Capítulo especial: algo de que hablar

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Chaud.

El muchacho de ojos color miel no había estado pasándola muy bien últimamente; su cabeza era un lío y su soledad parecía estar tejiéndolo lentamente. Tenía mucho tiempo libre, solo y muchas cosas en las que pensar, lo cual no era nada bueno. Pensar demasiado nunca era bueno.

Estaba paseando por los pasillos del supermercado en busca del helado de coco favorito de su mamá, llevaba buscándolo ya unos cinco minutos y si no lo encontraba pronto iba a ponerse a gritar. ¿Por qué tenían que remodelar el lugar cada que se les diese la gana? La semana pasada los helados estaban justo a la derecha, la anterior a esa estaban justo a la izquierda y hoy no lograba hallarlos por ningún lado.

Él intentaba ser positivo pero la vida no le daba la oportunidad ni de poder comprarle un helado a su mamá. No quería ir hasta al otro supermercado porque quedaba veinte minutos más lejos que este.

Estaba por preguntarle a la señorita de la caja cuando al fin pudo ver la nevera con los helados que su mamá tanto amaba, suspiró con alivio y se encaminó a ella. Tomó el helado de dentro de la nevera y se dirigió a la caja para poder pagarlo.

Salió del lugar con el helado en una bolsa, se iba a dirigir hacia su auto, aparcado a un lado de la calle cuando una escena en particular llamó su atención; Froid se bajaba de un taxi, molesto y gritándole cosas a alguien en el interior de éste. El rubio cerró la puerta con fuerza y mostró el dedo de en medio. Se dio media vuelta para caminar hacia la entrada del supermercado, justo donde Chaud estaba de pie, un poco en shock.

—¿Froid? —No pudo evitar llamarlo cuando el más bajo estaba a dos pasos de distancia.

Froid levantó la vista hacia él, su expresión enojada cambiando a una sorprendida en segundos. El rubio parpadeó un poco y después se aclaró la garganta, acomodándose el cabello con incomodidad.

—Uh, hola —saludó bajito.

Chaud no pudo evitar sentirse mucho mejor al escuchar su voz, al verlo y al tenerlo cerca. Dios, lo extrañaba tanto y ni siquiera se había dado cuenta.

Ambos muchachos se quedaron en silencio, observando diferentes cosas a su alrededor y sumiéndose en un momento terrible e incómodo. Chaud no sabía qué decir, sentía tantas palabras en la punta de su lengua que al final ninguna de ellas salía.

—Eh...yo t-tengo que comprar algunas cosas, así que-

—¿Por qué estás molesto conmigo? —preguntó sin rodeos.

El rubio lo observó confundido.

—No estoy molesto contigo —respondió—, ¿por qué piensas eso?

—Oh, no lo sé —comentó con amargura—, tal vez porque has estado ignorándome durante dos jodidas semanas.

—No he estado-

—Froid... —Lo interrumpió—. Yo... Lamento lo que viste en el baño, yo... puedo explicarlo, no es lo que tú crees.

—Chaud, no tienes que explicarme absolutamente nada —Froid dejó escapar un suspiro—, es tu vida y puedes hacer lo que quieras con ella.

—¿Entonces por qué me haces sentir como si hubiera hecho algo malo? —preguntó, su voz casi quebrándose.

Froid lo miró a los ojos sin decirle nada, simplemente observando.

—Yo no puedo con esto —respondió finalmente, bajando la cabeza y empezando a caminar hacia las puertas del supermercado.

Entonces Chaud explotó.

—Eres un hipócrita de mierda, ¿lo sabías? —comentó en voz alta para que Froid lo escuchara a sus espaldas.

—¿De qué estás hablando? —preguntó el rubio.

Adversarios [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora