por qué le ayudaba tanto con eso, si es que ella no sabía; o no debería de saber sobre Adrien. Tal vez no lo sabía y sólo sospechaba. Nathaniel supo que no tenía que darle muchas vueltas al asunto, ya que, cuando la volviera a ver, era más que claro que ella le contaría sus conjeturas; al fin y al cabo, él era del interés de la Alya, y ella no lo soltaría realmente hasta obtener respuestas. Luego se prepararía mentalmente para aquel encuentro, ¿estaba listo para revelarles a sus amigas todo lo que había pasado bajo sus narices? No lo sabía, pero no era momento de pensar en eso, sino en lo que haría al ver a Adrien.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora