Capítulo 48: Consecuencias (2/2)

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- Señorita Granger, ¡qué alegría verla! ¿Cómo se encuentra? – preguntó el director Dumbledore intentando sonreír. Su cara era la única en la sala que no parecía llena de preocupación, y eso la tranquilizó un poco.

- Mucho mejor, profesor Dumbledore – respondió Hermione, aparentando normalidad – La señora Pomfrey dice que mañana podré volver a clase.

- Eso me alegra, y seguro que a usted también – sonrió.

- En ese caso, señorita Granger, me temo que debemos tratar de un asunto bastante grave en el que usted, por desgracia, se ha visto implicada – la miró a los ojos con intensidad – La hemos llamado para hacerle un par de preguntas sobre lo que ocurrió anoche. ¿Le parece que empecemos?

- Claro – Hermione tragó saliva y asintió. Debía pasar la prueba, debía fingir lo mejor posible por el bien de la misión. Pero Dumbledore no era fácil de engañar.

- Querríamos saber si conocía de algo al chico que bailó con usted. ¿Le había visto antes?

«¡Tranquilízate, Hermione!», se dijo a sí misma. «No debo parecer ni ansiosa ni demasiado indiferente. ¡Tú puedes, venga!».

- No – negó tranquilamente – No le conocía.

- ¡Miente! – se envaró el ministro – Si no le conocía, ¿por qué estaba bailando con él?, ¡eh!

McGonagall intercedió para defenderla.

- Por favor, ministro, dejemos hablar a la chica. Si ella dice que no le conocía, ¿qué motivos tiene para mentir?

- Que trabajara con él, obviamente.

- Bueno, eso aún no se ha demostrado – intervino Dumbledore – Tranquilicémonos, por favor. Aún falta mucho a lo que responder.

Los presentes parecieron relajarse un poco. Todos excepto Hermione, que notaba la mirada penetrante del ministro clavada en su nuca. Además, la había acusado de conocer a Dulluck, de ser su cómplice. ¿Tan mal mentía? Tendría que esforzarse un poco más.

- Entonces – continuó el anciano director –, no se conocían, ¿verdad?

- Verdad – Hermione intentó sonar sincera.

- De acuerdo. ¿Y por qué bailaba con él? ¿Se lo pidió usted?

- No – ahora sí fue sincera – Yo ya estaba bailando en la pista, y él le dijo a mi acompañante que le permitiera un baile conmigo.

- ¿Puede probar lo que dice? – quiso saber el ministro – ¿Puede su "acompañante" corroborarlo? – sonrió de forma maliciosa. Era su trabajo.

- Sí, sí que puede – asintió contenta. Podía porque eso era cierto. ¡Estaba salv...! ¡No! De repente, se dio cuenta de una cosa: su acompañante era... era... ¡era Malfoy!, ¡su mayor enemigo! ¡No podía confesar que habían bailado! A lo mejor incluso lo negaba. Y si hacía eso la tomarían por mentirosa y todo se habría ido al traste. ¡Oh, Dios mío! ¿Qué podía hacer?

- ¿Y bien? – continuó el hombre – ¿Con quién bailó?

- Emmm.... pues.... – ¿qué decía? ¿Y si decía el nombre de Dean? Podría pedirle que mintiera por ella, ¿no? No, mejor no. No podría explicárselo y sería meterlo en un lío del que no formaba parte. No quería perjudicarlo – Pues... yo... bailé con... Dra, Draco Malfoy.

McGonagall y Dumbledore se miraron un instante. ¿Había dicho Malfoy? ¡Qué ironías de la vida! ¿En serio? Bueno, si ella lo decía... pues sería verdad.

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora