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'Ningún tiempo mejor que este.'

'eras tu el del centro comercial', la respuesta estaba abajo del propio comentario que Adrien había hecho en la mañana. Adrien sonrió como un tonto.

"." Pero Adrien no sabía qué más contestar.

Estaba sentado en su silla giratoria como normalmente hacía en las tardes, aún antes de estar castigado. La tarea ya estaba prácticamente hecha, y lo que le faltaba de ejercicios extras no era tan pesado. Su padre podía castigarlo, pero no eran sus castigos más de lo que lo obligaban siempre a hacer. Dio dos vueltas más antes de acomodarse frente al escritorio, retomando el lápiz y el ejercicio de matemáticas donde lo dejó. Hizo algunas operaciones mentales antes de anotar y señalar el resultado correcto. Pasó al siguiente ejercicio. Lo resolvió. El siguiente a ese. En unos minutos estaría haciendo nada, tal vez dando vueltas en su silla giratoria. Si Adrien no mal recordaba su madre tendría algunos libros en su estudio que aún no leía. Si daba una ojeada allá no pasaría nada malo, con tal que su padre no lo viese.

Aunque no lo demostrase todo el día había estado pensando en su mensajería secreta. Era algo tan alucinante como extraño. ¡Poder escribir cualquier cosa en tu piel y que otro respondiese lo que quisiera desde su propia piel y poder leerlo ambos! De soslayo vio sí había otra respuesta, tal vez Nathaniel tuviese algo más que decirle.

'tambien el del celular de Chloé y el de la cafeteria' Adrien en serio estaba sorprendido que se hubiese acordado de todo eso. Claro, sí, ya se habían visto antes del domingo, pero Nathaniel no pareció asimilarlo cuando se vieron por segunda vez.

Adrien tomó la pluma más cercana para contestarle de inmediato. "Sí y sí." Estaba a punto de dejar de lado la conversación, algo comenzaba a cosquillear en su estómago de tan solo pensar que el otro chico estaba esperando sus sis desde donde se encontrase. En último momento decidió agregar algo, algo que era una simple sensación. "Esto es muy raro."

'ni lo digas muy raro'

— ¿Adrien? ¿Ya terminaste la tarea?

Adrien intentó de inmediato ocultar su brazo rayado con tinta. Nathalie había aparecido en el marco de la puerta abierta de su cuarto. El cabello oscuro con reflejos rojos y azules estaba bien colocado en su lugar, en un impecable moño, de la mujer fue vislumbrado por el rabillo del ojo del chico. En las manos de la mujer estaba una tableta, al parecer no había interrumpido del todo su trabajo. La mirada azul también estaba puesta en el aparato electrónico, pero se quedó apenas unos segundos al notar que el chico no contestaba. Adrien tomó con rapidez del respaldo de su silla una chamarra, cubriendo con ella la conversación en tinta con el otro chico que tenía sobre su piel. El chico se volteó un poco para mirar a la asistente y sonrió un poco, intentando aparentar que no pasaba nada. Nathalie lo analizó un momento con sus orbes azules antes de que carraspeara.

—Adrien, ¿ya acabaste tu tarea? —preguntó la mujer, seria.

—Ya casi. Voy en la última página, son cuatro ejercicios.

— ¿Dejaste matemáticas o física para el final?

—Física.

Adrien se sentía algo nervioso, pedía silenciosamente que la asistente se fuera de una vez, así podría acabar la tarea, y seguir mandándose mensajes con aquel chico. ¿Por qué tenía que aparecer cuando empezaba a fluir la conversación por fin? Nathalie supo identificar que su presencia estaba siendo algo invasora, pensó en retirarse, pero había algo que la molestaba. Desde hacía unos días el rubio se había callado. No más mañanas felices donde le describiese un dibujo o se lo enseñase. Eso desde su cumpleaños.

Así que contra todo deseo del rubio, la mujer ingresó a la habitación, cerró la puerta con cuidado y se fue a sentar a la cama, dejando la tableta a un lado.

—A ver, Adrien, hay algo que está pasando contigo.

Adrien apretó la chamarra contra su piel. Sí, estaba eso, y estaba el hecho de que lo había encontrado. Y la verdad estaba dudando decírselo a Nathalie por lo que ella pudiera decirles a sus padres, ¿y si ellos se volvían locos y hacían algo extremoso? No gracias.

—No pasa nada. Sólo estoy castigado por primera vez desde hace años, pero nada más.

Adrien se encogió de hombros, tal vez así podría aparentar con mayor credibilidad. Nathalie encorvó una ceja, sin creerle del todo. Adrien se sintió atrapado. Antes no le prestaba atención nadie, podía actuar casi todo el tiempo como si nada. Pero, en aquellos momentos, tenía un secreto que estaba guardando receloso de sus progenitores. Tal vez lo más adecuado fuese decírselo al menos a un adulto. Nathalie lo había cuidado por años que era el adulto en el que más confiaba, y aún así, dudaba en admitirle lo que había pasado. TODO lo que había pasado.

Adrien le dio la espalda a la mujer, gracias a los 360º que la silla podía rotar sobre su mismo eje. Los ojos del chico coincidieron con los ejercicios nuevamente, ¿qué hacer? Había guardado el secreto porque había visto a Nathalie como una amenaza, pero... ¡Pero qué tonto había sido! ¡Seguro que si le contaba le creería y no sólo eso sino que también le ayudaría! Nathalie siempre le había ayudado. Tal vez sólo estaba resentido por la poca atención en su cumpleaños y posteriormente. Adrien se sintió tonto.

Petit...? —Nathalie se interrumpió cuando Adrien se empujó con los pies hacia la cama. La silla chocó con el otro mueble y Adrien dio un brinco aún sobre el asiento en respuesta al impacto—. ¡Adrien!

Adrien estaba viendo la prenda en ese instante. La prenda que cubría lo que le sucedía desde hacía unas semanas atrás, y todo empezó con la marca que cubría y seguía con la conversación en tinta que tenía. ¿Nathaniel ya le habría respondido algo más?

—Sólo... sólo promete que no se lo vas a decir a mis padres, por favor, Nathalie —pidió el chico, pensando más en los beneficios que le traería una alianza con la asistente que mantenerla alejada.

La mujer, con una suave sonrisa, algo de preocupación reflejada en sus ojos azules, puso una de sus manos sobre la de Adrien que presionaba la chamarra con fuerza.

—Con tal que no estes haciendo algo ilícito. ¿Estás escondiendo drogas? ¿O acaso robaste algo? —la sirvienta de la casa, sin pelos en la lengua, preguntó. Adrien quiso reírse, pero el cuestionamiento era serio, y la preocupación de Nathalie, real.

—No es nada de eso —aseguró el muchacho de inmediato—. Nada ilegal, Nathalie, prometido.

—Muy bien. Entonces, ¿de qué se trata?

Adrien tomó aire, y decidió no arrepentirse. Destapó su brazo ante los ojos de la mujer. Le enseñó el tatuaje de la primera frase que Nathaniel le había dirigido y a un lado su pequeña conversación de seis oraciones. Nathalie abrió la boca, sorprendida. Primero, con los ojos, examinó la tipografía que adornaba la epidermis del muchacho. Y luego, utilizó las yemas de sus dedos para verificar que no se borrase con facilidad.

—Pero, ¿qué...?

—En mi cumpleaños... estas palabras aparecieron en mi brazo. Y ese mismo día me topé con alguien quien me las dijo a la cara. Nathalie... —Al escuchar su nombre la mujer levantó la mirada. El rostro de Adrien le suplicaba que guardara eso en secreto—. Encontré a mi persona especial.

Hola hola (a quien lea esto todavía), pregunta rápida, ¿les gustaría un maratón de un capítulo por día por el resto de la semana?

Ya salí de vacaciones y sé que técnicamente éste no es el día en que tiendo a publicar esta historia (que volverá a publicarse semanalmente hasta su fin entre los viernes a domingos), peeeeero, la ardilla comenzó a correr y me puse a escribir. ¿Qué tal está saliendo esto? (Lento, creo yo, pero pienso ya agilizar las cosas.)

Linda noche de miércoles.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora