Capítulo 39

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Cuando terminamos de bajar el último escalón una sala cerrada y sin apenas decoración nos recibe, pero de frente nos topamos con una puerta y un cerrojo muy vistoso.
-Creo que lo que hemos oido ha sido la puerta.-dice pensativa.
-Pero si en la puerta hay un único cartel que dice "Prohibido pasar por su seguridad"-digo haciendo comillas con los dedos mientras que tiemblo a causa de los nervios.
-A lo mejor hay a alguien que le da igual su seguridad. -me dice de manera obvia. -Pensemos, solo hemos oido dos ruidos ¿no? -me pregunta, a lo que yo asiento. -Uno ha sido fuerte y otro suave. -Medita en voz alta. -Mi teoría es que la puerta estaba cerra y la han abierto, de ahí ese chirrido y el otro sonido ha sido más suave porque solo han ido a juntar la puerta, entonces... -hace una pausa con una sonrisa maliciosa. -la puerta debería de estar abierta.
-No se yo si tu teo-unas voces me cortan.
-El sonido yo creo que venía de la puerta. -dice una voz varonil.
Erine me señala que la siga. Mientras que mi corazón martillea ensordeciendome los demás sonidos la sigo, abre con cuidado pero rápido la puerta y la vista es un pasillo estrecho con una luz muy tenue que se nota que estamos en un espacio subterráneo. Ella se limita a correr de puntillas y yo la sigo olvidándome de cerrar la puerta. Los guardias ante nuestro ruido se apresuran a correr detrás de nosotras, pero les llevamos ventaja por lo que no pueden vernos las caras. Ahora mismo mis sentimientos eran muy contradictorios pero lo que predominaban eran las nausias a causa de la situación.
-¡No sigan! ¡Les perjudicará la vida! -nos advierten a gritos rindiéndose. -Erine incrementa la velocidad y cuando la consigo alcanzar ella se desvía hacia la izquierda quitándonos de la vista de los guardias. Mientras que me empieza a faltar aire empiezo a reflexionar la situación.
<Candy, una chica desconocida te ha dado un susto, esta se ha presentado sonriendo mucho, unos sonidos cualesquiera que ya no sé si era el pitido del audioguía o qué ha sonado, la otra te ha convencido para que la acompañes a un sitio prohibido, solas y basicamente a oscuras, pero lo peor de todo es que podemos acabar muertas, y por último, ya hemos despistado a los guardias y seguimos corriendo como guepardos. Y mi pregunta es ¿Candy, estás bien de la cabeza? Ahora mismo esta chica que no conoces de nada te puede dejar aquí o puede traer a una panda de barriobajeros y que te descuarticen o te secuestren o cualquier otra cosa. > -me advierte mi preciado cerebro.
-Erine. -la digo susurrando y a la vez jadeando de lo cansada que estoy. -¿Por qué seguimos corriendo? -Ella me mira confusa y después atrás, a continuación para.
-No me había dado cuenta que no nos seguían. -dice también con la voz cansada.
-Necesito sentarme, tengo un nudo en el estómago que me están entrando ganas de devolver. -la digo sentándome, cuando llega mi culo al suelo grito no muy alto. El suelo está mojado y no me había percatado.
-Lo siento, hay veces que me meto en mis pensamientos y no presto atención a nada más. -se disculpa.
-¿Hola? -una voz lejana de hombre resuena en el tunel. Mis nervios se acrementan. Erine me indica silencio.-¿Hay alguien? -vuelve a preguntar avanzando hacia donde nos encontramos. Ante el miedo decido abrazar a esta desconocida, pero ella también me devuelve el abrazo. El sonido de las pisadas incrementa nuestras respiraciones haciendo que resuenen un poco. Decido cerrar los ojos y que pase lo que sea. Después de medio minuto Erine se incorpora haciendo que vuelva a ver y me encuentro con una luz que apunta hacia nosotras. Yo me giro y veo a un hombre encapuchado apuntándonos con la linterna de su móvil.-¿Qué haceis aquí? -nos pregunta confuso.
-¿Y tú? -responde Erine.
-A vosotras no os importa. -nos responde bordemente.
-Pues entonces a tí tampoco. -responde de la misma manera la bailarina que tengo a mi lado.
-¿Nos puedes ayudar? -digo ante la desesperación. El chico dirige la mirada hacia mí.
-¿A qué? -me pregunta cortamente.
-A volver a la ópera Garnier. -le digo.
-Me temo que si os han visto salir habrán vuelto a cerrar las puertas porque me supongo que os las habreis encontrado abiertas y no las habeis cogido vosotras las llaves, ¿no es así? -nos pregunta como si hubiese adivinado todo,  nosotras asentimos.
-Tendreis que atravesar el lago y pasar las catatumbas. Después desde arriba volveis a la ópera.
-Ay Dios mio. -dice soltando un pequeño grito de estrés Erine. -¿Qué hora es?
-La una menos veinte. -Responde el chico al mirar en su móvil, me quedo anodada por las cicatrices que he visto que el chico lleva en la cara al iluminarle la pantalla del teléfono. Además el chico no parecia tener más de treinta años.
-¿Nos puedes acompañar? -pregunta Erine al chico, él solo se limita a asentir.
-¿Nos habrán pillado las cámaras? -me pregunto en voz alta.
-No, en la ópera no hay, ya que pueden deteriorar el lugar, por eso utilizan tantos vigilantes. -me responde el chico.
-Lo gracioso es que precisamente en esa sala no había ninguno. -responde Erine.
-Seguramente se habrán descuidado por el atentado que ha habido. -nos responde.
-¿Ha habido un atentado aquí? -decimos al unísono Erine y yo.
-Hace diez minutos o por ahí. -nos dice. -Una furgoneta se ha dedicado a atropellar a un montón de personas.
-No me va a dar tiempo a ir al conservatorio con tanto follón. -dice estresada.
-Yo toco piano. -le sonríe el muchacho. -Yo también estuve en un conservatorio hace ya bastantes años.
-Ah, qué bien. -Le dice sonriente. -Me podrias echar una mano alguna vez. -le pone una sonrisa más sincera. Se quedan mirándose el uno al otro unos segundo y yo miro a mi alrededor para ver si veo una vela y así la sujeto.

Erine y el chico siguen hablando de música, cuando llegamos a un suelo que es tierra y las fosas nasales solo respiran humedad, paramos,  de frente a nosotros nos da la bienvenida un charco gigante que casi ocupa todo el espacio.
-Este es el lago. -nos dice el chico. -Aunque no lo parezca, es profundo. Así que tened cuidado dónde pisais, hay que bordearlo por esa poca tierra que hay a los lados. -Nos señala el trocillo de tierra.
Ahora mismo me encuentro en estado de asombro, es la primera vez que veo un lago cubierto por techo y paredes a los lados. Apenas puedo creerme que esté recorriendo la parte subterránea de París.
Cuando me toca pegarme a la pared para no meter la pierna en mal sitio, estoy temblando, mi equilibrio en este momento no es el mejor, y el recorrido, según el chico, son nueve metros. Al ver que en cualquier momento voy a perder el equilibrio, me pongo de cuclillas y comienzo a andar de manera más segura. Erine y el chico me imitan al ver que voy más cómoda.

Al pasar el lago y todo el recorrido de barro, volvemos al suelo del principio pero la multitud de calaveras pegadas a las paredes nos indican que hemos llegado a las catatumbas.
-Y dime, ¿cómo te llamas? -Erine decide cortar el silencio en este sitio tan tenso.
-Me llamo Erik. -Dice con la mirada fija en las calaveras.

Descansando de tantos túneles con calaveras llegamos a un pasillo con pinturas y mosaicos desgastados, a parte, en el suelo hay como una especie de banco que se distinguen poco por su forma, ya que casi no existe de lo deteriorado que está.
-¿Por qué tienes esas cicatrices en la cara? -pregunta de la manera más natural Erine.
-Porque sobreviví a un incendio. -responde de manera cortante Erik.
-¿Sueles venir mucho por las catatumbas? - cambia de tema Erine mientras que volvemos al pasillo de calaveras.
-La verdad es que sí. -responde.-Me parece la parte más hermosa de París.
-Tienes un extraño gusto. -dice Erine arrugando la nariz.
-Y vosotras un extraño acento, ¿de dónde sois? -pregunta. Con tantas calaveras llegamos a la parte donde empiezan a haber turistas, y donde hay esqueletos enteros junto con crucifijos enormes.
-Yo soy de Bélgica. -dice la que lleva el tutú.
-Y yo de España. -respondo.

Llegamos a un bar por donde tienes que pasar sí o sí para continuar el camino, pero el tumulto de gente que se encuentra aquí nos interrumpe nuestro paso. El espacio estaba iluminado por luces moradas que hacian ver a la gente como monstruos y resaltando los colores hasta llegar a fosforitos. El lugar estaba decorado para Halloween. Poco a poco nos hicimos paso entre la gente y continuamos nuestra trayectoria.

Poco después llegamos a la superficie y salimos al exterior, un montón de policias estaban por todas las calles.
-Es por el atentado. -nos informa Erik ya que Erine y yo nos hemos quedado mirando las pistolas que son casi más grandes que nosotras y que parecen de película. -Bueno, hasta aquí os acompaño, si otra vez os metéis en líos por aquí, ¡Avisadme! -dice con caras sarcástica.
-Adios Erik. -dice Erine sonriente que hace que se la asomen los oyuelos. Se dan dos besos en cada mejilla. -Y recuerda que te he cogido la palabra para que me des clases de piano. -le guiña el ojo.
-Si hay otra ocasión por supuesto. -A él también se le forman oyuelos al sonreir, lo que pasa que con las cicatrices se le notan menos.
-Bueno Erik, adiós. -Le doy yo también dos besos a cada lado de la mejilla. -Y gracias. -le sonrío.
-Nada, tened cuidado, os recuerdo que esta no es la entrada oficial a las catatumbas y os podeis meter en lios.-Nos sonríe y se vuelve a meter a las catatumbas. Nosotras con disimulo intentamos pasar como turistas normales, pero un policia con uno de esos armas tan grandes en la mano viene hacia nosotras.

Utopía EnvenenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora