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'La gente más memorable en la vida serían los amigos que te quieren cuando no eras muy querido.'

Adrien conocía a Chloé desde que eran muy pequeños, sus padres se conocían de años, y ellos acabaron por hacerse amigos desde el inicio. Fueron a sus primeros años de escuela juntos, y siempre sabían que podían contar con el otro. Cuando terminaron sexto año, los dos chicos se cambiaron a escuelas diferentes y los Agreste se mudó algo lejos del barrio cercano a la casa de los Burgeois. Eso no impidió que casi cada semana se reunieran para charlar, tanto los adultos como los niños, hasta hacía unos tres meses.

Cercano a las vacaciones de verano los Burgeois organizaron una fiesta, claramente la invitación era explícita para los Agreste. En la fiesta Adrien le habló a Chloé de lo normal, colegio, amistades, lecciones, y las ganas que tenía se verla más seguido. Sin embargo tocaron el tema de las almas gemelas, Adrien intentó hacerle a entender a Chloé que lo que le había contado Monique a él era más unos cuentos infantiles que la realidad, la chica no le creyó ni un pelo. Acabaron discutiendo fuertemente por un tema que para Adrien no era tanto lío. Chloé se enojó, y Adrien ya no quiso hablar mucho con ella desde entonces, y de parte de ella fue el mismo trato.

Mientras Adrien recordaba lo sucedido, se sintió como un idiota. Claro, aquella discusión la habían podido provocar y seguir sólo ellos dos, ambos cabezas duras como un par de cabras. Y ahora, para resolver un pequeño asunto de una mala suerte terrible, tendría que disculparse. Lo malo era que seguro Chloé no sólo querría un simple 'lo siento' y las cosas se solucionarían como si nada hubiese ocurrido, no. Así no era la chica. Y ambos llegarían a un acuerdo.

Adrien caminó por las calles, recorriendo un camino que hacía bastante no hacía. Un tiempo después revisó las rutas de los autobuses y decidió subirse a uno, hasta el fondo y con la cabeza intentando hacer un discurso lo suficientemente bueno para su rubia amiga. Aunque de reojo veía algunos ceños fruncidos y expresiones de molestia que le dirigían algunos pasajeros. Era claro que se le había pegado algo de peste del bote de desechos orgánicos. Colores subieron a sus mejillas, ¿no podría tener un mejor cumpleaños?

Nunca antes había tenido peor celebración, y eso que hacía unos tres años no había una fiesta organizada por sus padres para invitar a compañeros de trabajo y chicos que rondaban su edad pero eran petulantes. Esas también eran malas fiestas de cumpleaños. Ahora sin una fiesta aburrida que parecía hecha para adultos con ganas de negociar, o una pequeña nota que le dé un consejo reconfortante, tonterías que le digan Monique o Nino, lo que le quedaba era recomponer una vieja amistad.

Cuando llegó a unas calles cerca de donde vivía Chloé, pidió la parada y bajó del autobús siendo observado de manera extraña por algunos adultos. Chloé tenía dinero, bueno, sus padres tenían dinero, y la casa de Chloé era lo suficiente para dejarlo claro, por no decir que era un realmente grande penthouse de lujo. El edificio era propiedad de los padres de Chloé, y tenía una puntuación de cuatro estrellas y media. Pocas personas ingresaban al edificio, pero parecía que todas lo querían barrer con sus ojos. Eso significaba que se veía fatal. Okey ahí tenía otro punto, daría disculpas luciendo desastroso, apestando a basura, e intentaría también obtener algo a cambio. Noup, no sería fácil.

El rubio se acercó al escritorio, tocó una campanilla y la señorita detrás de éste apenas le dirigió una mirada mientras tecleaba con gran rapidez.

— ¿Sí? ¿Qué necesita?

Adrien casi rueda los ojos. La señorita que estaba ahí era nueva, era presumida y no sabía ni qué podría hacer él allí. <<¡Genial!>>

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora