LX.

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Pov Echo


— Echo, te toca. 

Moví mi cabeza y observé su rostro. Lo usual en él, era la frivolidad. Y ahí seguía. 

Nada más me interrogó con la mirada al ver que no movía ficha le sonreí con despreocupación y luego, tiré uno de sus peones. 

— Eres buena, no sabía que podías jugar— Agarró su pieza, pendiente en lo próximo que haría para ganarme la partida—. ¿Te enseñó tu padre?  

— Mi madre— Corregí. Me miró por un segundo—. A ti supongo que te enseñó el viejo...

— Así es.

Escogió el alfil, acercándose a mi reina poco a poco. 

— Dime, ¿Dónde crees que podrían estar mi padre y mi tío?

— Puede que tengas más enemigos de los que crees— Hice una mueca ante su comentario. Me señaló con la mano que prosiguiera—. Esperaré si me ganas. 

Algo me dice que ahora no estamos hablando de ajedrez... 

Suspiré y observé el tablero, fijándome en si había alguna forma de acabar la partida; La había, pero tenía que ir con cuidado. 

— Fujioka-sama, Overhaul...

Éste último fue el único que se giró para mirar al hombre que apareció en la puerta del despacho de mi padre, donde nos encontrábamos, sin picar. Aproveché ese momento para comerme a su rey. 

— Jaque mate— Articulé con melosidad. Los ojos amarillos del moreno se fijaron primero en mí, y luego en la partida. 

— ¿Lo haces cuando estoy desprevenido?— Estiré mis piernas sobre la mesa, con la pieza de la reina en mi mano. Con la que había ganado. 

— ¿Hay alguna regla que diga que no se puede hacer? 

Su ceño se frunció. 

Esta vez presté atención a la persona que había entrado sin previo aviso. Tenía dientes de conejo y el cabello casi le tapaba el rostro, también era muy delgado. 

Era uno de su séquito, que últimamente parecían hacer el papel de "hermano mayor" y buscar a mi familia tal y como le pedí. Aunque la realidad estaba lejos de ser tan idílica. Me quedé ahí quieta observándole, a la espera de que el moreno o el invitado se decidieran a compartir palabra. 

De reojo, noté su indignada mirada. 

El desconocido demostraba más que el resto la poca confianza que tenía en mí, más que nada porque era el único que no portaba nada que le cubriese la cara. Ya había tenido el lujo, si se puede decir así, de ver en algún momento al resto de los preceptos. 

— ¿Qué?— Declaró al fin él.

— Los preceptos requieren tu ayuda, ya sabes— Señaló hacia atrás. Parecía una señal cualquiera, pero Chisaki supo de qué se trataba. 

¿Sería sobre Eri?  

— Está bien— Suspiró, levantándose de la silla que tenía delante de mis orbes. Me observó después—. ¿Te importa que me ausente un momento? Es importante. 

Moví mi pie e hice una burbuja con el chicle que me acababa de meter en la boca. Noté que le molestaba que pusiera mi calzado encima del escritorio de mi padre. 

Seguí dando golpecitos, ahora poniendo la otra pierna encima de mi muslo derecho. Con mis dos extremidades, encima de la mesa para incordiarlo más. 

Echo | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora