Narra Alexander
Todo estaba oscuro, no escuchaba más que el palpitar de mi corazón, latía con fuerza y lentitud, y mi respiración, todo parecía trascurrir en cámara lenta, incluso llegué a pensar que el tiempo se había detenido. Abrí los ojos y lo primero que vi fue a Santiago, mirándome fijamente, con una dulce sonrisa iluminando su rostro. El chico tenía una de sus manos en mi mejilla y con su dedo pulgar acariciaba mis labios. El tiempo volvió a su normalidad, mi corazón latía muy rápido mientras mi respiración era agitada.
El pelirrojo besó mi frente y se levantó de la cama.
—Ya que no vamos a salir iré a preparar algo de comer —dijo caminando hacia la puerta.
—Espera —se detuvo antes de girar la perilla. Yo me levanté de la cama—. El beso —caminé hacia él—. El beso no significa que sienta lo mismo que tú.
Santiago giró la perilla y dejó escapar un suspiro.
—Lo sé.
Abrió la puerta y la cruzó.
—No —lo agarré del brazo—. Gracias —lo abracé, él estaba de espaldas—. Por todo lo que haces por mí —él tomó una de mis manos y la acarició—. Y por estar aquí. Siento mucho arruinar nuestra cita.
—Pensé que no era una cita —rio soltándose de mi agarre y girándose hacia mí—. No has arruinado nada, el día no ha terminado todavía.
—Entonces, ¿qué hacemos? —Pregunté con la mirada clavada en la pared.
—Primero deberíamos comer algo, muero de hambre —el chico puso las manos en su estómago—. Está gruñendo.
Fuimos a la cocina, nos encontramos con una nevera vacía, por lo que tuvimos que salir a comprar comida. Por fortuna había un supermercado cerca y no tuvimos que caminar mucho. En el camino no podía sacar el beso de mi cabeza, me sentía confundido, no sabía qué sentir respecto a eso. ¿Me había gustado? ¿Había realmente sentido algo? Todo había pasado tan rápido que no me había quedado tiempo de si quiera ser consciente de lo que pasaba por mi cabeza, era como si en aquel momento mi mente se hubiese apagado, como si hubiese dejado de pensar, como si sólo mis sentidos siguieran despiertos, el tacto, el oído, sentía sus labios, escuchaba nuestras respiraciones, una lenta melodía era producida por mi corazón. ¿Qué significaba todo eso?
—¿Te parece, Alex? —Levanté mi cabeza, Santiago tenía una piña en sus manos—. ¿Alex? ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza.
—Lleva lo que quieras, tú eres el que sabe de cocina —respondí con seriedad mientras caminaba más rápido—. Te espero en la entrada.
Santiago dejó la piña en su sitio y me miró extrañado. Le di la espalda y seguí caminando.
—¿Dije algo malo? —Gritó sin obtener respuesta alguna.
Santiago salió con un par de bolsas en sus manos, ¿qué tanto iba a preparar? Le ayudé a llevar dos. Caminamos en silencio, en todo el camino no se escuchó nada más que el viento y el crujir de las bolsas. De vez en cuando le lanzaba una mirada a Santiago, pero él mantenía su mirada en el camino.
Llegamos a casa. Santiago entró a la cocina todavía en silencio, quería hablarle pero no sabía qué decir, tampoco entendía por qué estaba tan callado, parecía molesto.
—¿Qué hago? —pregunté ayudando a sacar la comida de las bolsas.
—Ve a hacer tus cosas y yo te llamo cuando la comida esté lista —contestó concentrado en los ingredientes.
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Desde que te soñé (Gay) TERMINADA
RomanceEsta es la historia de Matt Howerdel, un chico que se ve obligado a mudarse de casa luego de enterarse de que su madre ha encontrado un nuevo amor y quiere rehacer su vida. La idea que al principio le parece absurda, termina por ilusionarlo ya que a...