Capítulo 22: Castigada con Malfoy (2/2)

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Eran ya las dos de la madrugada. Llevaban más de cuatro horas desenvolviendo libros y no habrían hecho más de sesenta cajas. El Slytherin y la leona no se habían dirigido la palabra en todo el tiempo desde la última discusión. De tanto en tanto, se echaban miradas de reojo para ver si el otro aún seguía trabajando. No pensaban dejar que el otro se escaqueara del castigo.

Draco bajó de la escalera que subía a los estantes de arriba y se sentó en la silla que normalmente ocupaba la bibliotecaria.

Hermione lo vio descansando y se sintió tentada de hacerlo también, así que se acercó hacia donde estaba el Slytherin y se sentó sobre la mesa.

- ¿Agua? - ofreció ella.

- De acuerdo - aceptó él.

La leona abrió su maleta de clase y sacó una botella de agua aún fresca.

- ¿Te da asco beber de la misma botella que una sangre sucia? – preguntó Hermione con un deje de diversión-irónica en la cara.

Draco esbozó una sonrisa de medio lado.

- No iba a beber a morro – afirmó.

- ¿Cuántas cajas nos quedan todavía?

- Algo más de cuarenta.

- ¡Puff...no vamos a poder! – Hermione estaba realmente exhausta. No acostumbraba a hacer ejercicio físico, y menos después de un duro día de clases y trabajos.

- Lo sé. ¡Si no fuera por esa estúpida bibliotecaria! - exclamó Draco irritado.

- Es cierto que nos peleamos, pero pienso que este castigo es exagerado. No fue para tanto, como si no supieran que tú y yo siempre nos peleamos.

- Sí, siempre nos hemos odiado. No sé por qué le da tanta importancia - dijo dando un largo sorbo a la botella de la Gryffindor.

Hermione se giró y se lo quedó mirando, extrañamente seria.

- Yo... no te odio. O bueno, no siempre te he odiado.

- ¿Ah, no? – Draco levantó la vista de la botella y enfocó sus ojos grises hacia la chica, realmente sorprendido.

- No.

Hermione se levantó e hizo ademán de seguir arreglando cajas, pero una mano la detuvo.

- ¿Y cuándo no me has odiado tú? - preguntó. Ahora la leona había despertado la curiosidad en él.

Hermione titubeó.

- Pues, no sé. Antes de conocernos de verdad, supongo.

Tiró de la muñeca para zafarse del agarre del Slytherin y él acabó soltándola. Acto seguido, se puso a desembalar una caja.

- La verdad es que cuando te vi por primera vez no me pareciste una mala persona - confesó ella algo más tarde – De verdad que no. Sin embargo, después...

El rubio asintió. No hacía falta que siguiera. Después él descubrió que era hija de muggles y la llamaría siempre sangre sucia, y aprendería a odiarla, pues eso era lo que sus padres le habían enseñado desde que nació.

Draco, desde que lo supo el origen de la chica, había estado insultándola y humillándola siempre que se le había presentado la oportunidad. La había perjudicado y había amargado una parte de su vida. Era consciente de ello, pero aunque ese sentimiento de odio fuera el que su familia le había infundado hacia los "sangre sucia", en el fondo, él nunca había podido odiarla del todo, y ahora que su padre estaba en Azkaban, se sentía libre para odiar o dejar de hacerlo según deseara.

- Yo tampoco te he odiado siempre - dijo Draco evitando mirarla a los ojos - En realidad, no soy tan horrible como tú piensas.

- No sabes lo que pienso de ti.

- Puede, pero me lo imagino - ahora sus ojos grises estaban fríos, vacíos, tristes...

El rubio se acercó a la leona y empezó a apuntar los títulos de los libros que ella tenía en la mano. Hermione, entretanto, se detuvo a contemplarlo mientras lo hacía. ¿De verdad ese chico no siempre la había odiado? ¿De verdad no era tan malo como le hacía pensar? ¿Se puede llegar a creer que un exmortífago en realidad no es una mala persona?

- ¡Qué miras! - espetó al descubrir a la Gryffindor observándolo.

- Nada - volteó la cabeza y siguió mirando a otro lado.

* * *

Una vez terminadas casi todas las cajas, Hermione se sentó en el suelo. Eran casi las cinco de la mañana y aún les quedaban tres cajas, pero ella ya estaba exhausta. No podía mover ni un músculo más; los ojos se le cerraban y, poco a poco, se fue deslizando hacia el suelo, apoyada de espaldas contra una estantería, hasta quedarse sentada. Cerró los ojos un instante; sólo sería un momentito...

Cuando Malfoy terminó de ordenar los libros que quedabam, se percató de que hacía ya un buen rato que la leona no aparecía. ¿Lo habría abandonado esa sabelotodo?

Dio una vuelta por los pasillos a ver si la encontraba, y así ocurrió. La chica estaba hecha un ovillo en el suelo frío de la biblioteca, profundamente dormida. Malfoy se la quedó mirando, molesto. Él también tenía sueño y unas profundas ojeras surcaban su perfecto rostro desde hacia horas. ¿Y ahora qué, qué hacía? ¿La despertaba o la dejaba allí? Al fin y al cabo, era ella la que había decidido dormirse allí mismo, abandonándolo.

La contempló unos instantes. Largos. ¿Qué tenía esa hija de muggles, esa ratona de biblioteca, que lo estaba volviendo loco? ¿Cómo había conseguido que le confesara que en verdad no siempre la había odiado? Él, el Gran Draco Malfoy, que es mejor que nadie y que nunca se disculpa ni admite sus errores. ¿Cómo lo había logrado? ¿Qué tenía que le hacía perder la razón?

Se acercó a la leona y la tomó en brazos. Cualquier otro chico hubiera temblado ante el peso, no porque la chica pesara demasiado, de hecho, casi parecía una pluma, sino porque era una chica alta, y la mayoría de chicos no practicaban ningún deporte y no hubieran podido con el peso. Sin embargo, él sí podía, con sus brazos fuertes y su torso bien tonificado. La llevó en volandas, como si fuera una ligera pluma, hasta la torre que compartían. Allí la dejó sobre la cama y le echó una manta por encima. Luego se metió en el otro lado de la cama y la contempló unos instantes. Su rostro era como el de un ángel dormido, desprotegido. Ahora no estaba enfadada, ni se le encendían sutilmente las mejillas como a él tanto le gustaba, sino que estaba mil veces más guapa, como una criatura extraña y bella al mismo tiempo. ¡Pero qué estaba diciendo, por favor! ¡Hablaba de Granger, de Hermione Granger! ¿¡Qué clase de tonterías estaba pensando!? Puede que hubiera habido un tiempo en que aún no la odiara, pero ahora sí. Era su enemiga, una sangre impura.

Y, sin embargo, ya no estaba tan seguro de que la odiara. La verdad es que estaba empezando a enamorarse de ella.

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¡Por fin Draco empieza a ser honesto consigo mismo, al menos, de pensamiento! Espero que os haga gustado y nos vemos la semana que viene con el capítulo: "Un día de cartas". <3 

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora