Epílogo: 10 años después

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Antes de nada quiero daros las gracias a todos los usuarios y usuarias que habéis llegado hasta el final de este fanfic. Gracias a los que leéis desde el principio, a los que os habéis ido incorporando a medida que la novela se iba escribiendo y gracias a los que comentáis siempre que podéis. Vuestros comentarios me hacen feliz y me animan a seguir escribiendo esta historia y muchas otras. Por eso y por toda vuestra ayuda, mil gracias. 

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Las tiendas de Treepark Street eran pequeñas y sencillas, y distaban bastante de la casita de campo donde se encontraba Hermione, pero a ella no le importaba. El campo le daba la oportunidad de pasear hasta el pueblo y disfrutar así de todas las delicias del paisaje otoñal.

Una ráfaga de aire fresco le acarició el rostro y le desorganizó los cabellos. Empezaba a refrescar. Miró su reloj y comprobó la hora: las siete, hora de volver a casa.

Hermione aceleró el paso hasta llegar a la cancela de la entrada y contempló el rústico edificio con una sonrisa; sin duda, su marido le había regalado unas vacaciones espléndidas.

Nada más abrir la puerta, un ruido de pasos la sobresaltó y unos bracitos se agarraron con fuerza a sus piernas.

- Mamá, ¡has vuelto! ¿Por qué has tardado tanto?

La niña miraba a Hermione desde el suelo con ojos activos y alegres. No tendría más de cuatro años, pero hablaba como si fuera mayor. Su pelo rubio casi albino le caía suelto por la espalda, enmarcándole un bonito rostro de ojos castaños como los de su madre y una nariz redonda y adorable.

- Hola, mi amor – dijo, tomándola en brazos y dándole un tierno beso en la mejilla – ¿Cómo ha ido la tarde?

- Muy bien, mami. Ha llamado el tío Harry, y la abuela Narcisa dice que mañana pasará a visitarnos. Y también...

Hermione la interrumpió.

- ¿Tú no estabas con tu hermano y con la niñera?

La niña se mordió el labio para evitar una carcajada y se encogió de hombros con inocencia.

- No sé, mamá. Claudia, Eiden y yo estábamos jugando al escondite, pero se han perdido.

Justo en ese instante, una chica joven y un niño de unos seis años entraron en el recibidor cubiertos de barro de pies a cabeza. Hermione se llevó una mano a la boca.

- ¡Aquí estás, monstruito! – gritó Eiden y echó a correr hacia la niña, que aún seguía en brazos de Hermione.

- ¡Mamá! ¡Mamá!

- Pero... ¿pero qué diablos está pasando? – Hermione levantó a su hija en alto para que su hijo no pudiera alcanzarla – Blanca, Eiden, quiero una explicación.

La joven niñera se apresuró a separar al niño de su madre y de su hermana y se disculpó por la situación.

- Lo lamento mucho, señora Malfoy. Ha sido por mi culpa. Olvidé mi varita encima de la mesa, Blanca la vio y, bueno... parece que se sabía un hechizo para lanzar objetos. En este caso, barro.

- ¡Exacto! – apoyó Eiden, retirándose el barro del pelo castaño liso y de los ojos grises – Tienes que castigarla.

- Pensaba que jugábais al escondite, ¿no, Blanca? – Hermione miró a la niña con el ceño fruncido y esta ladeó la cabeza con una sonrisa traviesa.

- Sí, lo sé – seseó – Pero me gusta más el juego de lanzar barro – Hermione no pudo evitar una carcajada.

Unas llaves sonaron en la cerradura en ese momento y la puerta se abrió, dando paso a un apuesto hombre rubio de ojos grises y mirada seductora.

La Razón y el Corazón (Draco y Hermione) [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora