Capítulo 53: La última información (2/2)

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Draco estaba sentado en el escritorio de la sala de estar de su torre haciendo los deberes. Llevaba más de dos horas así, sentado, tratando de concentrarse y mirando la nada al mismo tiempo. Cuando quiso darse cuenta, la parte de atrás de su lápiz estaba tan mordida que no le quedó más remedio que tirarlo.

- ¡Maldita sea! ¡Es el cuarto que rompo hoy! – dijo sacándoselo de los labios y lanzándolo a la papelera con brusquedad – ¡Maldita sea!

Apartó los libros de clase a un lado y se llevó las manos a la nuca. Estaba nervioso. Demasiado. Y ni siquiera entendía por qué.

«Hermione. Eso es lo que me pasa».

Y era totalmente cierto. Por mucho que lo intentara, no podía sacarse de la cabeza todo lo que había vivido la noche anterior con la Gryffindor, ni siquiera el tiempo suficiente para hacer los deberes.

- ¡Estúpida sangre sucia! ¿Por qué tienes que ser tan perfecta?

No podía parar de darle vueltas: le había confesado que la deseaba, así, tal cual, sin reparos. Llevaba meses tratando de frenar esa pasión irrefrenable que lo acercaba a ella, pero hacía ya un tiempo que sabía que nada de lo que hiciera funcionaría, que estaba destinado a enloquecer por Hermione, a desearla y desquiciarse por el hecho de no poder conseguirla, de no poder tener nada con una hija de muggles, con una Gryffindor, con la Gryffindor que había enviado a su padre a Azkaban.

Y aun así, a pesar de todo, la noche anterior había sido real. ¿Lo había sido? Sí, no cabía la menor duda, pero le costaba creer que algo así hubiera sucedido entre ellos.

Draco cerró los ojos un instante para recrear cada sensación, cada caricia: el pelo de Hermione vertido sobre la cama, como un león desmelenado esperando a su devorador; sus ojos curiosos, brillantes, grandes, mirándolo con deseo, con prisa; su ropa deslizándose hasta el suelo; sus dedos finos, largos, deseosos de tocar el cuerpo del Slytherin; su piel lisa, suave, deseable; sus labios húmedos; su cintura; sus caderas; su...

«Me encanta», sentenció para sus adentros. «No puedo engañarme. Me vuelve loco. Me tiene loco».

Sin embargo, la pregunta que le rondaba a continuación no parecía tener respuesta. «¿Desear y amar pueden ser la misma cosa?».

Le había confesado a Granger que la deseaba, pero para él había un matiz diferencial entre ese sentimiento y el amor. Se preguntaba si ella entendía esa diferencia. Para él, desear a alguien era sentir que mueres por besar a esa persona, recorrer su cuerpo con los dedos, abrazarla, tenerla sólo para ti, sin que nadie más la toque, como una posesión. ¿O puede que eso también fuera amor?

Draco se pasó la mano por el pelo, confuso. No entendía sus propios sentimientos. Él estaba acostumbrado a desear las cosas, no a quererlas. ¿Podría ser, por tanto, que lo que sintiera fuera amor a su manera?

«¡No! ¡No puede ser eso!», cada vez estaba más desesperado. «No puedo haberme enamorado de ella, no es posible. ¡En casa me matarían! Sería una vergüenza para los de mi linaje, para los Malfoy, ¡para los Slytherin!».

Suspiró.

«Pero ella... Granger me desquicia».

Draco había luchado en contra de esa sensación, intensamente, pero había tenido que rendirse. La noche anterior se había rendido, había dejado a un lado su parte racional y todos sus prejuicios y había permitido que sus deseos dominaran sus actos. Y ahora lo que sentía era algo mucho más intenso que al principio. Ahora sentía que necesitaba a esa Gryffindor para sobrevivir, que si la tenía lejos, no podía respirar, que no se conformaba con besarla, con desnudarla, con hacerla suya... No podía soportar ver a ningún otro chico con ella. ¡No podía soportar que Dean la rondara como a una presa! ¡Era suya!

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora