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'Estoy haciendo esto por mí.'

El muchacho fue a su armario a ver su ropa, tenía que ser lo suficientemente formal para que su madre no le dijese nada, sin embargo no quería lucir tan formal. El muchacho conocía la sensación de estar en el punto de mira de todos, destacar por ser demasiado para los demás, demasiado formal, demasiado puntual, demasiado servicial, demasiado avanzado. Demasiado, demasiado, demasiado. Y aún así, no era suficiente para sus padres.

Con un suspiro sacó el conjunto del armario y lo extendió en la cama. En él predominaban el azul y el café. Una camisa blanca, con un chaleco café con botones, una corbata azul marino de puntos blancos, un saco café, unos jeans oscuros, y unos zapatos Oxford cafés también. Se veía bien, y Adrien sabía que era semiformal el conjunto. Esperaba que lo casual de éste no resaltará mucho, como los jeans. Ojalá su madre no los apuntara. Se cambió y fue a desayunar, ese día no iría a la escuela para poder asistir al evento de Chloé, y eso lo tenía tenso.

—Buenos días, Adrien, ¿emocionado? —saludó Nathalie con su agradable sonrisa y con un plato con el desayuno en la mano, unos panqueques.

Adrien se sentó en su lugar y con la mirada llena de nervios mostrándose en ella, le dijo que estaba bien. Nathalie asintió, no cuestionando nada.

—Tus padres ya comieron, y están finalizando unas cosas antes de irnos a lo de tu amiga.

Nathalie se quitó el delantal y lo dejó a un lado. La mujer tomó un vaso para servirse un poco de agua y sentarse a un lado de Adrien, quien no había tocado su comida.

—Come, lo necesitarás. Y no te preocupes, confía en que todo saldrá bien. Y si algo fuera de lo planeado pasa, mantente listo para improvisar, no te congeles mirando.

Adrien asintió. Sus manos comenzó a hacer los movimientos adecuados para partir en trozos el pan,y luego tomar esos trozos y llevárselos a la boca para así iniciar la digestión de la comida. Sin embargo, su mente estaba vagando, ¿qué haría cuando lo viera? Porque quería verlo, estaba claro, pero no sabía qué hacer al verlo. ¿Saludarlo? ¿Abrazarlo? ¿Tan sólo mirarlo? ¿Hablarle? ¿Preguntarle todo lo que quiere preguntarle? ¿Planear otros encuentros? Pero eso no era todo, también estaba el hecho de que su madre tendría un ojo sobre él.

Adrien comió su desayuno y termino de alistarse. Como aún tenía algo de tiempo intentó leer un libro sobre química orgánica, sin embargo no podía. Su mente bullía con ideas, escenarios, posibilidades, y, sobre todo, dudas.

Sus padres terminaron en dos horas más. Todos subieron al auto sin esperar nada. Nathalie manejaba, la señora Agreste estaba sentada de copiloto, y Adrien compartía con su padre el asiento de atrás. No obstante eso no le impedía ver hacia afuera con algo de indiferencia. Tenía la fortuna de que sus padres nunca fueran muy conversadores. Entonces la ida al colegio fue completamente en silencio.

Adrien estuvo restregando sus manos en sus pantalones, como si eso fuera a darle más seguridad. Sin embargo dejó de hacerlo al salir del auto, a su madre no le gustaba verlo jugar con sus manos por nervios porque era una muestra de inseguridad y miedo. La señora Agreste le dio una mirada rápida, de pies a cabeza y de cabeza a pies, antes de decirle:

—Arréglate la corbata, está un poco chueca. También quítate el cabello de la cara. —Y comenzó a ir a su propio paso hacia la escuela. Adrien hizo todo lo que su madre le ordenó.

—Todo está bien —se dijo a sí mismo, al verse reflejado en la ventana del coche.

—Sí. No te preocupes. Vamos, ahora que tus padres quieren terminar con esto, ya sabes lo ocupados que están.

—Lo sé.

Nathalie al menos estaba ahí para apoyarlo. Y también Chloé lo estaría.

Tenían que caminar dos calles para llegar a la entrada de la escuela, por la falta de espacio. La señora Agreste hizo comentarios nada corteses gracias a esa situación. Nadie tuvo la fiereza de contradecirla o hacerla cambiar de opinión.

La escuela estaba con las puertas abiertas recibiendo a la gente. Algunos guardias estaban en la puerta revisando los bolsos de las señoras para que no hubiera ningún accidente. Y se veía que había buen movimiento en la zona, eso le llamó la atención a los señores Agreste, ¿cómo un evento escolar podía llamar tanto la atención de los adultos? Adrien siguió a sus padres sin chistar.

Entraron y se encontraron con varios puestos que mostraban algo relacionado con el tema del año, que no podía ser más amplio: Tendencias. Adrien no se había hecho una imagen clara cuando Chloé le había dicho sobre el evento y mucho menos sobre el tema. Pero ahí estaban una generación de jóvenes que habían hecho sus propios productos y la parte teórica de sus propias compañías. Todos mostraban cosas diferentes y variadas, gracias a lo amplio que podía ser visto como el tema. Tendencias había sido un sinónimo de lo que sea que a la gente le pueda gustar.

Así que los señores Agreste se pusieron a ver, al principio con indiferencia y luego con algo más de atención, lo que los puestos presentaban. El puesto de Chloé estaba al fondo y Adrien no dejaba de ver ese lugar cada vez que su madre estaba volteada al producto que le enseñaban.

—No había imaginado esto cuando Nathalie nos propuso la idea —admitió la señora Agreste con cierto deje de admiración en la voz.

—Es claro que se han esforzado todos estos muchachos en hacer algo presentable.

— ¿Algo que les haya interesado hasta ahora? —decidió preguntar Adrien.

Los tres se habían detenido a hablar un momento, en medio del pasillo, actuando como si éste les perteneciese.  La mujer le sonrió algo complacida por la pregunta, como si hubiese estado esperando la interacción de su hijo desde hacía siete puestos atrás.

— ¿Crees que hay algo que de verdad pueda merecer nuestra atención aquí? —preguntó la señora, como si en realidad no hubiese nada muy valioso en esa exposición.

Adrien iba a bajar la mirada y a guardar silencio porque se sintió como un pequeño tonto. Sin embargo su mirada se topó con Nathalie que estaba detrás de sus padres y ella le sonrió y asintió con la cabeza, sugiriendo que hablase.

¿Algo interesante para sus padres? Tal vez no, pero él sí estaba interesado en algo en específico.

—Estoy seguro de que encontraremos algo interesante por aquí. Continuemos, ¿les parece? Se me hizo haber visto algo en el mapa de distribución.

Adrien se dio la vuelta, como normalmente lo hacía su madre, y comenzó a caminar por donde él quería ir. Por unos instantes horrendos pensó que había cometido un terrible error, porque su madre lo alcanzó en unos cuantos pasos.

—Adrien —lo llamó. Las calamidades en su imaginación comenzaron a brotar por su mente de nuevo—. Esa es la actitud de un jefe, bien hecho.

Pero su madre no lo estaba regañando, sino que al contrario, lo felicitaba por su decisión. Eso le causó un gran alivio.

Adrien siguió caminando, con un poco de seguridad restaurada, y directo al puesto que ansiaba visitar desde hacía dos semanas atrás. Aquel donde volvería a ver a quien le había robado el aliento desde la primera vez.

Hola, hola. ¿Cómo están? Espero que muy bien. Linda semana la que viene, sáquenle provecho a su presente, chavos.

Estoy pensando en eso del maratón y posiblemente se haga. No sé cuando, pero pronto. Se darán cuenta cuando lo tenga, porque ahorita estoy ocupada. 😬

Sin mucho más les vengo con otra pregunta, ¿qué les parece? ¿Aburrido y lento? ¿Entretenido? ¿Voy más rápido de lo esperado? Su opinión es importante para mí, no tengan miedo en expresarla.

Les deseo bonita semana, en serio. Nos estaréis viendo por aquí todas las semanas, en serio.

Lindo lunes, nos vemos,

bye bye.

Perfectly ImperfectDonde viven las historias. Descúbrelo ahora