'Un chico lindo, ¿no es así?'
Adrien dejó caer la hamburguesa de entre sus manos cuando lo vio ahí con un grupo de chicas rodeándolo. Así que era cierto lo que había dicho Chloé, que él estaría, en alguna parte, en ese centro comercial. ¿Y ahora qué debía de hacer? ¿Acercarse? ¿No hacerlo? ¿Esperar a que se fuera de la comida rápida para seguirlo hasta que se metiera a una tienda y así poder hacer lo que le había recomendado su rubia amiga?
— ¿Adrien?
Los pensamientos, que comenzaban a ser demasiados en su mente, se detuvieron de inmediato al escuchar la voz de Monique a su lado. La chica le tomó de su muñeca derecha, la apretó un poco.
— ¿Estás bien? —preguntó ella—. ¿Es la hamburguesa? ¿Ya no te gustó? Te elegí la que me parece que es la mejor del lugar.
Adrien se forzó a voltear a verla. De posar sus ojos en el rostro de esa chica de cabello oscuro que le llegaba hasta los hombros, y no quedarse viendo la melena pelirroja que había encontrado entre todas las personas que seguían moviéndose de aquí allá. De entre todas las personas, y lo había visto a él. Aún desde lejos sabía que se trataba de él. Una parte de sí mismo lo sentía así. ¿Podría ser que estuviera equivocado? <<Técnicamente sí. Los instintos no son siempre la vía correcta>> pensó, intentando darle un sentido, darle una razón para ignorar lo que sentía. Su corazón repentinamente quería tener un mayor protagonismo en su pecho. Y unas inmensas ganas de levantarse e ir corriendo a donde se encontraba esa melena pelirroja lo estaban invadiendo, pero no, esa no era la manera correcta de acercarse.
Adrien iba a responderle a la chica hasta que, a punto de abrir la boca, se acordó de que estaba aún con el bocado en la boca. Avergonzado, bajó la mirada a la mano con uñas verdes que le sostenía la muñeca, y acabó por masticar y pasar lo que le faltaba de la hamburguesa antes de atreverse a responder.
—Estoy bien. Está rica la hamburguesa, no te preocupes por eso.
—Pero.
Sí, había un pero, mas no se sentía como para comunicárselo aún. Se supone que los tres estaban allí, en ese centro comercial en específico, sólo por eso. Por aquel chico que estaba a unos metros más allá. Pero.
—Nada. Me quedé pensando en la Teoría de la Relatividad. Lo siento, imaginé que tenía una respuesta que hace mucho buscaba.
—Ah, tus cosas de nerd. —Eso pareció aburrirle a la chica, siendo aún algo grosera con el tema—. ¿Y qué? ¿Te sientes raro no ponerte a estudiar como sino hubiera un mañana un domingo como este? —siguió cuestionando la muchacha, volviendo su atención al paquete de papas fritas que seguía picoteando de vez en vez.
Monique había esperado que Adrien repentinamente hiciera algo. Levantarse, tragar mal, algo. Y cuando a su lado se había tensado, esperó que fuera por ella. Por esa chica. Sin embargo la respuesta la desilusionaba. ¿O acaso le estaba mintiendo? No. Adrien no mentía.
Adrien vio la hamburguesa que faltaba sobre el papel reciclable y la bandeja plástica, unas tres mordidas más y sería todo de esa hamburguesa. La verdad estaba rica, mas repentinamente se le había ido todo el apetito. El chico se quedó viendo el trozo de comida preparada ahí un rato, evitando voltear a donde estaba él. En serio que lo intentó. Había algo de barullo en la plaza y en esa zona, más la música ambiental de la plaza y los efectos de sonido que salían del videojuego en el celular de Nino, eso debería ser distracción suficiente. Sin embargo no lo fue.
— ¿Disculpa? ¿Eres tú Manon Lahiffe? —una voz femenina preguntó.
La mente de Adrien por alguna razón relacionó el nombre con una ópera de cinco actos y seis escenas, e inmediatamente después casi suelta una carcajada, ya que era un nombre de chica.
—Eh, no. Soy Nino Lahiffeee —Adrien notó que Niño alargaba la última vocal de su apellido, como hacía sólo cuando estaba metido en problemas o se ponía nervioso.
Subió la mirada, esperando encontrarse con una despampanante señorita. Y bueno, se encontró no sólo con una señorita, sino con cuatro y un chico.
—Oh, bueno. Eres amigo de Max Kanté, ¿no?
Adrien frunció el ceño levemente. Aquella intervención era muy directa, ¿por qué? Esa chica. ¡Pero claro! Esa chica era la que le gustaba a Nino del colegio de Chloé. Y Nino parecí tener un cortocircuito en el cerebro.
—Sí lo es —intervino Monique, no soportando la indecisión de su amigo sentado frente a ella.
La muchacha de piel algo morena sonrió amablemente, le extendió una mano a Nino.
—Alya Césaire, mucho gusto. Me acordé de tu apoyo en el trabajo de Max de hace unas semanas —Nino apenas vio la mano de la chica como si fuera algo intangible. Monique, a un lado de Adrien, bufó—. ¿Les molesta si les acompañamos? —cuestionó la chica, por fin volteado a ver a Adrien y a Monique.
—No gra... —Adrien no pudo evitar darle un codazo en las costillas a su amiga para que callara. Tal vez estaba nervioso, bastante, y no estuviera seguro de cómo entablar una conversación con el único chico del grupo contrario, no obstante era una oportunidad que mejor no desaprovechaba.
—Adelante.
Alya sonrió ante la amabilidad expuesta en la voz de aquel muchacho rubio. Casi después de la positiva, las muchachas comenzaron a sentarse, mientras que Alya las presentaba.
—Ellas son mis amigas Juleka Couffaine, Rose Lavillantt, y Marinette Dupain-Cheng. Él es nuestro amigo Nathaniel Kurtzberg.
Alya al nombrar a cada quien, los señaló unos segundos, Adrien siguió las indicaciones, hasta que llegó a Marinette Dupain-Cheng, la chica que peor le caía a su mejor amiga. Ella era la chica del café, la chica de ojos azules y cabello oscuro hasta los hombros. Adrien no pudo evitar llevarle la contra a su amiga Chloé, esa chica lucía todo menos maliciosa o pesada. Hasta le dio una sonrisa algo tímida al notar que le estaba observando. Era una chica linda que se sentó frente a él.
No obstante empezó a sentir calor en el brazo izquierdo, donde seguía cubierta la primera expresión que le había dicho el chico a un lado de él. Adrien tuvo un repentino miedo de voltear y encontrarse con esas turquesas. Pero debía de hacerlo, aun cuando pudiera perderse irremediablemente en ellas.
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Perfectly Imperfect
Fanfiction'Nuestras almas están conectadas.' Cada día desde los nueve años le aparecían dibujos en su piel. Aparecían en sus manos, en sus tobillos, en sus muslos. También aparecían en su espalda y más frecuentemente en sus brazos. Todos los días cambiaban d...