Cuando un fuerte y atronador eco atraviesa cada por de tu piel...Lo único que puedes hacer, es seguir con tu meta hasta lograr tu sueño...Y tus recuerdos.
Pasara lo que pasara, y se encontrase a quien se encontrase.
[Portada creada por @RocioMogollo...
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Se bajó un poco la cremallera del uniforme hasta dejarla un poco más arriba de sus pechos, aumentando su comodidad y sentada en el suelo mientras esperaba a que les llamaran.
No había podido dormir esos días después de la visita que ese chico le hizo. Todavía seguía con el sentimiento de tener los gélidos dedos de Shigaraki tocando su cuello. El tacto tan extraño y oscuro que tenía y le provocó por igual.
Se llevó la mano a la cabeza, azorada.
A todo eso tenía muchas más preguntas de las que debería...¿Cuál era la verdad? ¿Por qué parecía que tenía tanto conocimiento sobre ella?
— ¿Estás bien?— Le preguntó Momo. Volvió en ella dejando de lado esos pensamientos, pasmada— Tienes cara de cansada.
— ¿La tengo?
Confundida por su pregunta, la azabache asintió como fuera lo más obvio.
— ¿Te encuentras mal? ¿Quieres que llame a la enfermera?
— No, no— Negó rápidamente, sonriéndole para tranquilizarla—. Estoy bien, sólo no dormí anoche.
— Nervios, huh...— Musitó con toda la inocencia del mundo. Fujioka asintió para no levantar sospechas— Lo sé, yo también los he tenido. ¡Pero seguro que nos irá bien!
La de sonido le sonrió con calma.
— Claro que sí.
Yaoyorozu se sorprendió por las acciones de la pelilila, quien tras la conversación se había apoyado en su hombro. Ésta misma dejó salir un suspiro cargado de intensas emociones. De la misma manera, cerró los ojos por un momento.
Quería estar en reposo y tener su mente lo mejor amueblada posible.
Echo escuchaba a los demás conversar; Algunos inquietos, otros más tranquilos e impacientes...Pero con sus propias preocupaciones.
Estrechó sus dedos.
Después de todo no había podido despejarse tanto como quería.
Levantó la cabeza cuando escuchó más allá a Todoroki haciéndole una declaración de guerra a Izuku, prestándoles atención con cierta curiosidad. Su voz la había hecho despertar.
Puso un gesto más grave al recordar que ella, también tenía que hablar con el pecoso.
— ¡Ya es la hora!— Exclamó Iida, que había aparecido por la puerta.
Una vez se percató de que terminaron de hablar, la joven se levanté sin un atisbo de duda y se dirigió hacia éste, agarrándolo de la mano para apartarlo de la multitud. Así, nadie los escucharía.