I.

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— ¿No deberías de ir ya? Llegarás tarde. 

— Claro que no voy a llegar...— Murmuré, mirando el reloj  de mi mano. La expresión me cambió en cuanto vi lo que las agujas marcaban— Eh...Sí, será mejor que me vaya. 

Jiro rió. Sin hacerme mucho más caso por mi típica torpeza, siguió subiendo escaleras arriba para preparase en ir a trabajar.

Agarré la mochila y me puse una chaqueta blanca y ancha, totalmente lista. Me despedí de él y, rápidamente, salí por la puerta. 

— ¡Que te vaya bien!—Escuché, antes de irme. 

Con cuidado de que no me atropellaran y fuera mi último día en la tierra, traspasé la carretera y caminé unas cuantas cuadras más. 

Suspiré.

Espero no llegar tarde el primer día, si no ya sería la gota que colma al vaso. 

No muy poco después, más gente de mi edad fue apareciendo por todo mi alrededor. Claramente, caminaban en la misma dirección que yo: La academia Yuuei.

La escuela de héroes, U.A. 

Según había escuchado, pocas personas podían entrar debido al nivel que había. Pero ni mucho menos me iba a echar hacia atrás por esa tontería. 

Quería hacerlo, y lo haría. No me iba a echar hacia atrás. 

— ¡Echo, buenos días! 

— Buenos días, Uraraka—Le sonreí, poniendo mi mirada hacia atrás. 

— ¿Estás tan nerviosa como yo?—Me dijo. Comenzamos a caminar hacia la entrada una vez se colocó a mi lado, y pensé en silencio.

— Pues...No. Llevo bastante tiempo concienciada en este día. 

— ¡Qué suerte...!— Expresó en un bufido. 

No la conocía muy bien, pero parecía ser que este día era muy importante para ella. Como a todos, imagino.

Sonreí al ver su agotamiento, pero al momento otra cosa más inusual nos llamó la atención a ambas.

Miramos hacia un lado al ver a un chico a punto de caerse. Estaba imaginándome ya su rostro en el asfalto, cuando ella se acercó a él y lo tocó para mantenerlo en auge, y que no tocara el suelo. 

Su particularidad resulta muy útil para todo, parece.

Me aproximé a ellos al ver que tardaba, viendo con sosiego cómo Ochako ya había entablado conversación con ese joven de cabello verdoso y ondulado.  

— ¡Esforcémonos! —Exclamó. El chico estaba perplejo, no tenía ni habla—¡Nos vemos!

Saludé al torpe con una sonrisa en un mísero momento que su rostro de expectación se puso en mí, y después me volví a ir con mi amiga. 

Echo | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora