' Me pregunto si alguna vez hemos pensado en el otro al mismo tiempo. '
A Adrien jamás le habían llegado las historias de las almas gemelas antes de la aparición de Monique.
¿La razón? Sus padres no creían en ellas.Las personas normales no tenían su futuro prescrito por algo poderoso del universo, no había necesidad. No todos encuentran el amor en esta vida. No todos pueden estar juntos. O eso le hicieron creer a Adrien. Pero había casos, ciertas personas tenían algo diferente, algo casi mágico que los hacía también extraños ante los demás. Esas personas estaban destinadas a estar juntas, debían encontrarse, y lo hacían a fin de cuentas. Duetos en las calles sin ninguna razón; el conocimiento del nombre de la otra persona; verse en sueños, un reloj con cuenta regresiva tatuado en el brazo; o que todo tu mundo esté pintado de una escala de grises hasta que se toquen por primera vez, todo eso y posiblemente más son signos de que tienes un alma gemela. Monique apareció en la vida de Adrien con todas esas historias de personas que afirmaban tener un alma gemela y que tenían algo distinto a los demás. Hasta hacía poco comenzaba a pensar que podría ser cierto. Y eso que llevaba ya varios años de conocer a aquella chica.
— ¿En qué piensas? —preguntó Monique al golpearle con su pie en un costado. Adrien no se quejó simplemente vio a su alrededor desconcertado. Monique rodó los ojos; se levantó hasta quedar sentada de nuevo en el sofá y se acercó al rubio—. ¿Qué está pasando por ese disco duro que tienes por cerebro?
Monique comenzó a picotear a Adrien y él intentó quitársela de encima. Un día más estaba ella ahí, intentando sacarlo de entre las miles de palabras que iban de ciencia e historia, para llevarlo a la diversión (lo que ella consideraba diversión), o sacarlo de sus pensamientos, fuesen cuales fuesen estos.
—Deja eso, ¿quieres?
—No. —Volvió a picar su mejilla haciendo un sonido gracioso con la garganta, intentando sacar una pequeña sonrisa en el rostro del rubio.
—Monique.
De alguna manera el rubio logró zafarse de ella y correr a su habitación, o más bien encerrarse en ella. Monique lo siguió e intentó hacer que el rubio le abriera. Pero, éste, no lo hizo.
Adrien siguió ensimismado, pensando en lo de realmente ser diferente. ¿Un alma gemela? ¿Acaso tenía tanta suerte o tan mala suerte? La muchacha se alejó unos centímetros, dejando de tocar insistentemente la puerta.
— ¿Qué pasa?
No hubo respuesta. El chico parecía no querer salir de ahí, de su habitación, de su mente. ¿Qué podría estar llenando su mente que no fuesen más que ecuaciones o símbolos que no se entenderían bien en el país? Monique no lo sabía. Ni tenía idea que por ella,
él estaba pensando en eso.—Monique, ¿podrías decirme de nuevo sobre tus padres?
Eso la sorprendió. Aunque también lo hizo la puerta abriéndose y Adrien apareciendo con algo de angustia en sus ojos. <<¿A qué le está dando tantas vueltas?>> se preguntó.
— ¿Sucede algo?
Adrien nunca le pedía que le contara sobre las almas gemelas, ella era siempre la que insistía en el asunto. Los padres de la muchacha lo eran. No sabían de su existencia a primeras cuentas. Sólo que cada vez que uno comenzaba a cantar, fuese lo que fuese, en cualquier idioma y aunque jamás hubiese el otro escuchado esa canción, se la cantaban al otro. Era cómico el asunto en realidad, y le fascinaba a Monique.
Cuando Adrien le dijo que sus dibujos no podían ser borrados, ella pensó que era algo tan bizarro como lo de sus padres. Y Adrien parecía ser alguien tan especial. Lo que ella más quería creer era que las almas gemelas sí existían. Sus padres lo eran. Adrien tenía que encontrar a su otra mitad.
—Por favor, Monique.
La chica suspiró.
—Vale. Pero luego me tienes que enseñar lo que te apareció hoy, ¿trato?
Adrien asintió. Monique por fin pudo pasar a la habitación, ignorando la televisión y el desastre de palomitas que habían dejado abajo. Se acomodaron de tal manera que pudiesen verse los rostros, y la muchacha comenzó su relato.
*~^~^~*
Cuando dieron las tres y media los dos jóvenes salieron de la casa juntos. Caminaron un rato y luego tomaron un autobús, guardando silencio en el camino.
Adrien siguió pensando en eso. No sabía porque, simplemente sus pensamientos rondaban con el dibujo. Se preguntó cómo sería la otra persona. ¿De dónde vino su inspiración para hacer el dibujo? ¿Por qué siempre dibujaba? ¿Acaso esa persona también se preguntaba sobre él? ¿Sabría algo sobre tener un alma gemela?
Monique estaba también pensando en Adrien y su silencio. No lo debía interrumpir, lo sabía, por primera vez en su presencia estaba pensando seriamente su idea. En cualquier momento esperaba que el joven descartara la idea con alguna explicación "lógica". Pero, mientras llegaba eso, se alegró de saber qué tenía en el brazo. Era hermoso. Y Adrien tenía tanta suerte, según Monique.
El rubio pensó un poco más hasta que el autobús se paró y un muchacho moreno, con una gorra que cubría su cabello y unos audífonos en el cuello, se subió y vio de inmediato al rubio.
Nino se reunió con ambos, saludando con una sonrisa, y sentándose en el lugar más cercano. Adrien al verlo supo que ya no debía darle más vueltas. No más vueltas. Ya era momento de despejarse y divertirse con sus amigos.
Como si fuese tan simple. A veces sus conceptos de diversión eran bastante diferentes. Pero no podía hacerle eso a Nino, había planeado aquella salida por las últimas semanas.
Tomó su celular y le envió un corto mensaje a su madre, sería mejor no desobedecerla. Lo guardó y su mente se despejó. Disfrutaría ese día con sus amigos. No almas gemelas, ni padres, ni clases, o ciencia o historia. Sólo unos jóvenes con la tarde por delante.
Por supuesto que Adrien no tenía idea de que no tan lejos había alguien con el mismo dibujo en el lugar exacto que él. Pensando qué podría hacer mañana con sus pinturas y su piel como lienzo, sin imaginar que utilizaría la piel de Adrien también.
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Perfectly Imperfect
Fanfiction'Nuestras almas están conectadas.' Cada día desde los nueve años le aparecían dibujos en su piel. Aparecían en sus manos, en sus tobillos, en sus muslos. También aparecían en su espalda y más frecuentemente en sus brazos. Todos los días cambiaban d...