XXXII.

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Pov Echo


Todo...Todo eso había sido ocultado de mí; Qué vida tan llena de mentiras y problemas.

Mamá, no puedo creer que sigas ahí. 

Caminé con la mirada perdida bajo la lluvia, con mi chaqueta y capucha puesta sin destino aparente. Sólo necesitaba despejarme, y en ese momento tenía tantas sensaciones, que me daba igual hacia dónde me llevaran mis pies. 

Me observé las manos, azorada por lo que había visto en una sola tanda. 

Ese hombre...Sensei. Aprovechó mi analgesia para poder clavarme cuantos artilugios se le pareciera. 

El labio me tembló por unos instantes, pero lo mordí para que no comenzase nuevamente a desmoronarme. 

Había tenido suficiente, y creo que tampoco me quedaban más fuerzas para llorar. 

Sin más, acabé sentándome en una especie de elevación que había encontrado al seguir el rumbo. Me daba igual que estuviera mojado, sólo quería sentarme. 

Llevé mis piernas a mi pecho, abrazándome a ellas. 

— ¿Qué soy entonces...?— Pronuncié para mí misma. Tragué en seco y escondí mi cara entre mis rodillas— Villana, Yakuza...Soy horrible. 

Mi meta siempre había sido ayudar a las personas que lo necesitaban, ¿Y yo he tenido este transcurso de vida? 

Me encogí más todavía. 

¿Por qué? 

Mis amigos puede que con confíen más en mí. No sólo mi padre es el actual jefe de la mafia, si no que el enemigo de All Might me crió unos años...No hay nadie que pudiera seguir viéndome de la misma manera si lo supieran.

De todas formas...Lo diré cuando esté preparada, aunque sea así. 

Moví ligeramente mi cuerpo; No presté gran atención, pero alguien se estaba acercando a mí, lo podía escuchar por las hojas húmedas que se movían entre sus zapatos. Hasta que esa persona se quedó justo frente a mí, e incluso me tapó la lluvia que me chorreaba por encima. 

Con lentitud, alcé la vista. 

— ¿Bakugō?

Mis orbes se abrieron al sorprenderme de verlo ahí. Y no sabía en ese momento si era algo bueno, o algo malo. 

Su mirada era bastante severa, pero por el momento no veía indicios de rabia o que fuera a gritar en cualquier momento. 

Sólo me observaba.

— ¿Qué mierda haces aquí, Echo?— Pronunció. Hice una mueca.

— Estoy meditando— Me excusé. 

Vi su vena palpitar. 

— Medita en tu casa— Gruñó, apretando la empuñadura del paraguas que me sujetaba. Negué con la cabeza, tras un suspiro. 

— No quiero ir. 

No por el momento...No hoy. 

El rubio se quedó en silencio. Tampoco sabía qué cara estaba haciendo, porque sólo me dedicaba a jugar con las—no tan interesantes—hojas hasta que las gotas saltaran de ellas. 

— ¿Qué se supone que has hecho ya?— Se mofó. Lo miré de reojo— Con lo masoquista que eres, capaz de que has gritado y te has quedado sin cama. 

— Simplemente no puedo volver ahora— Moviendo mi cuello, lo observé ésta vez al completo hasta percatarme de su seria expresión; Pero no hostil—. Sólo necesito tiempo, pero da igual...No hablemos de mí. ¿Qué haces aquí, por cierto? 

Echo | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora