'Nunca me daré por vencido contigo.
Porque perderte es como perder una parte de mí mismo.'La semana de Adrien fue de tal manera que se puede describir con una sola palabra: monótona. Porque el pobre chico se aburría bastante con las limitaciones de su padre. Al menos en la escuela tenía a Nino y a Monique a su lado, y podía comunicarse con Chloé gracias a los aparatos electrónicos que ellos llevaban. Sin embargo en el fin de semana no tenía permitido salir a ningún lado, los aparatos electrónicos estaba fuera de su alcance y lo que le quedaba era trabajar y trabajar más y más.
Era ya domingo a la una de la tarde cuando Adrien se encontró tan aburrido que lo único que lo entretenía medianamente era estar impulsando su lápiz al fondo de su escritorio, pero gracias a la leve inclinación de la superficie y a la fuerza de más que ejercida sobre el objeto, el lápiz siempre regresaba a él. Adrien suspiró, completamente aburrido y fatigado mentalmente. Se levantó del asiento, estiró los brazos y se quedó un lindo rato viendo el techo.
Por un momento el joven pensó escribirse algo en el brazo, ya que así Nathaniel le contestaría en unos minutos. Por momentos en todos los días había hecho eso. Formando diálogos de la manera más inusual con el chico pelirrojo al que no veía desde hacía una semana atrás. Adrien tomó el lápiz que tenía. Se acordaba de los momentos antes de que Nathaniel fuera un nombre con un rostro, una persona sin un significado. Antes de que aceptara que parte del resultado de su destino parecía estar más que confirmado. Antes, cuando los dibujos eran diarios en su piel y podía atesorarlos hasta el final del día. Tenía que admitirlo, extrañaba esos dibujos, no quería que fueran reemplazados por palabras.
La punta del lápiz acarició suavemente la hoja de papel donde Adrien la puso. Con ella comenzó a trazar líneas. Adrien no era un artista, lo sabía. Tocaba bien el piano, pero no podía componer canciones. Entendía los idiomas con rapidez, pero no podía ponerse a contar historias con ninguno. Sabía defenderse con espadas pero no sabría atacar de manera improvisada. Adrien tenía el cerebro para adquirir las habilidades, mas la falta de creatividad para mejorarlas.
Adrien trazó círculos en su hoja en blanco. Círculos y más círculos. Círculos que alguien podría decir que eran perfectos, pero esa perfección era tan rígida, como su vida. Tenía padres que trabajaban respetablemente, no le faltaba nada, económicamente estaba más que bien, gracias a las lecciones extras había aprendido demasiado y eso le daba una ventaja por sobre conocimiento a los demás. Sin embargo le faltaba algo, una chispa. Le faltaba pasión para hacer cualquiera de las cosas. Por eso todo era tan monótono, era tan aburrido.
La punta del lápiz siguió la circunferencia una y otra vez, dejando tras él rastro de su paso por el mundo. Adrien se sintió vacío. Él sería olvidado, y si no, sería recordado por ser una carcaza andante. Nada lo llenaba.
La hoja se rompió, horada por la constancia, por el mismo movimiento mecánico de siempre. Adrien se detuvo. El chico ya había terminado cuanto ejercicio su padre le ponía, sabía cómo resolverlo todo, y si no, estudiaba y retomaba como otros antes se las ingeniaron para resolver los problemas. Adrien dejó el lápiz a un lado del cuaderno, completamente recto. Tomó una pluma y escribió un simple "hola".
Fue a acomodarse en la cama. Mientras esperaba respuesta observó lo que tenía a su alrededor, más monotonía. Librero lleno de libros, paredes con diplomas y reconocimientos enmarcados. Nada de pósters que no fueran fácilmente reconocibles como algo científico, o histórico. Nada realmente fuera de lugar. Nada llamativo, nada que haga entrever que Adrien era más que conocimientos que se volvían inservibles porque no había más allá, no había más identidad. ¿En serio no era nadie?
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Perfectly Imperfect
Fanfiction'Nuestras almas están conectadas.' Cada día desde los nueve años le aparecían dibujos en su piel. Aparecían en sus manos, en sus tobillos, en sus muslos. También aparecían en su espalda y más frecuentemente en sus brazos. Todos los días cambiaban d...