'Algunas personas se cruzan en tu camino y te cambian la dirección por completo.'
Soportó tres días hasta que su costumbre se lo llevó de corrido a buscar algún dibujo en su piel. Lo triste era que no había ninguno. En su brazo seguía la misma frase, siendo un recordatorio constante de la escena del café. Se avergonzaba cada vez que recordaba características de esa persona. Ni siquiera sabía su nombre, apenas recordaba qué tan alto era (¿siquiera eso era un detalle importante?) o qué vestía ese día. Adrien no tenía idea alguna de quién era ese pelirrojo.
Se encontraba en una silla giratoria de ruedas. Ya había terminado la tarea. Sus libros y cuadernos habían sido guardados en su mochila, ahora a un lado de sus pies. Tenía una pluma en la mano, y apretaba el botón de arriba para que la punta saliese una y otra vez, a un ritmo rápido. Estaba viendo al frente, su escritorio de encontraba pegado a una pared blanca y sus padres no le dejaban pegar pósters de músicos, así que tenía un esquema del Sistema Solar ahí colgado.
Pensó en el espacio para pasar el rato. Los planetas estaban ahí, moviéndose eternamente en la... nada. A menos que algo llegara con suficiente fuerza para cambiarlos de rumbo, seguirían en la misma dirección. ¿Y si la vida de Adrien era como los planetas? Es decir como si sus padres y Nathalie fueran lunas, y a su madre le diera la cara una temporada para después desaparecer de su vista por otro cierto tiempo. El ver a su padre era más constante, y a Nathalie aún más. Eran cuerpos que estaba ahí, pero luego parecía que se tardaran tiempo para volverlos a ver por sus propios movimientos. Y luego estaban los otros planetas, estaban sus conocidos y amigos, que siempre se movían a su velocidad, estando tan cerca y tan lejos pero siempre en su propia órbita. Se supone que su vida seguiría como estaba a menos que algo externo la cambiara.
Al pensar en eso, la punta de la pluma salió de nuevo, y Adrien se detuvo. Bajó su mirada a su brazo izquierdo. Traía una playera más juvenil, como Monique le llamaría, una sencilla camisa de cuadros roja. Las mangas estaba extendidas haya sus muñecas, para cubrir las letras Pero también Adrien se quedó pensando. Se abrió la manga y la arremangó. Las letras estaban igual. Misma posición, mismo tamaño, misma intensidad de... tinta. Pues no sabía qué era, pero parecía tinta, por ser de un tono similar.
<<Algo externo cambiaría mi rumbo>> se dijo. Dejó la pluma a un lado y pasó algunas de sus yemas por encima de su piel marcada. No quería verlo, menos pensar o tomar acción y hacer algo. Por años se había quedado en la observación, porque ni con ayuda al método científico le vio alguna razón, y prefería ignorar a los doctores. Todas las mañanas buscaba dibujos en su piel, lo hizo por siete años. Una gran parte de su vida, pero esos dibujos se fueron. Tal vez eso era lo que lo quería hacer cambiar de dirección.
Una frase lo cambiaría. Un encuentro con un extraño lo haría. Porque en ese momento se sentía tan extraño. Como si supiera qué hacer, cómo empezar, pero sin la certeza de que sería buena idea. Normalmente era seguro en los pasos que daba porque... bueno, había aprendido a seguir pasos al pie de la letra.
<<¿Qué debería hacer?>> se preguntó, aunque sabía que la respuesta estaba en su celular. Chloé le había dejado en claro que ella conocía al otro chico (¿él siquiera sabría acerca del asunto?). Si le llamaba a la muchacha, ella estaría gustosa por decirle sobre él, aunque se había quedado la información al ver que el rubio no preguntaba nada.
Podía empezar con eso que era sencillo. Y después, ¿qué? Él sabría del chico, pero el chico no sabría quién era él. ¿De qué serviría? Sería extraño, como espiar a alguien en sus redes sociales para saber lo máximo de él, pero jamás intentar hablarle (¿no le hablaría?).
En ese momento Adrien se sentía como si estuviese saltando por encima de su propio cuadrado personal que encerraba a su cerebro en esquemas. Como si con esas ideas tentase qué tanto soportaría.
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Perfectly Imperfect
Fanfiction'Nuestras almas están conectadas.' Cada día desde los nueve años le aparecían dibujos en su piel. Aparecían en sus manos, en sus tobillos, en sus muslos. También aparecían en su espalda y más frecuentemente en sus brazos. Todos los días cambiaban d...