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'Despierta.
Sé grandioso.
Sé amable.
Sé valiente.
Sé tú mismo.
Repite.'

El domingo llegó y Adrien prefirió intentar lo de escapar por la ventana a pedirle permiso a su padre como un chico normal. ¿Por qué? Porque su padre parecía estar molesto por algún error que se cometió en el trabajo, no él, ni Nahtalie, pero alguien lo hizo enojar. Era obvio que no permitiría que Adrien fuese a "perder su tiempo" en un centro comercial.  Entonces le dijo el plan a Monique y a Nino, ambos chicos notaron que el muchacho rubio se estaba complicando la existencia, pero con un padre así, también era complicado vivir.

Después de desayunar, Adrien anunció que estaría en su cuarto y no quería ser molestado por absolutamente nada, ya que habría un concurso de matemáticas que se acercaba y quería ser el mejor. Su padre no le vio ningún inconveniente.

Muy bien. Esfuérzate por ser el mejor siempre —había dicho, con la mirada puesta en una tableta y no sobre su hijo.

Pero la persona que sí le vio inconveniente fue Nathalie.

¿Acaso no vas a comer? El cerebro no funciona bien si no se tienen energías suficientes —aseguró la mujer, viendo con preocupación la decisión del muchacho.

Y el joven no podía más que darle la razón a la mujer, pero eso se lo guardó, se quedó en lo recóndito de su mente y firme le respondió que de eso no se preocupara, ya lo tenía resuelto. Nathalie lo miró con duda. No tendrás comida en tu habitación decían sus ojos, a punto de reñirlo por lo inadecuado que era eso. Adrien tuvo que darle la razón, en esa ocasión abiertamente, no obstante detuvo el discurso de Nathalie antes de que ella lo regañase.

—Yo me encargaré de limpiar cuando termine, y no volveré a hacer eso. Lo prometo.

Nathalie acabó por aceptar las exigencias del joven y ambos adultos lo dejaron marchar. Adrien pudo respirar adecuadamente al cerrar la puerta de su cuarto. Ahora debía de arreglarse. Y así lo hizo.

Se bañó, vistió y calzó para la ocasión. No con la ropa que había comprado junto con Chloé, pero sí un conjunto que tuvo la aceptación de Monique en todo su esplendor. Al verse al espejo, en esos momentos, Adrien volvía a preguntarse por qué a los chicos les gustaba traer zapatillas deportivas a donde fueran aun cuando no hicieran ejercicio. Adrien traía unas zapatillas deportivas negras, unos pantalones de mezclilla negros, una camisa blanca con la foto de una victoria alada en blanco y negro, y una camisa de franela, roja, encima de la camisa. En serio que algo había en la moda de hoy en día que no le acababa de gustar a Adrien.

No era que se viera mal. Bueno, no era terrible. Pero ciertos zapatos eran para ciertas ocasiones. ¿Y porque no llevar una chamarra en lugar de otra camisa?, de verdad que no entendía. Pero ya no podía negarle nada a Monique, no al menos porque había insistido demasiado en el atuendo (Tienes que lucir bien cuando se vean).  Él no lucía tan mal como otros chicos, con jeans rotos (¿Por qué se los compraban así?, eran muy caros y no duraban nada), zapatos sucios y camisas mal fajadas. Bueno al menos eso tendría, sus caminas fajadas, era lo mínimo.

Se miró de nuevo al espejo. No podía hacer mucho más con ese conjunto. No era como tal incómodo, pero no se sentía del todo él mismo.

Adrien miró el reloj. Eran las doce del día. Aún tenía tiempo. Adrien había citado a Monique y a Nino en la parada de autobuses más cercana a la una de la tarde. Tenía una hora para terminar de arreglar lo de cómo salir de su habitación sin ser visto. Nathalie tendía a rondar por la casa, mientras la limpiaba. Y su padre se encerraba en su despacho en el piso de abajo, o si no, estaba sentado en el sofá viendo algo en su computadora, Tablet o teléfono. Era más peligroso salir por ahí. ¿Qué le quedaba? La ventana. Y eso que Monique y Nino lo vieron como si estuviera loco, para que luego Monique se comenzara a carcajear, porque era hilarante que el chico se fuera a escapar de su casa como en las películas. <<Sólo ten cuidado. Asegúrate de atar bien la cuerda >> le dijo Nino, mientras que Monique disfrutaba de la expectativa.

Adrien el resto de la semana se encargó de encontrar una cuerda resistente, y suficientemente larga, pensó en cómo atarla y dónde. Todo debía de salir bien.

Adrien tomó la cuerda del fondo de su armario, la ató fuertemente como había planeado antes y dejó caer la cuerda por la ventana abierta. Se asomó a la ventana, había colocado un espejo para que reflejara lo que pasaba en la sala. Al parecer estaba Nathalie limpiando. Aún tenía tiempo, era hora de esperar.

Adrien se palpó los bolsillos. Llevaba celular, cartera con dinero suficiente, y ambas cosas estaban aseguradas en los bolsillos de su pantalón. Adrien tomó unos guantes que tenía desde hace unos años cuando hacía rappel en el verano, tal vez era algo exagerado, pero la cuerda en serio raspaba, y mejor evitar heridas a sus manos. Su casa no era una montaña, pero el concepto era el mismo.

Adrien volvió a asomarse a la ventana, para ver a través del espejo. Perfecto, Nathalie ya se había ido. Adrien abrió por entero su ventana. Se puso en posición y se sostuvo fuertemente de la cuerda. Sonaría difícil, pero ya que Adrien sabía sujetarse se le hizo sencillo el descenso, sin ningún contratiempo. Ya abajo, desmontó el espejo que podría molestar a Nathalie y hacer que se diese cuenta de que algo extraño sucedía. Adrien tuvo que dejar la cuerda colgando, aunque la quito de la ventana, para que Nathalie no la viera. Escondió el espejo entre los arbustos, también dejó ahí los guantes.

El chico sintió la adrenalina que le recorrió el cuerpo. Bueno ya empezaba a hacer cosas que en su vida había pensado, como salir sin avisar o tan siquiera pedir permiso, y bajar por la ventana de su cuarto sin que Nathalie o su padre se percataran. Ahora tendría que ir a un centro comercial sin otro objetivo más que hablarle a un chico al que no recordaba con tanta exactitud pero que le atraía como un imán a un metal.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora