Capítulo 64: El verdadero traidor (1/3)

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Hermione se llevó una mano al corazón. Lo tenía destrozado. Se acordó del inicio del curso, cuando estaba colada por Ron y se sentía desdichada porque él no la correspondía. Se acordó de las tardes con Dean y de cómo aquel chico había conseguido que se recuperara, aunque sólo fuera un poco. Estando con él, su vacío en el pecho dolía menos. Tal vez debería haberse planteado seriamente salir con él. No era mal chico, y era bastante mono. Un buen chico con un gran corazón. Fidelidad, amistad, amor... ¿qué más podía pedir? Pero ella no había querido conformarse. Ella no le había correspondido en ningún momento. Siempre había sido Ron el único en su corazón y, al comprender que no podían estar juntos, se había sentido atraída por Draco. Al principio sólo era eso: atracción, pero poco a poco el chico la había ido conquistando y la había hecho amarlo un poquito más cada día.

Hermione se miró las manos, temblorosas, y se secó el sudor con la manga.

Existen varios tipos de amor: los que te envuelven rápido como un suspiro y los que lo hacen día tras día. Ron había sido un flechazo, pero Draco había sido del segundo tipo. Un amor que llega mucho más hondo y consume algo de ti con cada momento que pasas a su lado, hasta haberte calado tan hondo que ya no puede soltarte. Así se sentía ella. Atrapada en un engaño. Todo lo que Draco había hecho era jugar con sus sentimientos.

«Y los chicos y yo hicimos una apuesta...». Esas habían sido sus palabras.

Ahora todo estaba claro. Había puesto las cartas sobre la mesa.

Draco nunca la había amado, ni por un segundo. Tal vez él no hubiera dicho eso, no le había dado tiempo a responder a la pregunta, pero estaba claro.

«¡¿Cómo he podido ser tan crédula?! ¿Un Malfoy enamorándose de mí? ¡Hay que ser estúpida! Los cuentos de hadas sólo ocurren en los libros, no en la realidad».

Las lágrimas le resbalaban por las mejillas. Nunca le habían hecho tanto daño en toda su vida y lo peor es que no podía cambiar lo que sentía por ese... ese...

Se levantó y echó a andar, pero no hacia el castillo de Hogwarts, sino hacia el sendero que habían seguido sus dos amigos. Tal vez estuviera dolida, asustada, perdida y enferma, pero era una Gryffindor, valiente y decidida, lista y fuerte, y haría todo lo posible por parar esta guerra antes de que empezara. No quería ser la chica débil que se deja manejar. Quería luchar por sus amigos, por todos ellos, aún a riesgo de perder su vida en el camino. Si tenía que morir por salvarlos, lo haría.

* * *

- Meredith – llamó la Parkinson a su compañera de habitación – ¿No sabrás dónde está Malfoy?

- ¿Por qué? ¿No ha pasado la noche contigo? – preguntó maliciosamente la Slytherin.

Pansy le sacó la lengua.

- No sé ni por qué te pregunto – y se fue.

Pero a la hora del desayuno las cosas no habían cambiado. Draco Malfoy no estaba sentado en su lugar habitual y ninguno de sus amigos sabía nada de él. Algunos decían que habría pasado la noche con Anna, ya que tampoco apareció en el desayuno de la mesa de las serpientes, cosa que puso a la morena muy celosa y enfadada, pero después de intercambiar unas palabras, supo que Anna tenía un resfriado y por eso no había bajado a comer. Por tanto, nadie había pasado la noche con el rubio, al menos, no de Sltytherin.

- Vamos, a las aulas – anunció el profesor Snape desde el palco de los profesores – La hora del desayuno ha terminado.

Pansy levantó la vista. En el centro de la mesa de Gryffindor había un gran hueco. El grupito de Potter tampoco había bajado a comer. ¡Qué extraño era todo aquello! Y se dirigió a su primera clase.

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora