Capítulo 67

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-Nada. -digo sin darlo importancia, es más facil negar con la cabeza y decir una palabra que andar explicando que alguien se ha confundido y me ha mandado un mensaje que no tiene ni una palabra.
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Doy un abrazo fuerte a Esmeralda, se va a Montreal durante el semestre con el programa de intercambios de la Universidad. El barman de la hermandad, Nacho, muy amigo de ella, la acompaña al viaje.
Después de despedirnos Amelia, Tatiana, Ben, Douglas y yo volvemos a casa andando. Hace una tarde muy nublada, como si fuese a haber tormenta y lluvia, pero en su defecto, está calmado, apenas ni sopla el viento. Al pasar por una calle Ben empieza la conversación.
-Anda mira, en este hotel está Marcos. -dice Ben al pasar por la fachada de un hotel que tiene un poco de hiedra alrededor de las ventanas de esta. Miro para arriba y veo al susodicho con un esmoquin blanco y asomado por la ventana en el primer piso. Le saludo con la mano y todos me siguen con el gesto, él nos lo devuelve y seguimos nuestro camino.

La madre de Tatiana nos llama para cenar y en ese momento me vibra la mano por el móvil al recibir una notificación, lo desbloqueo y veo que es otro mensaje por el direct de esta cuenta. Esta vez me pone la letra "p", todos los días me ha estado mandando mensajes con una letra esta cuenta, con las letras "n,o,i,m,p" todos los días se lo he dejado en visto pero hoy decido ponerle ¿Quién eres? con la esperanza de que me conteste.

Me voy al baño para terminar de asearme e irme a la cama, cuando entro al toilette me quedo mirándome en el espejo, me acerco demasiado al cristal y empiezo a verme un montón de imperfecciones, y como no, empiezo a tocarme el acné y me quedo como un plato de paella valenciana. Me siento como un ogro y decido coger la mascarilla, que me regaló Douglas, del cajón que tengo para mí sola en el baño. Me empiezo a poner el líquido negro por toda la cara, me lo extiendo, y dejo pasar un tiempo rezando porque mi cara se quede sin imperfecciones y como si fuese una bella modelo.
Miro el reloj que hay en el cuarto de baño y me dispongo a quitarme la mascarilla negra, llevo mis dedos a un extremo de la cara y empiezo a coger el líquido negro que se ha quedado solido. Tiro, pero mi entrecejo se frunce como un acordeón ante el dolor de retirar el regalo de Douglas de mi cara. Me muerdo fuerte el labio ante el sentimiento tan desagradable en el que me encuentro, mientras que algunas lágrimas se deslizan por mi mejilla.
Pego un grito sordo cuando descubro que la mascarilla se ha llevado los pelos de mi ceja por delante. Empiezo a maldecir por lo bajo mientras contemplo mi imagen con lágrimas en los ojos a través del espejo, intento poner más cuidado en la otra ceja pero es inútil, la mascarilla también se la lleva por delante. Cuando termino de quitarme la mascarilla y verme a través del enorme cristal se me desmorona el mundo y se me empieza a bajar el autoestima hacia el abismo.
-¿Qué me he hecho? -pronuncio en susurros para mi misma con sollozos.
Alguien toca la puerta del baño.
-¿Sí?-pregunto mordiendome el labio para no ponerme a llorar de mi imagen.
-¿Estás bien? -me pregunta Tatiana a través de esta.
-Bueno... -digo sin saber que responder ya que las lágrimas me rompen la voz.
-¿Te queda mucho para salir? -me pregunta.
-No, ya me queda poco. -digo susurrando pero de manera audible para ella.
Miro mi collar a través del espejo y me quedo mirando a la Cobra del Rey que representa la soberbia, me muerdo el labio inferior y me pongo a pensar una solución rápida.
Decido darme crema en la cara, y dejar el baño libre para intentar irme a la oscuridad de la habitación de Tatiana, camuflarme entre las sábanas y que nadie me vea. Mañana ya será otro día.
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La alarma de Tatiana nos despierta, y mi conciencia va tomando en cuenta la que me lié anoche con el regalito de Douglas. Ante las pocas ganas que me da levantarme y mirarme la escabechina que me he hecho en la cara decido apurar el tiempo en la cama. Tatiana se levanta y sube las persianas dejando que entre la luz de un día nublado.
Una Tatiana adormilada me ve y se va espabilando con una cara de susto.
-¡Candy! -me señala como si hubiese cometido un delito. -¡No tienes cejas! -me dice gritando a susurros del susto que se ha llevado. Mis dedos van a la ceja y como es lógico no siento ni un pelo, lo siento todo llano. Unas pisadas suenan y me giro en la cama para ver de quién se trata, y es la madre de Tati. Me mira de la misma manera que me acaba de mirar su hija segundos antes.
-¡Pero criatura, qué te has hecho! -me dice la madre con los ojos espatarrados.
Me estaba dando cuenta que dentro de lo malo, que no tuviese cejas me sirve para que los demás no se fijen en mi cara de paella que tengo en estos instantes.
-Ayer me puse en la cara la mascarilla de Douglas, la que me regaló por el amigo invisible, y arreé con mis cejas. -digo recordando el dramático momento.
Se me quedan mirando ambas.
-Ay, me acabo de acordar. -me dice la madre de Tatiana.-Tengo unas cejas artificiales del año maricastaño, te las puedo dar. -me sonríe. -Espera, que voy a buscarlas. -dice mi salvadora.
Al medio minuto aparece con ellas en la mano y me las pone, milagrosamente el adhesivo sigue haciendo su función de pegamento, así que no tenemos ningún problema. Luego me miro en el espejo de pie que tiene Tatiana en su cuarto y veo que no me quedan artificiales, afortunadamente es más o menos del mismo color que las mias originales.
Me voy al baño e intento echarme un poco de maquillaje e intento disimular los granos, pero inevitablemente se me siguen viendo. Saco fuerzas de flaqueza y me preparo para ir a la Universidad y exponer mi cara a todo el mundo, a ver si creo la moda de tener el sistema montañoso de los Alpes en mi cara y ya no me siento tan sola.

Ben y Tatiana se abstienen de hacerme ningún comentario sobre mi cara, pero cuando llegamos a la parada de autobús con Douglas esperando, él no se calla.
-Madre mia muchacha, ¿no has pasado la varicela que tienes tantos granos? -me pregunta. -Es que encima están rojos y con costra. -me dice observando mi cara. -Mira, tienes uno ahí, otro ahí, otro ah...
-Y otro aquí. -le interrumpo para hacerle una peineta. Tanta pesadez desde por la mañana temprano no puede ser saludable.
Mis acompañantes se rien aprobando mi respuesta.
-Es que esta vez tienes un montón. -me dice.
-Lo sé, me miro al espejo ¿sabes? -le digo.
-¿Y no lo rompes? -me pregunta.
-No, porque a diferencia de ti, yo soy guapa con imperfecciones incluidas. -le digo. Todavía no sé ni como me sigue guardando el secreto de que sigo luchando para que no me quede ningun bicho en el pelo de esos que me contagiaron mis primos.
Douglas me hace una foto con el móvil cuando estamos en el autobús.
-Douglas, borra eso ahora mismo. -le ordeno. Me levantó de mi asiento y me pongo de pie sujetándome en la misma barra que él para ver la foto. Me la enseña a distancia y pone zoom.
-Mira, mira, mira, qué pivon. -me dice con sarcasmo.
-Tú ponme zoom en la cara, que lo único que encontrarás será belleza saliedo por los poros. -le contesto, e indignada por seguir con el temita, me vuelvo hacia mi asiento.

En la hora de Medicina intento evitar a la pareja de payasos, es decir a Lissa y Douglas, y me centro en las gafas que tiene Amira, ahora todas se han puesto de acuerdo en ponerse gafas. La susodicha, vel que sigue un poco colada por Douglas, pero veo que ahora también se lleva muy bien con Hugo. Y el último notición es que el perrito faldero, está por Amira, todas nos quedamos un poco locas cuando nos dieron la información, pero es que la ha pedido lio y le ha rechazado. Es muy difícil encontrar a tu amor correspondido, aunque yo creo que le he encontrado.
-Candy-me llama la atención Alana, giro la cabeza en su dirección. -¿Has copiado cuando tenemos examen? -me pregunta. Yo asiento y le dejo mi agenda con el día que nos van a hacer la prueba escrita.
-Por cierto. -digo acordándome. -¿Qué pasó con el niño o niña que ibáis a adoptar? -la prgunto.
-Me han dicho que vaya a mediados de Febrero. -me contesta con media sonrisa.
Vuelvo la mirada a mi cuaderno, y uno de los bichos que están formando parte de mi pesadilla se cae en mis apuntes, alarmada actuo poniendo mi mano encima del parásito, y con disimulo lo tiro de mi mesa. Me giro para ver a Douglas y veo que me observa.

Utopía EnvenenadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora