Capítulo 21: Castigada con Malfoy (1/2)

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Hermione se encontraba frente la puerta de la habitación de Dean. Antes de entrar, se arregló un poco el pelo y se colocó bien la túnica. Finalmente, llamó a la puerta.

Dean estaba sentado en su escritorio, afanándose en terminar los deberes de Adivinación, asignatura que, por cierto, la leona detestaba.

- ¡Hola, Dean! - sonrió ella amablemente - ¿Qué ta?l

- Hola, Hermione - sonrió el chico - Si te esperas un momento, termino esto enseguida.

- Claro. No te preocupes.

Hermione dejó la mochila en el suelo y sentó a esperar en la cama. El chico no tardó mucho en finalizar su tarea se volvió enseguida a atender a su... "invitada".

- Ven, siéntate en mi silla, yo me buscaré otra - dijo ofreciéndole galantemente su sitio.

- Gracias – aceptó Hermione.

El Gryffindor le pidió que le explicara cómo diferenciar ciertas plantas que eran bastante parecidas, pero que si se confundían, las consecuencias podían ser fatales.

- Es decir, la Santolina chamaecyparissuna sólo sirve para la infusión que hace que se te reconstruyan huesos rotos y la Hamamelis Virginiana, que tiene prácticamente el mismo aspecto, es un veneno mortal para las arañas.

- Eso es - asintió complacida la joven castaña - ¿Y cómo se diferencian?

- Porque la Santolina crece mucho más que la Hamamelis y, además, tiene las hojas algo más oscuras.

- ¡Excelente! - exclamó la chica - El día del examen aprobarás seguro - sonrió – Y ahora dime, ¿cuál era la sorpresa que querías enseñarme?

De repente, Dean enrojeció. Casi había olvidado el verdadero motivo por el cual estaba allí con esa sexy y dulce leona. La miró a los ojos un instante y luego bajó la mirada hacia el suelo. No sabía ni cómo empezar.

La verdad es que se había pasado toda la tarde practicando con Seamus cuáles eran las mejores palabras para decirle lo que sentía, pero ahora que la tenía delante, con esa expresión de curiosidad, ese pelo ondulante y rebelde que envolvía su precioso rostro, esa sonrisa que dejaba ver unos perfectos y blancos dientes. Ahora que tenía ante sus ojos a ese ángel de amor, pensaba que esas palabras perfectas que había ensayado no existían, pues no había palabras para expresar el amor que sentía por ella. No había comparación ni metáfora, imagen o explicación que pudieran hacerle entender qué era lo que sentía el corazón de ese muchacho. Así pues, ¿cómo decirle que la amaba con locura, que para él no existía ninguna otra, que quería hacerla feliz el resto de sus días? Cuando pensaba en cómo la había rechazado el estúpido de Weasley, se le revolvían las tripas y se imaginaba la imagen de su leona llorando de nuevo en el césped de los jardines, y esa tristeza no podía consentirla. ¿Seguiría ella enamorada de Weasley? ¿Y por él, qué debía sentir en ese preciso instante? ¿Habría alguien más en su corazón? Todas esas preguntas daban vueltas en la cabeza del moreno mientras pensaba la mejor manera de demostrarle cuánto la quería.

- Verás, Hermione - dijo sin siquiera atreverse a mirarla a la cara - La verdad es que yo... quería.... - paró un momento para respirar - Quería confesarte algo - se atrevió a decir.

Hermione asintió y esperó con paciencia, expectante.

- Pues yo...yo... - ¿se atrevería a confesarle su amor? ¿Tendría el valor suficiente para hacerlo?

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora