XXXVIII.

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...


— Tu cabello está desordenado— Murmuró un somnoliento pecoso señalando a una ojigris. La chica bostezó, sin poder abrir bien sus ojos. 

— El tuyo también. 

Ambos se sonrieron con gracia entretanto ella, le colocaba bien su verdoso enredo y él su lacio cabello lila con un rubor que no podía faltar en las mejillas del ojiverde. 

A una hora temprana los adolescentes se presentaban fuera del edificio, delante de sus profesores y nuevos mentores. Éstos les habían explicado que necesitaban mejorar sus singularidades para subir de nivel y no quedarse estancados, ya que lo único que habían desarrollado era más capacidad mental para soportar los obstáculos. Por lo tanto, iban a utilizar un preciado lapso de tiempo para lograrlo. 

Debían de llevarse al límite, y se lo tomaron al pie de la letra. 

Fujioka se quedó apartada de sus compañeros, viendo cómo algunos se hervían en el agua más caliente que había y otros se herían para conseguir lo que querían. A sus ojos, parecían unos entrenamientos espartanos. 

No obstante, ella no sabía por dónde empezar. ¿Qué debía de hacer? ¿En qué podía mejorar? No sentía dolor, por lo que su límite podía estar muy extendido. 

Y en la antigüedad, no le habían ayudado a controlar eso.

Aizawa observó confundido a la chica que seguía a su lado, sin moverse. Se percató de que su rostro predominaba la turbación y las diferentes opciones que cavilaban en su mente. Entendía por lo que estaba pasando, y por eso sentía que debía de ayudarla. 

— Echo— La adolescente lo observó a su llamado—. Puedes entrenar sin la necesidad de hacerte daño a ti misma, tu cuerpo ya ha tenido suficiente con las quemaduras de Endeavor. 

— ¿Cómo lo hago?— Su pregunta era tan seria que el azabache se quedó en silencio. La joven quería encontrar una solución.

— ...Tú puedes correr a máxima velocidad sólo dos veces, ¿Verdad? No puedes llegar a más— Echo asintió— Intenta encontrar una forma de aumentar ese número, el sonido es un arma potente y muy amplia. Estoy seguro de que acabarás sabiendo cómo. 

Con una mirada más decidida, la muchacha apretó el puño al tener una nueva idea en su cabeza. Se fijó en un buen lugar donde pudiera entrenar sin herir a los demás y una vez lo halló, se encaminó hacia él. 

Hasta que su profesor volvió a hablarle.

— No te sobresfuerces para quitar de tu cabeza todo tu pasado— Dijo. Ella tragó en seco al ser descubierta, porque era justamente lo que hacía siempre—. Acabarás exhausta mentalmente. 

Cogió una bocanada de aire.

— Bien...Trataré. 

Lo había aceptado. Hacía tiempo que aceptó quién era y de dónde provenía, el inconveniente estaba en que las preocupaciones no se iban aunque pensara en otra cosa o siguiera hacia adelante. Podía sonreír, podía reír con los demás y hacer ver que no ocurría nada. Incluso en algún momento, se lo creía. 

Pero cuando estaba sola, o cuando esos instantes se disipaban, la mera imagen de su madre volvía para carcomer su alma. 

Y el plan que tenía para salvarla, por igual. 

En un suspiro se asintió a sí misma para recomponerse y centrarse ahora, en el objetivo que tenía de mejorar sus habilidades. También era un obstáculo para lo que quería hacer, por lo que debía de volverse más fuerte.   

Echo | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora